Desde que comenzó el proceso de claudicación del Estado de Derecho en La Habana, perdón, el proceso de “paz” con los Narcoterroristas de las FARC, se escuchan columnistas, “intelectuales” y uno que otro ideólogo del terrorismo disfrazado de analista, con el cuento de que “tenemos que tragarnos ese sapo”, preparando a los Colombianos para la impunidad y la elegibilidad que será entregada a los narcoterroristas en Cuba.
Para que nos vayamos acostumbrando a la merienda de anfibios, se han escuchado frases como la del Presidente Santos: “En el proceso de paz hay sapos que tenemos que tragarnos”; la del Fiscal, Eduardo Montealegre: “Prefiero a Timochenko y a Márquez en el Congreso y no sembrando la violencia en Colombia”; y la del Presidente uruguayo José Mojica: “La paz es cargar una mochila con dolor y mirar adelante”; sin contar las horas y horas de argumentación pro-impunidad realizada por los “analistas” de los medios altamente beneficiados por la pauta oficial.
Uno de los principales argumentos de los que quieren que nos volvamos batraciófagos, es el hecho de que en el mundo los procesos de paz terminan con ciertas dosis de impunidad y que se les da participación política a los que hacían parte del conflicto. Es menester recordarle a los promotores de dichas ideas que conflictos que siempre toman como ejemplo han derivado de luchas muy distintas a las que enfrentan los narcoterroristas colombianos, los cuales, como ha quedado en evidencia, solo luchan por el poder y por dinero, a diferencia de países como Sudáfrica que el conflicto era proveniente de una lucha contra el racismo, de España que era en pro de la independencia y de Irlanda del Norte donde era una pelea religiosa y en pro de su independencia.
El sapo al parecer nos lo van a embutir a la fuerza, y por más que sean reiteradas las manifestaciones del gobierno y sus áulicos insistiendo que en este proceso no habrá impunidad ni elegibilidad de terroristas, ya están en La Habana negociando el punto referente a la participación política. Lo que significa que no pagarán penas y sí habrá elegibilidad, o peor aún, les concederán curules o altos cargos sin pasar por las urnas, lo que sería una afrenta a la democracia.
Pues así me toque cocerme los labios, ese sapo no me lo trago. Premiar a los narcoterroristas que han masacrado al país con elegibilidad e impunidad es un mal ejemplo para futuras generaciones donde se les demostrará que el crimen sí paga, y una cachetada para los colombianos de bien que día a día se levantan a trabajar honestamente sin ser escuchados y sin tener participación en política, mientras encarcelan a colombianos por robarse un caldo de gallina. No me tragaré el sapo de ver a los mayores asesinos del país pavoneándose en el Congreso.
Entonces, porque creo en la democracia, en el Estado de Derecho, creo en la justicia, en que el perdón se gana, creo en la paz sin impunidad, en que la impunidad es partera de nuevas violencias, en que hay que castigar al crimen y no premiarlo, por más que me insistan, YO NO ME TRAGO ESE SAPO.
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