Las imágenes de lo vivido en Ecuador dan cuenta, en solo un par de días, de la transición del Estado de naturaleza a la sociedad civil. Estado de naturaleza en sentido hobbesiano de ausencia de límites en razón de una libertad ilimitada, desaforada y aseguradora del bien propio. Una libertad capaz de llevarse por delante la institucionalidad, la civilidad, los límites convencionales e invisibilizar el derecho. Una libertad que se legitima desde la eficacia, pero desborda el marco de la legalidad. Una libertad en nombre de la guerra de todos contra todos. Una libertad que no puede convertirse en el estandarte del quehacer político porque, en una sociedad de vocación democrática, ninguna fuerza extrema puede cobrar la calidad de interlocutor. Lo asombroso del levantamiento social e indígena en Ecuador no está en la capacidad violenta de revertir decisiones políticas sino en el ejercicio comunitario de resiliencia institucional, funcional, burocrática y locativa. Celebro y valoro el poder de convocatoria para rehacer, en nombre del decoro, lo maltrecho a la fuerza. Las imágenes son impactantes en uno y otro lado de la transición del estado de naturaleza a la sociedad civil. Lo que se rechazó por exceso de fuerza ahora se celebra por ser un buen ejemplo de lo que puede lograrse cuando hay objetivos comunes que vinculen la movilización razonable de los gobernados. La fuerza del poder cívico, lo ha demostrado la sociedad ecuatoriana, es mucho más fuerte, fundacional y reparadora que todas las leyes juntas.
Le podría interesar
Del autor
John Fernando Restrepo Tamayo
Abogado y politólogo. Magíster en filosofía y Doctor en derecho.
Profesor de derecho constitucional en la Universidad del Valle.