Evidentemente la política en Colombia se asemeja más a una religión que a un ejercicio de convicción y pensamiento crítico. Por esto resulta inútil cualquier tipo de persuasión tanto sana como hostil. Decidir el futuro no debería resumirse en un mero acto de fe, ameritaría que este envolviera otro tipo de factores más amplios y racionales, los cuales dependen justamente de la educación del país. Esta es la genial teoría de la puerta giratoria de Fajardo (que por cierto es un hombre de ciencia no un caudillo) que evidencia el centro de todos los problemas, la falta de educación.
Colombia, denominado país en vía de desarrollo por el ritmo pausado al que avanza y sus numerosas falencias; ha logrado, para nuestro menor mal mantener ese paso marginal a lo largo del tiempo. Ahora el panorama no es como era hace 20 años, y de la misma forma, sea quien llegue a la casa de Nariño, probablemente en 20 años habrá mejor calidad de educación y un sistema de salud de mayor cobertura, una mayor red de infraestructura vial y servicios públicos, un desempleo al menos constante, y por qué no, una mejor calidad de vida. Sí, es una resignación dura pero realista.
Experimenté la violencia en carne propia, mi padre fue secuestrado, mis primos dejaron la ciudad por amenazas, viví la angustia de las tomas guerrilleras a pocos kilómetros de mi ciudad, sentí la incertidumbre de las pescas milagrosas, viví la zozobra de la guerra. (Y no por eso me hice un devoto uribista). Cuando la guerra toca el seno de un hogar dejará probablemente la semilla de odio, pero son el poder y la el deseo de venganza quienes la hacen florecer.
Cada quien hace lo mejor por su bien, y pocas veces el personal va de la mano con el colectivo, sin embargo algo de esas acciones contribuyen ese ritmo pausado al que evolucionamos. Claro está que nadie se cambia de religión porque para muchos no es cuestión de argumentos sino de doctrinas. Yo no votaré porque el voto en blanco no tenga valor o por deslegitimar sus gobiernos. No voto porque si un uribista desconoce las atrocidades que ha orquestado su paladín, y un santista cree que él es la paz en persona; yo creo tener en este caso otra forma de contribuir al bien de la nación. Eso sí, dando por sentado que la institucionalidad y el estado de derecho corren riesgo en ambas caras, tal vez mas de un lado que de otro, sino seríamos el primer mundo.
Yo no votaré porque voy a Belo Horizonte a apoyar a mi selección, y así sea el fútbol una de las mil distracciones que alienan a la sociedad. Qué hacer si no nos dejamos abducir por la alegría efímera que hace el cojear de nuestro país más llevadero, yo no pienso inmolarme, ni voy a decirles ignorantes o hacer la estupidez de Vallejo de renunciar a mi nacionalidad, y menos decir país de mierda y sin memoria. Yo sé quiénes son todos esos picaros que rifan nuestro país y cada quien construye su entorno individual y aporta su granito de arena al colectivo desde su perspectiva. Resignado pero sin perder la esperanza hay que seguir adelante, llegará el día en que el voto garantice más que el paso marginal al que dóciles avanzamos, por ahora disfrutemos este camino cojo y en zigzag con la tricolor para anestesiar las penas.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-xaf1/t1.0-9/1234720_10152123039743736_812544565538976061_n.jpg[/author_image] [author_info]Juan Símon Obando Zapata Caldense, ingeniero civil Uniandes y estudiante de maestría en bioconstrucción PUC-Rio. Transmitiendo desde la favela de Vidigal en Rio de Janeiro. Apasionado por la ciencia, la política, la literatura y el ocio. [/author_info] [/author]
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