No es la primera vez que lo digo, pero creo que es necesario insistir en ello: la democracia está en entredicho. Las pruebas parecen evidentes y sin embargo siempre es bueno repetirlas: los autoritarismos emergentes, el nuevo entrelazamiento entre Estado y religión, la falta de garantías para las libertades individuales y los conservadurismos, y los “proteccionismos” sociales, que buscan revivir y preservar costumbres claramente antidemocráticas, como las supremacías raciales.
Estos fenómenos no han nacido, de ningún modo, en contra de la democracia, de hecho, el que esta quede herida es simplemente, pero no por eso menos grave, un daño colateral. Realmente, estos fenómenos de extremismo conservador han surgido en respuesta a un fenómeno del que mucho se habla, y del que se decía iba a ser la panacea de los problemas sociales del mundo: la globalización. Más concretamente, estos problemas nacen en contra del capitalismo depredador en el que vivimos.
Tal vez, lo más preocupante de esto es el hecho de que, como lo expresaba Karl Polanyi en su libro La Gran Transformación, estos fenómenos que hoy vivimos, y que analizó el economista en su momento, fueron los precursores de los fascismos. Más concretamente, Polanyi habla del desarraigo del mercado de la sociedad, lo que implica la destrucción del tejido social, lo que a su vez genera una serie de resistencias que dan como resultado el ascenso del fascismo al poder. En este sentido, la pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿estaremos ante la inminente génesis de un nuevo fenómeno como el fascismo?
Las similitudes actuales con ese memento histórico son, al menos, inquietantes: así como en 1929, desde el 2008 una parte considerable de los países occidentales han vivido, y continúan viviendo, una depresión generalizada que, precisamente, ha incentivado no solo la aparición, sino también el ascenso, de movimientos abiertamente racistas y xenófobos. El resultado de la depresión de 1929 y la posguerra alemana (una crisis incalculable) fue el ascenso de Hitler al poder ¿Cuál será el resultado de la crisis actual?
Otro ejemplo, más local, del “doble movimiento” polanyiano es, precisamente, la minga: el capitalismo voraz que ha destruido con las tradiciones centenarias de los pueblos indígenas, que ha llevado a la precarización de las condiciones de vida de estas comunidades, ha impulsado los movimientos de resistencia que no se detendrán hasta que las condiciones cambien, o desaparezcan sus tradiciones.
Es ante este proceso que, antes de que sea imposible, hay que intervenir. Pero la pregunta es ¿Como? Creo que lo que se debe hacer es algo tan simple, y a la vez tan complejo, como democratizar la sociedad y el mercado. Esto, evidentemente, implica reformas de fondo que busquen garantizar las expresiones multiculturales y la equidad de oportunidades para todos. Es necesario regular el capitalismo voraz actual y que el Estado recupere su papel de garantista de derechos básicos; la sociedad como funciona hoy, lo demostró la crisis del 2008, es insostenible.
Sobre cómo hacer estas reformas también se ha hablado mucho y se han propuesto varias vías, algunas con la trampa de ser antidemocráticas, como los populismos y los extremismos (que tienden siempre a ser violentos). Sin embargo, creo que la única forma de llevar a cabo estas reformas, necesarias para el bienestar de las sociedades, es usando como medio la democracia con todo lo que implica (la división de poderes, los pesos y contrapesos, las libertades individuales, etc.), pues es imposible buscar democracia fuera de ella.
Adenda. ¿Qué querrá decir Bolsonaro cuando dice que el nazismo es de izquierda? ¿Que su gobierno va a ser aún más de derecha y más autoritario que el de Hitler? Este señor es otra prueba de lo antes expuesto.
Twitter: @CamiloADelgadoG