Estos últimos días han sido movidos y cargados de noticias desalentadoras a nivel nacional y local, hemos tenido semanas difíciles en las cuales, como sociedad nos hemos enfrentado a discusiones morales y éticas que tienen que ver con varios ámbitos como lo son la política, la violencia y las protestas sociales.
Un presidente que no quiere negociar con los indígenas del Cauca y parte del país paralizada por que dos voluntades no quieren ceder y ponerse de acuerdo en situaciones que deben ser conciliadas para el bien de todos.
Pero no, aquí hasta la protesta se polarizó y se cree que por estar de un lado o del otro, entonces se pelea desde dos barreras ideológicas que no confluyen, a eso súmele el hecho de un ex candidato presidencial que trata de sacar réditos políticos de la manera más ruin y descarada aprovechándose de las necesidades populares para conseguir votos.
La taza de desempleo más alta, el costo de vida más caro, un país dividido, gobernantes con retrovisor y echándole las culpas a sus antecesores, niños asesinos y un sinfín de problemas que nos carcomen diariamente como sociedad.
Es increíble que un niño de tan solo 13 años sea capaz de asesinar a sangre fría a dos personas, como si la vida no valiera, como si la existencia humana fuera tan frágil, como si esta sociedad estuviera enferma y de manera cómplice deja que sus niños, en vez de estar disfrutando de su infancia, juegan a ser pistoleros y asesinos por culpa de un abandono estatal del cual todos participamos.
Si, el problema es de todos los que habitamos este país, por que somos capaces hasta de lesionar a otro por el simple hecho de no pensar igual, no somos capaces de aceptar la diferencia y la divergencia, es sencillo, nos volvimos una sociedad violenta que acolita el linchamiento de los ladrones y es capaz de aplicar a carta cabal la famosa ley del talión.
Desde muy pequeño, he sido admirador de ese gran hombre llamado Álvaro Gómez Hurtado, el cual siempre establecía una consigna que le propongo hoy a usted mi querido lector y es que usted sea capaz de hacer un acuerdo sobre lo fundamental con su coterráneo, con su contrario político, futbolístico o ideológico, por poner un ejemplo.
Por lo menos, en ese acuerdo respete lo fundamental, entienda la diferencia y ayúdele a esta sociedad y a este país a curarse de esas enfermedades llamadas intolerancia y violencia.