Querido adulto, estoy en huelga porque quiero que me devuelvas mi futuro

Sí, estamos en una crisis. Debemos apuntar a la economía circular, a la energía eólica, a la energía solar, a una economía verde, a un desarrollo sostenible, al reciclaje masivo, al respeto por el medio ambiente, a parar la deforestación, a salvar el futuro del planeta, a salvar el futuro de las nuevas generaciones…

Sí, estamos en una crisis. Debemos apuntar a la economía circular, a la energía eólica, a la energía solar, a una economía verde, a un desarrollo sostenible, al reciclaje masivo, al respeto por el medio ambiente, a parar la deforestación, a salvar el futuro del planeta, a salvar el futuro de las nuevas generaciones…

Sí, estamos en una crisis. Debemos apuntar a la economía circular, a la energía eólica, a la energía solar, a una economía verde, a un desarrollo sostenible, al reciclaje masivo, al respeto por el medio ambiente, a parar la deforestación, a salvar el futuro del planeta, a salvar el futuro de las nuevas generaciones…

Sí, exacto. Así se escuchan. Así de molestos. Como grabadoras. Una y otra vez. Se repite el mensaje. Se repite la inacción. Se repite la injusticia. Ese mismo mensaje ha estado rondando en el mundo incluso desde antes de que yo naciera. Tanto que hasta ya nos lo aprendimos. Se lo aprendió también la madre tierra. Se lo aprendieron los animales. Se lo aprendieron las nubes, los volcanes, el viento, los bosques que cayeron a punta de motosierra. Se lo aprendieron los océanos envenenados. Se lo aprendieron los ríos represados. Se lo aprendieron los campos fumigados apunta de glisofato. Se lo aprendieron las vacas, los cerdos y los pollos torturados. Se lo aprendieron las tortugas marinas envueltas en desechos humanos. Se lo aprendió el planeta, y luego se calentó. Y se lo aprendieron los corales, que luego de confiar en él, desaparecieron a la mitad en el mundo. Llevamos años con el mismo discurso, años llenos de excusas, y hasta ahora la acción que tanto nos prometen sigue siendo eso, una promesa. Y mientras tanto, el tiempo se nos acaba, si es que ya no se nos acabó.

Sí, y está entonces el Acuerdo de París, diría alguno. El gran Acuerdo. La salvación. La solución a todos nuestros problemas. Hay debates, temores, desacuerdos y tiempos de descanso. La gente se duerme del cansancio, hay un esfuerzo casi inhumano. Científicos, presidentes, de todo tipo de personas. Debaten, debaten, debaten. Después de tanto arduo trabajo,  finalmente, acaban. ¡El Acuerdo de París se hace oficial! Los políticos hacen fiesta, lo celebran, firman con alegría. Aplauden, chiflan, ríen, cantan, se abrazan, chocan los puños, bailan, van a casa con tranquilidad. Aparece una luz. Sí, una luz. La que se refleja en la coraza de las máquinas haciendo Fracking mientras ellos hablan de salvar el planeta de lo que ellos mismos han creado.

Pero ellos vuelven a casa, exitosos.

El Acuerdo de París los hace sentir exitosos. Y la ciudadanía global, a la mayoría, les da esperanza. Empieza a nacer un nuevo panorama. Una nueva lucha. Todos parecen estar trabajando duro para resolver el problema. El presidente Santos vuelve a Colombia, feliz por su compromiso de deforestación cero para 2020. Reino Unido, Noruega y Alemania, comprometidos en financiar a Colombia en su lucha contra la deforestación.

Y mientras el Acuerdo de París brilla. El mundo se apaga.

La deforestación nacional aumenta en un 44% en 2016 y en un 23% en 2017.  Varios Jóvenes demandan al estado y el problema se sigue exacerbando. Nuestro presidente actual exige fumigación con glifosato inmediata. La cifra de la deforestación Amazónica Colombiana llega al 75% del total de bosques talados en el país. Chiribiquete se enciende como nunca. Y, según los científicos, el Amazonas se acerca a un punto de no retorno.

Estamos en la sexta extinción masiva de especies, con hasta 200 especies extinguiéndose por día. Sí, así como lo lees. ¿Asimilas la magnitud del problema? ¿No? Pues aquí te va otra: Tenemos hasta 2030 para parar esto.

Ustedes han puesto la cruz, y nosotros tendremos que cargarla.

¿Y los colombianos? Por acá, felices matándonos. Exigiendo más guerra. Condenando, de nuevo, como costumbre de los adultos irresponsables, el futuro de las generaciones venideras. A saber: En Colombia si no es por el calentamiento global, es por la guerra que los jóvenes nos quedamos sin futuro.

Y frente a estas condiciones, ¿de qué sirve hablar de futuro? ¿Lo tenemos, realmente? No. Pareciera que no.

Yo no tengo futuro. Me lo arrebataron.

Su indiferencia, queridos adultos, nos ha puesto a nosotros los jóvenes en toda una encrucijada climática que nos está poniendo en jaque. Y es su indiferencia la me obligó a escribir “Huelga por el Clima” en un cartel y sentarme con él en frente de la gobernación de Medellín. A protestar solo, sí, porque no tenía otra opción. Su indiferencia me obligó a aguantarme las miraditas de la gente que pasaba. Me obligó a quedarme todos los días allí, solo, bajo la lluvia, bajo el sol, bajo la indiferencia de los transeúntes. Tu indiferencia, querido adulto, me obligó a aguantarme el agradecimiento de las personas. Sí, el agradecimiento. Mi peor enemigo durante la huelga solitaria. El “Qué bacano, sigue así”, las palmaditas en el hombro, la motivación de las personas. ¿Qué les pasa?

Yo no quiero su agradecimiento, yo quiero su miedo. Necesito que sientan la crisis, que sientan el cambio climático recorrer sus venas. Que no los deje dormir. Que los persiga a donde quiera que vayan. Que los obligue a actuar como pasó conmigo.

Tu indiferencia también me obligó a aguantarme el otro tipo de mensajes. El famoso “Usted qué hace ahí, váyase a estudiar, vago”, o el queridísimo “No, papá, usted no va a lograr nada así. Está siendo demasiado utópico”.

No. Nada de utopías. Yo no estoy aquí porque tengo esperanza. Yo estoy aquí porque tengo miedo, y porque quiero dejar de tenerlo, y porque entiendo que para dejar de tenerlo hay que empezar a actuar. No hay otra manera.

Greta Thunberg dijo una vez que antes que la esperanza, lo que necesitamos es acción. Y que cuando empezamos actuar, la esperanza nace en todos lados. Yo agregaría que solo quien antes tuvo miedo puede sentir esperanza, porque viene cargada de valentía esta vez.

No, no estoy aquí por la esperanza, pero la tengo. La tengo desde que superé mi miedo y decidí pelear. La tengo, incluso, desde que la gente empezó a unirse a la huelga. Desde que Colombia se levantó. Pero no la necesité. No. Con ella o sin ella, yo sigo peleando, porque no hay otra opción, esto se trata de supervivencia. Y lo que voy a decir puede ser controversial, pero, pienso que no hay nada más esperanzador que una persona que aún sin esperanza sigue luchando.

La estamos cagando, querido adulto, la estamos cagando como nunca antes en la historia de la tierra. Y nosotros, los Sin Futuro, vamos a recibir tu mierda.

Hemos acudido a la construcción masiva de fábricas contaminantes, el incremento de los autos de motor se debe contar en millones, los mares parecieran ser más plástico que mares, nuestras calles ya no están hechas de cemento sino de envolturas de alimentos procesados, los animales desaparecen más rápido que nuestras deudas, el color amarillo de nuestra bandera ya no representa la riqueza sino la brillante coraza de las máquinas que están desangrando nuestra tierra. Y ustedes son demasiado orgullosos como para reconocerlo.

Son demasiado orgullosos como para actuar, para enfrentarse al problema como debe ser, son demasiado inmaduros como para cortar la raíz: Nuestro sistema. Deben aceptar que hay que hacer frente al Cambio Climático. Pero no son capaces porque saben que aceptarlo es aceptar que se han equivocado. Luchar contra el Cambio Climático es luchar contra lo que ustedes han creado. Son demasiado orgullosos como para reconocer la importancia de esto porque primero deben reconocer que han fracasado como civilización. Y mientras eso sucede, el futuro se va empequeñeciendo. Y cada vez tenemos menos tiempo.

Por eso yo se los voy a decir directamente, para que lo asimilen de una vez por todas: Fracasaron como civilización.

Muchas veces me han dicho que soy demasiado joven para entrometerme en asuntos políticos, pero precisamente es por eso que debo hacerlo, porque ni siquiera estos adultos, que supuestamente tienen más experiencia que yo, son capaces de dimensionar el gran problema que amenaza con la extinción humana y la de muchas especies y ecosistemas del mundo. Si no son ustedes, ¿entonces quién?

Me han dicho que soy un ignorante, que no conozco cómo funciona el mundo y aún no sé qué es la vida. ¿Y saben algo? Tienen razón.

No, no conozco al mundo. No conozco al mundo porque ustedes se han encargado de destruirlo, y ya no queda casi nada por conocer. Y por eso estoy en huelga, porque quiero conocerlo, y ruego a la sociedad que escuche la voz de las nuevas generaciones. Ruego que actuemos antes de que sea  tarde. Que dejemos nuestra ambición por el falso progreso y demos una nueva mirada. Estoy en huelga porque quiero recuperar mi futuro. Porque si para ustedes estrangular un río, extinguir especies, arrasar ecosistemas y desplazar poblaciones humildes para producir una sucia y cruel energía, es considerado progreso, entonces yo no quiero su progreso. Y si para ustedes salvar el planeta significa retroceder como civilización, pues retrocedamos como civilización, y salvemos este planeta de una vez por todas.

Por último, les ruego que me miren, mírenme a los ojos cuando puedan, miren los ojos de un joven sin futuro que quiere recuperarlo. Miren a los ojos a un joven que se cansó de ver cómo su futuro peligra. Mírenlo, y siéntanse culpables de una atrocidad. Háganlo, porque el mayor crimen que ha cometido la humanidad no ha sido el de destruir el mundo, sino el de obligar a los jóvenes a ver cómo lo destruyen.