¿Prosur para lo mismo?

Foto: Semana

El hemisferio se llenó de organismos multilaterales que puede ser que se crearon con la mejor intención de los países participantes, pero que como todo, van cumpliendo su ciclo, y pudiera ser que hasta la tarea que los inspiró. Esos mismos organismos comienzan a sufrir una metamorfosis con el paso del tiempo, y especialmente de los gobiernos que ocasionalmente tienen dentro de sus tareas, la atención que tales demandan.

Baste recordar que en un principio lo que jalonó la creación de la Unión de Naciones Sudamericanas, Unasur, fue la coyuntura de que los valores democráticos en Venezuela ya se empezaban a resquebrajar, y por tanto a cuestionar desde la Organización de Estados Americanos, OEA, y fue el propio Hugo Rafael Chávez Frías, autor de esa embestida, el que comenzó con sus pares con los que coincidía ideológicamente a crear otro organismo que lentamente fuera dejando sin legitimidad ni reconocimiento  a aquella OEA.

Hoy, a la casi desmantelada Unasur, se le quiere hacer entierro de primera creándole una paralela y  con un nombre que hasta por su parecido ya causa una especie de repudio: Prosur. Eso ni huele ni entusiasma al ciudadano común, porque le queda claro que la carrera del revanchismo por ideologías políticas se junta con los egos de algunos mandatarios que quieren demostrar su ascendencia entre sus colegas, aunque calculen que la duración de nuevos organismos será tan efímera que hasta ni logre cosas interesantes, ni reconocimiento, y tampoco acato.

Los gobiernos deberían preocuparse más de los problemas de sus territorios y sus gentes, y si es que de verdad encuentran coincidencias de problemáticas que les resulten comunes con otros países, atenderlos de manera exclusiva y asignándoles a las cancillerías tareas concretas, con recursos propios, y con plazos más razonables, pues lo contrario sería llenarnos de agremiaciones que respondan más a la emoción y coyuntura del momento para correr el riesgo de que gobiernos posteriores las liquiden porque no les reporten réditos políticos.

A América le quedó claro que Unasur es Chávez, es Maduro, como claro le quedará que si se concreta el tema de Prosur, esta será la respuesta de Iván Duque, así se le coloque como su segundo apellido el de Sebastián Piñera de Chile, y de inmediato se le calculará su vigencia hasta que la Casa de Nariño de cabida a un inquilino de izquierda.

No…esto no es un juego. La credibilidad en las instituciones parte de la motivación que las crea, y por supuesto la seriedad que sus miembros le pongan para que cumpla con la tarea, y también de que periódicamente pasen al frente a responder cómo se están manejando, y si van o no en la dirección correcta.

Desde 1948 tenemos una OEA, a la que además antecedieron hechos tangibles desde 1826 de la mano del Libertador Simón Bolívar  con el Congreso de Panamá, y 1889 con la Primera Conferencia Internacional Americana para resolver desacuerdos;  esa misma organización ha soportado las arremetidas  de algunos gobiernos de sus países miembros, y ahí sigue, entonces porqué y para qué pensar en una Prosur? Sería mejor fortalecer a la que ha mostrado resultados, a la que surgió de motivaciones altruistas, a la que ha asistido a gobiernos que respetan los derechos humanos y que maduran en la incorporación de valores democráticos. La región sí necesita organismos multilaterales por problemas de seguridad, por la resolución de conflictos limítrofes, por atención a problemas sociales como el de la emigración de miles de venezolanos…claro está que los necesitamos también para hacer alianzas comerciales con mínimos de equidad y para atender problemas sanitarios, y por eso mismo vano es hacer creer que a más organizaciones, mayores probabilidades de resolver dificultades.

Unasur se conformó pensando en usurparle protagonismo a la OEA, y de que Prosur sea una realidad, lo será para opacar a aquella, a Unasur, todo lo que mal empieza, mal termina.

Norman Mesa Lopera

Comunicador Social de la Católica del Norte Fundación Universitaria. Activista de la cooperación como herramienta de crecimiento social y observador apasionado de la política. Las discusiones las termino con un silencio reflexivo.