Al dejar de esforzarse por ser sociables, las personas también comenzaron a descuidar otros aspectos de su personalidad como: superar la timidez y demás inseguridades, ser amables, corteses, románticos, sinceros y si se quiere “humanos”
En épocas pasadas, encontrarse con el amor significaba una experiencia netamente personal y sensorial. Una persona podía hallar el amor a través de algún evento social, un tercero o un encuentro casual con alguien, donde siempre había una interacción personal y a su vez, esta interacción, suponía una experiencia en la que se mezclaban los sentidos. Por ejemplo, si un sujeto asistía a una fiesta con sus compañeros de la universidad y una persona en el lugar le interesaba, necesariamente, tenía que haber una interacción personal para poder conocerla y simultáneamente, una experiencia sensitiva; es decir, había una comunicación verbal (experiencia sensitiva), quizás tenían algún contacto corporal por medio del baile (experiencia sensitiva) o quizás tenían algún encuentro sexual (experiencia sensitiva nuevamente). En pocas palabras, sin la experiencia personal y sensorial, no podía haber comunicación entre dos sujetos y por supuesto, sin comunicación, no podía existir el amor. Sin embargo, con el arribo de Internet y las nuevas tecnologías, la interacción personal y asimismo, la comunicación entre las personas comenzaron a cambiar. Muchos jóvenes de la generación llamada “millenial”, tal vez recuerden páginas y plataformas virtuales como MSN, MySpace o incluso Hi5, eran las primeras redes sociales y servían para interactuar con otras personas, hacer nuevas amistades y encontrar pareja. Pues bien, gracias a ellas, la interacción social se trasladó a Internet y dejó de ser necesario tener una experiencia personal y sensorial – al menos inicialmente- para entablar una comunicación con alguien. Al eliminar la barrera de la interacción social, o mejor, al tener una interacción virtual, surgió un nuevo concepto de lo que se entendía anteriormente como amor, el “amor virtual”, un amor impersonal y evidentemente, menos exigente para la psicología de los sujetos, pues ya no tenían que esforzarse por ser sociables. Al dejar de esforzarse por ser sociables, las personas también comenzaron a descuidar otros aspectos de su personalidad como: superar la timidez y demás inseguridades, ser amables, corteses, románticos, sinceros y si se quiere “humanos”. Pero esta nueva forma de amor no sucedió de un momento a otro, fue todo un proceso que prácticamente, tuvo sus inicios desde que se creó Internet.
Al principio, la única página que logró tener una gran cantidad de usuarios fue MSN, pues las páginas especializadas de citas eran rudimentarias o tenían pocos usuarios. No obstante, MSN no estaba diseñada especialmente para conseguir pareja, por lo que con el paso del tiempo fueron surgiendo nuevas páginas como Badoo donde la gente podía conseguir una pareja a su medida; era como ir a un supermercado, escoger un producto y comprarlo. La página logró ser demasiado popular (principalmente en España) y el problema dejó de ser que las personas no consiguieran pareja, sino que la consiguieran y se marcharan. Además, la gente que conseguía pareja mediante Badoo no se sentía orgullosa de ello, no era un tema del que se pudiera hablar con los demás. Fue entonces cuando llegaron los teléfonos inteligentes al mercado y las primeras aplicaciones para obtener pareja. Estas primeras aplicaciones, prometían conseguir el amor desde la comodidad de la casa, los interesados sólo debían crear un perfil, subir una foto y hacer una breve descripción de su persona. Pero la falta de usuarios siguió siendo un problema y las personas las abandonaban al poco tiempo. Sin embargo, todo cambió cuando surgió Tinder, actualmente, la aplicación de citas más popular del mundo, una aplicación que modificó por completo la industria del amor virtual. El objetivo de su creación fue meramente comercial y se convirtió en un hito publicitario. Para asegurar una gran cantidad de usuarios en el momento de su creación y que las personas no se sintieran avergonzadas por usarla y encontrar pareja, decidieron crear las llamadas “Fiestas Tinder”, donde invitaban a los chicos y chicas más apuestos y populares de diferentes universidades de Estados Unidos y les pedían que descargaran la aplicación en sus celulares para poder asistir (ver video). La aplicación permitía georreferenciar a los usuarios que estaban cerca, ver las fotos que habían subido y decidir quién era atractivo y quién no. El éxito de Tinder fue tal que se convirtió en la aplicación de citas con mayor cantidad de usuarios y el grupo Match.com que es ahora su dueño, cotiza en la bolsa. Tinder, logró cambiar totalmente el modo en que interactuamos y conseguimos pareja, al punto de que una de cada cinco parejas en el mundo se conocieron por medio de una aplicación de citas (parejas que se conocen por internet) y aplicaciones para gay´s como Grindr tienen hasta seis millones de usuarios (El amor en los tiempos de Gindr).
Curiosamente, el éxito de Tinder y las demás aplicaciones o redes sociales que sirven para tener pareja se basa en la fragilidad de las propias relaciones, o dicho de otro modo, se basa en el fracaso del amor virtual. Al permitir que las personas escojan pareja como escogiendo un producto, las personas se convirtieron en el producto mismo y el amor se volvió más impaciente, inflexible, estricto, banal, impersonal, efímero, irreal; en definitiva, un amor desechable que está condenado al fracaso y que obliga a las personas a seguir escarbando en las diferentes aplicaciones una y otra vez. El sociólogo Zygmunt Baumant llamó a esta forma de amar, el “amor líquido”, un concepto que define la fragilidad de los vínculos humanos y que no es exclusivo de las relaciones que se generan a partir de Internet, sino, que incluye a la mayoría de las relaciones de la actualidad. Por su parte, Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz describía una sociedad del futuro donde las relaciones emocionales habían sido reemplazadas por simples encuentros sexuales, cuya única utilidad era satisfacer los deseos carnales del ser humano, pero que no lo comprometía emocionalmente con otros individuos. ¿Será acaso que nos hemos transformado en la sociedad que Huxley describió en su obra y vivimos en “un mundo feliz” ?, ¿será que sólo vemos al otro como un receptáculo que llenamos y luego vaciamos cuando nuestros deseos sexuales están completamente satisfechos y por ese motivo, las relaciones afectivas de nuestra época son tan inestables?, ¿podemos hacer algo por el amor o debemos sentenciar su muerte? Y de ser así, ¿cómo concebir una sociedad sin la magia que sólo el amor puede brindar?