Es inevitable, por mucho que queramos hacernos los de la vista gorda, ignorar las actuales situaciones por las que atraviesa el país, que irrumpen sin consideración como bestias recién liberadas. Victoria Camps en su libro, El gobierno de las emociones, subraya que la indignación es la falta de consideración, el no reconocimiento de lo que uno es, el ser tildado de inferior, el ser anulado o, sencillamente no ser visto; esta definición de indignación que es más personal y se refiere al valor que le concedemos a la actuación de los otros hacía nosotros, en este momento se podría dejar de lado y mejor tomar la indignación social como una respuesta válida y natural ante la desgarradora tragedia de Fundación o ante las actuaciones sucias y deshonesta de una candidato sin vergüenza que ferea lo que le toque sólo por conseguir que su patrón ocupe de nuevo el trono perdido .
Y cómo no sentirla, si estamos en una sociedad intolerante y deshonesta que pone incluso en burla el sufrimiento de los otros. Nos encontramos inmersos en el ambiente político más ruin, detestable y mentiroso, nos vemos envestidos por un candidato que ante los afanes de su marionetero guerrerista desconoce adrede la institucionalidad y juega con los intereses de un país a su amaño, claro está acolitado por nosotros; aunque debo decir que esa relación del chuzado que chuza tiene mucho de cortina de humo, pues nos tiene embelesados mientras asuntos como la salud, la educación o la situación del campo realmente pasan a ser un pie de página.
Y es así como la política que por esencia no sólo es el arte de gobernar sino de dirigir los intereses colectivos se ve mancillada y sometida a una lucha de egos y apuestas de quien cae más bajo por llegar a ser el inquilino de Palacio. Y como si no fuera suficiente con la tragedia de Fundación un joven indolente usando sus redes sociales vuelve el dolor de una familia y por qué no, de un país en el festín de lo inhumano. Él no estaba obligado a sentir dolor o repudio ante una situación que se pudo haber evitada si no hubieran tantas irregularidades (indignante que nadie se haya tomado el trabajo de verificar datos tan simples como la revisión técnicomecánica). Sin embargo, una muestra de humanidad y respeto es el solidarizarnos con el padecimiento del otro, (aunque eso quizá no lo entienda él ni los medios de comunicación de este país que volvieron sus trinos en el hecho noticioso del momento)
Finalmente, como lo plantea Camps que considera la indignación social como una buena forma de reaccionar ante la ignominia, y como una muestra de salud moral y social. También se debe subraya que esta como todas las emociones está sometida al tiempo, y como si fuera poco al olvido. Y quizá para el domingo olvidemos las actuaciones de un candidato mentiroso y sin escrúpulos y lo veamos peleando por su recompensa por haber sido una buena marioneta en el acto de querer ser presidente. De cara al dolor desatado por la tragedia de los niños incinerados no queda más que decir que tal vez veamos un muro de conmemoración con fotografías de estos que con lo bueno que somos para olvidar no vamos a saber que paso allí.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn2/t1.0-9/10258519_10203285180786737_5031276030650176337_n.jpg[/author_image] [author_info]Alejandro Brand Román. Estudio Filosofía en la Universidad de Antioquia, he participado en distinto eventos académicos a nivel internacionales como ponente, miembro del semillero del Derecho Internacional Económico Facultad de Derecho y Ciencias Políticas UdeA. Trabaje en Semilleros de emprendimiento Gob. Antioquia. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]
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