“Eliminar la estigmatización está en nuestras manos, no podemos seguir produciendo un personaje ilustre por cada tres o cuatro adocenados.”
Luego de que se conocieran los resultados de la Consulta Anticorrupción, llegó la tusa electoral y con ella, llegaron los reproches y señalamientos. En las redes sociales, el culpable parecía ser uno solo: Antioquia, una vez más, Antioquia; el departamento que para muchos, es la oveja negra de la nación. ¿Las razones? Son muchas y no vale la pena mencionarlas, todos las conocemos. Cabría preguntar más bien: ¿Somos culpables los antioqueños de los principales problemas que afronta el país?, ¿en verdad somos el cáncer de Colombia?, y lo más importante, ¿cómo sería Colombia sin antioqueños, en realidad, mejoraría o por el contrario, empeoraría, o estaría igual?
Sería bueno responder todas estas preguntas usando fuentes teóricas o cuando menos, hipotéticas, y darles una respuesta afirmativa o negativa a quienes nos señalan a través de las redes sociales. Que tal entonces si hacemos el intento y nos eliminamos del mapa por un momento, hagamos el ejercicio de borrar nuestra existencia e imaginarnos cómo sería la historia reciente de Colombia sin antiqueños. Supongamos que Pablo Escobar y sus lugartenientes nunca existieron ni Carlos Castaño y por supuesto, ni Álvaro Uribe Vélez. ¿Se habría salvado el país del flagelo del narcotráfico, del paramilitarismo y del uribismo (o cualquiera de sus manifestaciones fanáticas y populistas) o al contrario, habría otros actores armados y otros demagogos que no hubiesen germinado de estas tierras y que de igual manera hubiesen propagado estos males? Por otro lado, si quitamos a los antiqueños del camino, también tendríamos que quitar al metro, al cúmulo de empresas que se han creado en el departamento, a los 119.946 miles de millones de pesos que le aporta Antioquia al PIB del país, lo que equivale al 13, 19 por ciento, el segundo con mayor aportación (tomado de El Tiempo) y al aporte en exportaciones que representó en el 2017, el 18 por ciento del total que se generó en el país (tomado de El Colombiano). Sin estos recursos, ¿cómo manejaría Colombia sus finanzas, hacia qué sectores encarrilaría su producción y por ende, su economía?, ¿tendría metro Bogotá o alguna otra ciudad? Finalmente, sin antioqueños, el país se hubiera perdido de tener personajes célebres como Fernando Botero, Juanes, Gonzalo Arango, Débora Arango, Porfirio Barba Jacob, León de Greiff, Tomás Carrasquilla, Manuel Mejía Vallejo, entre otros. Aunque es innegable que en muchas regiones de Colombia existen y han existido figuras destacadas en la ciencia, las artes, la música y la literatura, ¿no es acaso innegable también que sin el aporte de estos personajes habría un gran vacío en la cultura colombiana?
A pesar de que realmente, no tengo una respuesta contundente para cada uno de estos interrogantes, considero que la estigmatización no es la solución para corregir los daños irreversibles que hemos causado, debe ser la cultura y la educación los únicos remedios para curar la ignorancia que afronta nuestro pueblo y que lo hace caminar hacia las urnas como borregos o repetir cadenas falsas en Whatsapp que algún contacto les reenvío o afirmar descaradamente que “Uribe es el mejor presidente de la historia, duelale a quien le duela”, etc., etc. Y si lo que digo suena a utopía, que hable por mí entonces El Carmen de Viboral, que a pesar de haber apoyado en su momento a Uribe, al no en el plebiscito y a Duque, se despertó del letargo, abrió sus ojos y asistió a las urnas el domingo para votar a favor de la Consulta Anticorrupción, superando el umbral y obteniendo el mayor porcentaje de participación en todo el departamento. Se preguntarán algunos de ustedes, ¿y qué tiene que ver la educación y la cultura con todo eso? Les respondo: el municipio cuenta con una sede de la Universidad de Antioquia, un Instituto de Cultura y un parque educativo que brindan formación y actividades culturales constantemente, un festival internacional de teatro que cuenta con reconocimiento a nivel nacional, un festival de rock, un festival de música andina, un foro anual de filosofía, un premio nacional de poesía, entre otros. Es muy simple, la ignorancia alimenta al ego y el político a ambos, no les sigamos dando de comer. Si los habitantes de El Carmen pudieron hacerlo, ¿por qué los demás habitantes no? Eliminar la estigmatización está en nuestras manos, no podemos seguir produciendo un personaje ilustre por cada tres o cuatro adocenados.