Confeso admirador y seguidor incondicional del hoy Senador Álvaro Uribe Vélez, tengo de él un inventario de frases de las que echaré mano en su momento como abrebocas de distintas columnas. En cualquiera de las situaciones que le correspondió atender a Uribe como Jefe de Estado, le llamó la atención a sus ministros en público para que fueran más generosos con la prensa en sus cuestionamientos: “no hagan que los medios tengan qué sacarles la información con ganzúas”, les insistió. Es que la prensa por momentos es vocera de toda la sociedad, y hay verdades de los gobiernos que si no se es transparente, se desdibujan tanto, que a la gente terminan oliéndole mal.
Bueno…eso en lo nacional, pero vayámonos a local que es lo que me apasiona. Con la llegada de profesionales de distintas disciplinas a los concejos municipales, se ha despertado en esas corporaciones la vocación por una de sus funciones, tal vez la que le es más natural: la del control político. Esa figura, debidamente reglamentada es la que permite a la corporación como tal, o a bancadas que la conformen cuestionar hechos y acciones de la parte ejecutiva, solicitando información a secretarios de despacho. En el fondo, eso es lo que la ciudadanía expectante espera de los señores concejales cuando a bien tengan presentar un balance de su labor parlamentaria para cerrar su ciclo o para proponerse de nuevo al favor popular.
Siempre he creído que para quienes conforman la primera línea del ejecutivo, el hecho de ser llamados por el concejo al orden es una inmejorable oportunidad de lucirse, de congraciarse, de mostrar las bondades de cada uno como profesional y de defender su labor. En ese mismo orden, considero que cuando el ciudadano de a pie acude al concejo para que debata, explique o gestione con la administración una iniciativa, se configura de la mejor manera la conocida democracia participativa, que fue a la que nos envió la constituyente de 1991.
La sociedad entiende que por lo heterogéneo de los concejos, dado eso por la trayectoria, calidad, preparación e ideología de sus miembros, es imposible pedirles que piensen igual, entre otras cosas porque de ser así se estaría rubricando la frase de Walter Lipmann: “cuando todos piensan igual es porque ninguno está pensando”, pero pedir solidaridad de cuerpo sí es lo mínimo como para creer que la corporación toda está sintonizada con lo que es su tarea, y sobre todo, porque la cohesión es un mensaje externo muy saludable.
Hoy saludo con especial afecto a aquellos secretarios de despacho que miran sin recelo los llamamientos y cuestionamientos de sus concejos…y con mucho mejor afecto a aquellos concejos que miran con simpatía al ciudadano que tiene el tiempo y disposición de pensar en cosas buenas y se atreve a escribir. Unos y otros entienden el deber de actuar honesta y transparentemente, y han de saber que al pedir el voto, deberán presentar la escarapela que los acredite como buenos, diligentes, honestos y transparentes.
Para ponerle oficio a la frase con que recreé la introducción a la columna, déjenme que les aconseje a unos y a otros: la información que es pública, entréguenla generosamente al que corresponda sin que se necesiten ganzúas. Así entenderemos que las cosas se están haciendo de buena fe.