Abrir los ojos, ver la luz que inunda el nuevo día, remojar los labios, levantarse, traquear los huesos, desperezarse, sacudir el alma y seducirla, ver por la ventaja si llueve o el clima dilata, leer, escribir, dibujar, crear; nacer en definitiva ¿Será eso la vida?. Abrir los ojos, rascarlos duro para obligarlos a mirar el mundo sucio y congestionado, morder los labios, levantarse, lavarse los dientes, bañarse, estudiar y trabajar ¿Será eso la vida?. ¿Qué tanto morimos diariamente? ¿Qué tanto desangramos en lo arbitrario?.
Leí una entrevista a Tomás Carrasquilla, él con esa sencillez y delicadeza le dijo al periodista: “quien tenga facultad, que se muestre y se exponga como es él en realidad, no como lo quieran los demás; muéstrese con toda la sinceridad de su fantasía y de la emoción que la vida le produzca, sin procurar asemejarse a nadie ni diferenciarse de ninguno; sin preocuparse del público que haya de sentirlo o interpretarlo; sin pensar si está a la moda o anticuado. Habrá de tener en cuenta que cada espectador se impresiona también. La personalidad, la propia tendencia, la propia iniciativa, lo heterogéneo y especial de todo individuo, le dará rumbo”. ¡Qué palabritas! Tan sutiles y certeras.
Para sentir la vida en plenitud hay que morirse por momenticos o por lo menos hacer el intento, se siente rico porque luego la vitalidad vuelve para abrazar todo lo descolorido, lo invertebrado y nos da un aire que ni siquiera dios puede respirar ¡Sagrado!. Es que nos han cohibido de tantas cosas desde que en los tiempos antiguos en los que Carreño por ejemplo prescribe en su manual : “no tomaremos en las manos ni tocaremos otra comida que el pan destinado para nosotros.” Y por supuesto “no acostumbremos a llevar la mano a la cabeza, ni introducirla por debajo de la ropa con ningún objeto, y mucho menos con el de rascarnos. Todos estos actos, son asquerosos, y altamente incivilizados cuando se ejecutan delante de otras personas.” O sea que básicamente estamos destinados a no ser de ninguna manera, ni siquiera en lo más natural, lo gracioso es que para saborear la vida hay que hacer precisamente todo lo contrario a eso.
Late todo alrededor, y se limita el hombre a mirarse la nariz, pero esto es porque nos trajeron de otras partes ideas que esterilizan la cabeza de originalidad, nos dejaron en la orfandad intelectual, nos estamos nutriendo de culturas plásticas, de estilos prontos a la disminución de la especie, no se trata de ser retrógrados, se trata de saber consumir, es que somos de todas partes menos de nosotros mismos. La solidez del argumento es palabra ahogada, por eso somos náufragos esperando que llegue la vida, viviendo para sobrevivir y qué tal que eso sea todo el tiempo, por lo menos no mientras estemos vivos. Es triste pero también es cierto que hay un orden establecido donde el indicio de querer ser está sobre todo debilitado y aplastado, ser el aliño de otros con una etiqueta destructora es el fin de la sinestesia que es la vida.
¡Ay vida! Te hacemos sufrir tanto; somos fruta fresca, somos agua limpia pero sobre todo somos la cura al mal de la indiferencia; la política se convirtió en un aplauso, la revolución de ideas no está más en el paladar sino solo en la pelvis y la sabiduría en retórica de viejos. Exprimir la vida y tomarnos ese juguito delicioso que es.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-a-iad.xx.fbcdn.net/hphotos-ash3/t1/1656364_1408183376106190_338834949_n.jpg[/author_image] [author_info]Sara Botero Jaramillo Comunica y escribe, no le gusta escribir lo que ha hecho pero sí le gusta escribir ficciones, crónicas y ensayos. Entiende que la vida es un respiro y que por esa misma razón debe plasmarse en cualquier espacio del universo. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]
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