Para mí se hace bastante triste y doloroso ver cómo nuestra Matria ha estado sumida por décadas, si no por siglos, en un constante e inagotable desangramiento.
Pareciéramos una vasta masa de seres sin antepasados, con sólo un poco más de pasados bastante mediatos.
“Ciro y yo” es parte de la historia de Ciro Galindo y una vida rodeada por sufrimiento, por anhelos muertos y esperanzas asesinadas. Llorar con él, a muchas pantallas de distancia, es llorar con y por el dolor de una Matria que se mata con impermutable constancia y disciplina. Quizás es éste el destino manifiesto de un vástago que parece haber nacido para empeñarse minuciosamente en la elaboración de su propia muerte.
En este penoso camino ponemos muchas veces los ojos desde marcadas parcialidades en uno u otro actor del conflicto, nos quedamos mirando la historia de una, o quizás dos generaciones atrás, y atrincherados en la búsqueda de garantizar nuestra propia existencia seguimos derecho, como si la vida y el sufrimiento de muchos de nuestros compatriotas no importara mientras nuestra vida y nuestra aparente tranquilidad estén salvaguardadas.
¿Para qué la guerra?, me pregunto y me seguiré preguntando. ¿Para qué la guerra?, que se lleva hijos, familias, vidas enteras.
Cómo los Ciro, los Memín, los Esnéider, no acaban directamente con sus vidas. Cómo a los seres que «a donde quiera que han ido la guerra los ha encontrado», les quedan motivos para sonreír, y aún más, fuerzas para perdonar.
Gracias al Museo de Arte Moderno de Medellín por abrirnos sus puertas, extender cada mes su noche y aportarnos de esta bella manera al develar, y/o reconfeccionar, de nuestras propias distorsiones.
Y que sea esta la oportunidad para recordar que el próximo Viernes 29 de Junio se vuelven a abrir, bajo la modalidad de Aporte Voluntario, las puertas de un lugar que celebra 40 años acercándose cada vez más a la ciudadanía.