Lo difícil de una segunda vuelta entre dos extremos es que los que no estamos representados por dichos extremos, somos señalados arbitrariamente, pero es mucho más difícil intentar resolverse o resolver al país ante el próximo presidente. Ambos representan la demagogia y la tiranía.
Por un lado, Petro representa, con sus propuestas, el temor de herir a muerte la ya lastimada economía de nuestro país y el vicio déspota de la perpetuación del poder izquierdista en América: Chávez, Maduro, Evo y los Castro. Da miedo ver las banderas comunista que ondeaban ante el discurso de Petro junto a la bandera del M19, (un dato curioso, a pesar de los pesares no se ondean banderas del paramilitarismo en el uribismo) y la similitud del discurso con el de Chávez.
La frase devastadora “no se aprende de socialismo ajeno” nos hace entender que a pesar de que han sido cientos los que huyen de la dictadura socialista venezolana, lo que llevó a Petro a segunda vuelta es la ceguera de un pueblo indocto sin salvación.
Por otro lado, no bastó ocho años de gobierno Uribe ni los otros ocho años que han pasado desde que abandonó la Casa de Nariño para que este pueblo conociera el error que cometió al votar por Duque, a pesar de toda la evidencia. ¿Cómo podemos pedirle a este pueblo que mire a Venezuela, Cuba o Corea del Norte y que del socialismo solo se llega a la hambruna y la miseria si no fue capaz de aprender bajo su propio techo lo que se vivió en el uribismo?
Un dato curioso:
Ante el paso a segunda vuelta de Duque los uribistas repetían al unísono: “Y no, y no me da la gana, una dictadura como la Cubana”, pero el riesgo de quedarse con el extremo es que estamos, nuevamente ante la posibilidad de la perpetuación de Uribe en el poder.
Dios nos libre y nos ampare de todo lo que se viene ante estos dos extremos. Fiat voluntas tua, sicut in Caelo et in terra.