Cada vez que alguien me pregunta, ¿usted qué cree que va a pasar el 27 de mayo? tengo claro que existen tres tipos de respuestas. La primera no es otra cosa que la realidad, y aunque es muy etérea y tal vez simplista, es la realidad, cualquier cosa puede pasar el 27 de mayo. Desde elegir un presidente en primera vuelta hasta que el candidato que hoy las encuestas muestran en cuarto lugar pase a competir por la presidencia en segunda vuelta.
El sentir ciudadano en la calle, es muy distinto a lo que los políticos y sus campañas, ven en sus cuarteles. Muchos creen que Duque representa al uribismo y aunque esto no deja de ser verdad, el “pollo” como lo llamaron en campaña, es el candidato que mejor encarna lo opuesto a Juan Manuel Santos, el presidente con los números mas bajos en popularidad de los últimos tiempos. Iván Duque es el candidato que simboliza el NO del referéndum por la paz; es un candidato joven que escucha mucho y habla lo que la gente quiere oír; además abraza, canta, baila y juega fútbol. Así que creo que la gente tiene en primer lugar en las encuestas a Duque, porque además de representar al uribismo, representa el cambio. No el cambio en la forma de hacer política. El cambio de un gobierno que no logró estar en sintonía con la ciudadanía colombiana.
Luego está la posibilidad de que Petro logre una votación que sorprenda a los colombianos. Y aquí de nuevo se equivocan muchos cuando creen que el “progresista” sólo representa el socialismo del Siglo XXI; aun cuando es el candidato de la izquierda desdibujada que lidera Nicolás Maduro en la región. A Gustavo Petro, la mayoría de sus seguidores, lo siguen porque que ven en él la posibilidad de arrebatarle el poder a los de siempre, de ir en contra el establecimiento y por la lucha de clases que pregona. Petro ha logrado lo que muchos colombianos creíamos imposible: que un exguerrillero que participó de una u otra forma en el holocausto del Palacio de Justicia de 1985, tuviera posibilidades democráticas de llegar a la Casa de Nariño.
En este lote también está Germán Vargas Lleras, el de la experiencia, el del carácter fuerte, el de las casas, vías y acueductos, el que fue víctima de atentados de la guerrilla, pero también el del coscorrón, el vicepresidente de Santos y el candidato de los políticos tradicionales. Esa mezcla rara entre lo que la gente quiere y odia a la vez, pone en duda el paso a segunda vuelta que su campaña dice tener en el bolsillo, gracias a la maquinaria. Tenerla es un plus que todos quisieran, pues el día de la elección son los políticos los que saben sacar el mejor provecho a tan sólo 8 horas de trabajo, sin embargo, lo que no sabemos es sí cuando el ciudadano este solo en el cubículo votará con la razón o con el corazón. Si la aguja se mueve por la razón, Vargas podría llegar a segunda vuelta fácilmente.
Fajardo, quien creí había aprendido de sus errores electorales del pasado, también tiene sus posibilidades, aunque en esta campaña haya cometido muchas más equivocaciones que en el 2010. El profesor al que muchos ven como un candidato incapaz de decisiones y sentar posturas, es quien mejor representa el perfil de la generación de los millennials, que hoy en el país pueden llegar a representar casi el 40% de la población y quienes hoy, son los que elevan la discusión política en las redes sociales y espontáneamente en la calle. La gran pregunta es: ¿A Sergio Fajardo le va a pasar lo mismo que la Ola Verde de Mockus hace 8 años, que no tuvo la fuerza y la organización el día de la elección?
Y por último está De La Calle, el candidato con mayor aplomo de todos, pero quien considero se quedó por fuera de los candidatos con posibilidades de lograr algún triunfo el 27 de mayo. Haber sido el jefe negociador del gobierno con las Farc, los errores de su partido de hacer una consulta por fuera del calendario electoral formal y la división interna por el poder liberal contra el gavirismo, llevaron a que su campaña nunca despegara. Intentó hacer acuerdos con Fajardo y con Petro, pero no lo logró. Desde la barrera creo que, Humberto De La Calle sabe que ya no tiene posibilidades.
La segunda respuesta tiene que ver con la percepción. Y aquí juegan un papel importante las encuestas, las alianzas, los debates, las redes sociales, las plazas públicas y los medios de comunicación.
Las encuestadoras están de capa caída desde hace un buen tiempo en nuestro país, simple y llanamente porque en vez de leer el presente ahora quieren adivinar el futuro. Hace un año se rasgaban sus vestiduras diciendo que el ganador sin duda era Germán Vargas Lleras, en octubre ya cambiaron sus apuestas por Sergio Fajardo, en enero daban como ganador a Gustavo Petro, en marzo el espaldarazo fue para Iván Duque. Y ahora que estamos a pocos días de la elección, nos dicen que haciendo una mezcla de metodologías presentan un modelo de pronóstico con una gran respuesta: cualquiera puede ganar.
Luego están las alianzas, que empezaron con la Coalición Colombia, donde ellos mismos dicen, que sus diferencias entre sí son obvias; le siguió la mezcla del liberalismo con la izquierda bogotana para hacer la fórmula De La Calle – Clara, luego vino el Yo con Yo de Mejor Vargas Lleras con Cambio Radical, y después de las elecciones parlamentarias se desató la lucha por conseguir aliados, costara lo que costara aunque sean con sus antiguos archienemigos como el caso del uribismo con Viviane Morales o el de Vargas Lleras con la U de Roy y Benedetti. Pareciera que las alianzas en esta contienda electoral se resumen a aquella famosa frase monárquica colombiana: “hombre con hombre, mujer con mujer, del mismo modo y en el sentido contrario”.
Los debates. Los famosos debates que sólo ven los miembros de las campañas, los políticos y los que ya tenemos definido nuestro voto. Estos se conjugan con las redes sociales, las nuevas ágoras de nuestra sociedad donde discutimos quien ganó o quien perdió el debate. Quién se equivocó o quién logró la mejor respuesta. Y de aquí salen los nuevos discursos políticos convertidos en memes para las cadenas de WhatsApp y lograr pescar en río revuelto algún voto que aun no este definido, no con propuestas de su candidato preferido, sino con errores y temas negativos de los contrarios.
No se podían quedar atrás las mediciones “a cálculo de ojo buen cubero”. ¿Quién llena más plazas públicas? Con o sin transporte, con o sin alimentación, con o sin show. Lo importante es que las imágenes que nos muestren las campañas los lugares se vean llenos y a reventar. Y Pareciera que entre Vargas Lleras y Petro se están haciendo moler por llevarse este premio que contrasta con las versiones de las encuestas. Aquí les quiero recordar a los “cuberos” que plaza llena no significa urna llena, si la movilización del día de la elección no está estratégicamente planificada.
Y en los temas de percepción no podrían quedarse por fuera los medios de comunicación. Quienes perfilaron como quisieron a los candidatos. A Iván Duque el de las canas pintadas y como el títere de Uribe; a Gustavo Petro el de la izquierda y el de la pésima administración de Bogotá; Germán Vargas Lleras como el coscorrón y el de la maquinaria política; a Sergio Fajardo el que no toma decisiones ni partido y quien busca sus respuestas en Google; A Humberto De La Calle el de las polas con los muchachos y el del tinto con el profesor, pero sin ningún resultado en ambos escenarios. Hoy ningún medio de comunicación se atreve a dar por sentada una victoria de alguno de los candidatos.
Y mi última de las tres respuestas a la pregunta inicial, pasa por lo que mi corazón y mi razón quieren para el país. El 27 de mayo debería ganar el candidato que sea capaz de poner orden a los problemas que tiene el país, poniéndole tatequieto a los que quieren hacerle conejo a la paz, liderando con experiencia todos los proyectos del gobierno para que las cosas se hagan bien hechas, trabajando en los temas que los colombianos necesitamos para vivir mejor, y logrando el fin de la polarización entre el uribismo y el santismo. Yo quiero que gane el mejor. Todos sabemos quién es el que más nos conviene. Yo votaré con la aguja acercándose a la razón más que al corazón.