Mi voto será por Petro

A pocos días de la primera vuelta presidencial, hay dos fenómenos que han ido aflorando cada vez más en esta campaña. El primero es que son cada vez más los colombianos que entienden que un eventual triunfo de Iván Duque conllevaría un regreso al pasado, no tanto por él, sino por su mentor político, Álvaro Uribe, quien ya gobernó el país durante ocho años y cuya administración dejó sendos legados de impunidad. Son muchos los columnistas que han venido describiendo –con rigor y sin pelos en la lengua– el clima de violencia y zozobra que ronda a este expresidente.

El segundo fenómeno está relacionado con el efecto que la candidatura de Gustavo Petro ha suscitado en los medios de comunicación. Tuve el privilegio de estudiar en el exterior, lo cual me permitió tomar distancia de la realidad social de Colombia. Fue a través de este distanciamiento como me di cuenta del rezago que vive el país en materia de debates políticos. Entendí que el conflicto interno colombiano no solo dejó cuantiosas pérdidas humanas, sino que también trajo consigo la estigmatización y el desprecio por un conjunto de ideas que aún hoy se consideran peligrosas por haber sido asociadas a la izquierda. Esto no es tan evidente para las generaciones que nacieron después de la década de los 80, época en la cual se fraguó el exterminio de la Unión Patriótica.

El exterminio físico de aquel partido de izquierda tuvo unas implicaciones culturales profundas, una de ellas que esta no hubiera alcanzado nunca una voz fuerte y decisiva en la opinión pública por no haber tenido acceso a los medios masivos de comunicación. Actualmente, en la esfera pública, son muy pocos los periodistas, columnistas o formadores de opinión que adoptan una postura política progresista. No me refiero a los que hacen uso de los medios alternativos, sino a los que aparecen cada vez que abrimos el periódico o cuando prendemos el radio y el televisor. Muy pocos cuestionan esta falta de pluralismo informativo porque se presenta como un hecho normal. No estamos acostumbrados a oír voces alternativas; quienes piensan diferente son ridiculizados y tildados de mamertos o fanáticos.

Otra característica de este conflicto es que afectó solo una parte de la población, la más pobre, la más alejada de los polos de desarrollo del país. Puedo afirmar que en las grandes ciudades, muchos vivimos sin saber que había un conflicto y, del 2002 al 2010, escuchando que vivíamos bajo una amenaza terrorista.

El conflicto interno, por haber afectado solo algunos de los sectores más desfavorecidos, no impidió que una clase media y media alta se expandiera. Claudia López es un excelente ejemplo de movilidad social ascendente por medio de la educación: una mujer hecha a pulso que, con un poco de suerte y educación, terminó siendo candidata a la vicepresidencia de Colombia.

La educación es fundamental, sin duda, pero no es lo único. La educación sin tener en cuenta la estructura social, como lo hace la llamada Coalición Colombia, es un discurso vacío y reproduce las mismas desigualdades sociales que dice querer erradicar. Niega la existencia de las clases sociales y cree que hay un proceso de elevación unívoca de la población en la jerarquía social. Su campaña tiene un marcado sesgo voluntarista y está dirigida solo a ciertos sectores: sus videos proselitistas, el apoyo de la farándula, el que su candidato pueda hablar durante horas sin decir nada concreto y que esto no sea cuestionado en los medios sino que, al contrario, sea visto como algo divertido u original son un indicio de que esta es una campaña pensada desde y para un determinado sector.

Dos proyectos alternativos se disputan hoy la presidencia: el de la Coalición Colombia, enfocado hacia un electorado de clase media y media alta al que el conflicto y la pobreza no ha afectado de manera tan directa como lo ha hecho con el electorado del proyecto de la Colombia Humana, éste más consciente de los problemas del país; problemas de los cuales la mayoría de los medios no hablan y por lo tanto mucha gente desconoce.

Por otro lado, a Vargas Lleras y De la Calle se les dificulta representar una política renovadora por ser la continuación de las que se han impuesto hasta ahora en Colombia.

Así, por contraste, el proyecto de Petro marca un hito en la historia de Colombia. Es un hito porque en el histórico contexto de desarme de la guerrilla más antigua de América Latina, su proyecto trasciende las reformas necesarias para que el conflicto no se repita. Al poner como centro gravitacional de su política la vida, razón de ser de la Colombia Humana, nos invita a pensar en el futuro de las próximas generaciones; en el cambio climático; en la sostenibilidad ambiental; en las energías renovables; en la democratización de la tierra; entre muchísimos otros temas que conciernen a una mejor calidad de vida y un mejor país. Por eso, mi voto será por Gustavo Petro. Porque ya es hora de que todas las voces puedan ser escuchadas sin que eso implique el temor a ser estigmatizado o asesinado. Porque ya es hora de abandonar los eufemismos y llamar las cosas por su nombre.

SARA TUFANO en El Tiempo.

Sara Tufano

Italocolombiana. Socióloga de la Universidad de París 7, con una Maestría en Sociología de la Universidad de São Paulo. Se ha especializado en el estudio del conflicto armado colombiano y de los procesos de paz desde una perspectiva histórica.