Segovia es un municipio del Nordeste Antioqueño. Cuenta con una población de 45.000 habitantes aproximadamente. Su principal renglón económico es la Minería.
La violencia siempre ha estado a las puertas de este municipio. Genocidios, masacres y homicidios selectivos han ocupado gran parte de la historia de Segovia. En 1988, una arremetida de un grupo armado dejó el saldo de 43 personas asesinadas. Años más tarde, el 22 de abril de 1996, otro episodio similar se dio en los barrios La Paz y El Tigrito. La guerra y el terror continuaban para esta comunidad minera. En 1998, los habitantes del Corregimiento Fraguas, Machuca, fueron víctimas del terror de la guerra. Una arremetida que dejó a su paso más de 40 muertos.
Por otro lado, los homicidios selectivos siempre han sido el pan de cada día en esta comunidad. Las bandas criminales y el microtráfico son en este caso los protagonistas, en la búsqueda de controlar “las plazas”, son muchos los jóvenes que son asesinados, los mismos de los cuales no se tienen estadísticas reales, ya que para la administración municipal no es conveniente que se conozcan las cifras reales de tales homicidios.
Sin embargo, sé que aquellos compañeros que hoy ya no están con nosotros no solo los asesinó un grupo armado al margen de la ley, no solo fue un arma, una o dos persona; fuimos muchos quienes los asesinamos. Ellos murieron por culpa del Estado, representado en el Gobierno Nacional, Departamental y Municipal. Ellos fueron asesinados por el Presidente de la República, el Gobernador de Antioquia y el Alcalde de Segovia, y también fueron cómplices los Congresistas, Diputados y Concejales. Estos son los principales responsables de estas muertes. Por corruptos; porque no les importa el desarrollo integral de las comunidades, porque no se preocupan por invertir en programas sociales, ya que la mayor parte del tiempo están pensando en su “tajada”, su bienestar. Porque el dinero que debería llegar a los territorios para invertir en educación, empleo, cultura, familia, se queda (la mayor parte) en sus bolsillos. También porque lo único que piensan es en hacer obras que se vean, para ganar más adeptos y quedar como “los mejores”. Porque solo piensan en ser reelegidos y subir sus pupilos al poder. Porque “hacen y hacen” pero nunca hacen lo que deberían hacer para generar transformaciones estructurales. Porque otros, como muchos de los concejales en Segovia, hoy están buscando la manera de conseguir un puesto en una mina, otros están pendientes de recibir su parte de los puestos que ya adquirieron, y otros están buscando tener contratos para conseguir su “sevellé” y de control político REAL, poco, poco.
Por otra parte, ellos, nuestros jóvenes y demás personas que hoy están en un cementerio, también fueron asesinados por las organizaciones sociales que “defienden” los derechos humanos. Fueron asesinados por sus miembros, muchos de ellos que piensan que “hay lugares con peores problemas” y por ello, los esfuerzos que se hagan para esta tierra minera sería infructuoso, y por tal razón se concentran en otras zonas. Ellos, quienes devalúan la vida de nuestros segovianos, que esperan que hayan masacres o genocidios para poder entrar a “hacer algo” también son culpables.
Asesinos también somos la sociedad en general. Todos quienes habitamos el territorio segoviano también somos cómplices. Nuestra indiferencia acabó con sus vidas. Somos asesinos por callar, por mirar hacia otro lado, por ignorar lo que pasa, por no protestar, por no objetar, por no proponer. Por seguir en nuestras casas encerrados en y con nosotros mismos, simplemente viendo la tele y vivir el día a día y su cotidianidad. Por decir: “por algo lo mataron”, por exigir que sean pavimentadas las vías en lugar de pensar en la inversión social. Por conformarnos con el pan y con el circo. La indiferencia nos mata, mata a nuestros vecinos, conocidos y familiares.
Un ¡adiós! a mi gente que hoy ya no transita las calles de nuestro pueblo, un lo ¡siento! a sus familiares, un ¡basta ya! a los asesinos directos y un ¡despierta! a la comunidad segoviana.