Dios salve a Timochenko

FOTO: SEMANA

Cómo podría olvidarse a un hombre que sembró tantas cenizas. ¿Qué frutos espera recoger “Timo” ahora que tiene la oportunidad de lanzarse al ruedo del escrutinio público?

Sin escatimar en gastos, que se infiere de la enorme cantidad de vallas que pululan en el país con el rótulo de “Timo Presidente con la fuerza del Común”; podemos ver a un Timo con una sonrisa bastante abierta, rutilante y bien encajada, que hace juego con la barba tipo ancla que luce de forma galante por estos días, cuando el país ha entrado en la batalla por el relevo y la alternabilidad presidencial.

Sonrisa, que, por cierto, los colombianos no habían tenido la oportunidad de ver antes. Antes se había visto, sí, a un insurrecto auscultas en las selvas de Colombia bramando con la muerte. Antes, sí, se tenían noticias de las violaciones, muertes y secuestros ejecutados por una “organización social” denominada por sus siglas Farc, patrullas especializadas en doblegar voluntades y arrastrar a cuanto vulnerable encuentre en el camino.

Aunque antes también se recordaba como iban engordando los expedientes en los juzgados, contentivos de condenas, que sumadas, llegaron a contar 452 años —más o menos cuatro siglos y medio— de solicitudes para ser privado de la libertad. Rosario de delitos, que antes de ser indultado, se desgranaban con desdén. Pese que, todavía, penden en La Corte Penal Internacional, 16 condenas por asesinatos, secuestros, toma de rehenes, desplazamientos forzosos y reclutamientos de niños; claro que allá en La Haya, y a merced de su nuevo nombre, si aparece su nombre de pila: Rodrigo Londoño Echeverry, dado por sus padres, Arturo Londoño y Elisa Echeverry, cuando nació el 22 de enero de 1952.

Pero bueno, el caso es que ahora Timo, como desea que lo llamen en lo sucesivo —nombre nuevo, lustroso, lacónico y más agradable a los oídos—, está rozagante y con otros bríos. ¡Y enhorabuena! Porque el pasado viernes 02 de febrero tuvo que hacer acopio de toda su energía porque le tocó salir corriendo, imantado con guardaespaldas y miembros de la fuerza pública, al ser fustigado y sorprendido de forma orgánica por un tropel de habitantes, en Armenia, que le gritaron sin cesar.

Después de ver a Timo en este trance, es dado pensar que se le acumularán más reclamos y sobresaltos. Como en efecto se están replicando, uno detrás del otro, en varias ciudades del país. Vistos los hechos, nada le garantiza a Timo que las aguas estanquen. Aunque esta tesitura ya será asunto de sus asesores de campaña electoral, que les tocará remangarse las manos y ponerse creativos afín de atenuar los hechos con argumentos retóricos, o cosas tan persuasivas como estas: “La campaña de desprestigio que se hizo por más de 50 años tiene esas consecuencias. Es comprensible que la gente tenga prejuicios, pero poco a poco llevaremos nuestro mensaje y cambiaremos esa impresión. Estamos por la reconciliación, no más odios”.

Ahora lo que le queda al camarada Timo, y a su grupo de asesores, es darle utilidad el tramposo eslogan cubano: “convertir este revés en victoria”.

Pero algo está ocurriendo por estos días, y con lo que no contaba Timo, y la maquinaria cubana. Algo que no se veía en el horizonte. Algo que no se atisbaba. Que se creía perdido. Un bien inmaterial, ubicuo y vivo, llamado: memoria.

Dios Salve a Timochenko de la memoria. Esa que no es pasado y que no es futuro, pero que siempre está allí, en el centro de todo. La memoria es presente. La memoria es lo que acontece hoy, y para infortunio de los forajidos, la memoria es permanente, quizá, y bienvenido sea el símil, como la Corte Penal internacional; tribunal que fue erigido por las Naciones Unidades para hacer memoria, para juzgar crímenes de genocidio, de guerra de agresión y de lesa humanidad, y para colmo de los forajidos, no es, ni la memoria ni La Corte penal Internacional, fluctuante, no ondula con emociones, no es acomodaticia con ardid políticos y tampoco ofrece indultos amañados.

Pero algo habrá de reconocerle al camarada Timo. Algo hizo. Algo se ha transparentado en su aventura por la candidatura presidencial que lo pone ante nuestros ojos y que pone en evidencia un despertar que se creía reposando o perdido: la memoria.

Dios salve a Timo de la muchedumbre.

Dios salve a Timo de la turba.

Dios salve a Timo de los desenlaces y destinos bajos.

Dios salve a Timo de La Corte Penal Internacional.

Dios salve a Timo de la memoria.

Giancarlos Areiza

Escritor y humanista egresado de Universidad Central de Venezuela. Especialista en audiovisuales, de la Escuela de Cine y Televisión.