Paisas: de collar de arepas, que conocen el mar o cultores

Foto: Diego Collazos

Serie: Paisas

Desde los años de la jupa estamos acostumbrados a mirarnos todo el tiempo el ombligo para saber quiénes somos, dónde estamos y para dónde vamos, y no está mal. Lo paisa es un indicativo que nos rige la existencia. Para la muestra, solo viajar, solo escuchar, solo andar Antioquia, la vigente y la pendiente, la rural y la metropolitana. Estamos acostumbrados a que nos definan por lo que hacemos y decimos, y en el país, Latinoamérica y el mundo, tienden a meternos todos en el mismo costal, cosas buenas y malas se repiten incansablemente por doquier, y se nos generaliza. De mucho hay para sentirse orgullosos, y de las otras vainas que suelen lavarse en casa nos toca hablar más. Polarizados siempre hemos estado: la violencia, la fortuna, la corrupción,  la familia, la malicia, la mamá, la ignorancia, la religión, el plebiscito, el matrimonio, la queja, la súplica, la ilegalidad, la rectificación, la administración, la pobreza, el poder, la enfermedad, la constancia, la guerra, la cultura.

Como paisas nos identificamos con rasgos culturales relacionados con el uso del lenguaje o las costumbres, y nos matizamos en muy variados gustos, experiencias, anécdotas y tradiciones. Nos auto-referimos según nuestra forma de vivir lo paisa, y evidenciamos ese estatus o condición –si es que existe- según figuras de carne y hueso, gorra, porte, presencia o carriel, que reivindicamos; mujeres y hombres paisas, de las vidas públicas, personales e históricas, que parecen paisas, lo fueron, que deberían ser o dejar de serlo: de ejemplo, respeto, modelo. Modelamos, a los y las paisas nos gusta el modelaje. En la estética, los hábitos que hacen costumbres, y la costumbre que hace tradición, y la tradición añoranza de barrio o pueblo o vereda, de cuando todo fue mientras el mundo siguió andando. Hasta ahora nada nuevo sobre cualquier pueblo del mundo, pero espere y verá.

Unos son fervorosos agitadores de sus propias concepciones, otros costumbristas de distintas épocas; conservadores no creyentes, y malos curas también. En Medellín hay de todo, hasta pa’ tirar pal techo, y eso lo sabe cualquiera, si no se le consigue, diría el comerciante o el varado momentáneo buscando oficio. Por eso quiero jugar a polarizar, para ver si podemos rescatarnos, enmendarnos o inmortalizarnos lo paisa. Somos arquetípicos, pero también estereotipos, discriminación, intolerancia, inconsecuencia y extremismos, de nosotros para nosotros. Fabricantes de envidias, traficantes de odios, cultivadores de miedo. «El hacha del antioqueño y el caballo de Atila serán en adelante en la historia los símbolos definitivos de la desolación; con la sola diferencia de que Atila asolaba para saquear y los antioqueños para sembrar maíz. Y saquear ha continuado siendo un magnífico negocio, en tanto que sembrar maíz no ha dado nunca los gastos» dijo Efe Gómez (http://bit.ly/2xHv3u6). Pero identificarnos nos aclarará, expurgará lo necesario. Nada le convendría más a narciso que ser privado del espejo, redirigiendo su obstinación por su propio reflejo a la interacción con los otros. Viéndose en los ojos de otro, Narciso sería otro: el Narciso bello y los otros que acceden a su belleza.

Permítaseme decir que en un saco no cavemos todos los nacidos en Antioquia o en otros departamentos colonizados desde el oriente y suroeste antioqueño; o los de ascendencia y descendencia; comelones de arepas, quesito, frijoles, parva y mecaticos varios; trabajadores, políticos, deportistas, rebuscadores, tradicionalistas, vivos, verracos, cultores y andariegos que nos representan, avergüenzan o destacan. Los costales diferenciadores de paisas y narcisos que propongo son: paisas de collar de arepas, paisas que conocen el mar y paisas cultores.

Paisa de collar de arepas.

Es aquel que vive, se reproduce y muere en su tierra, o pegado a ella desde la distancia. Si se va es para hacer fortuna y volver, siempre crítico. El pasado pudo ser mejor pero es mejor que ahora. Con influencia ya sea en las inmediaciones del área metropolitana del Valle de Aburrá, o en cualquiera de los ciento veinticuatro municipios de Antioquia, o hasta los paisas del eje cafetero, del norte del Valle del Cauca, del Tolima y hasta donde se coman frijoles cargamanto o bola roja de todas las maneras habidas y por haber. Se alimenta bien, se trabaja, reposa, sobremesa, algo, almuerzo familiar y el domingo dedicado a la casa. Este paisa no considera paisas a los otros paisas, porque la añoranza del terruño, la pujanza, pujar la bonanza, y la verraquera -dedicados y juiciosos como son- los hace propensos al lucro, al poder, a la influencia y por tanto a la exclusividad, en igual número de cuantas cacharrerías, tiendas, todo a mil, dos mil, cinco mil, diez mil, empresa o negocio haya en cuanto lugar de Colombia, e incluso del exterior, visitado alguna vez por un paisa verraco. Si no venden, ofrecen, si no, producen, si no piden prestado, pero nunca se fía, se presta lo que se necesite, pero nunca se fía, ni se hacen negocios con los amigos para no perderlos, y se pagan las culebras para que no le anden cobrando y le vuelvan a prestar. Sacudir el pulguero, culebrear, y tomar chocolate pa’ pagar deudas. Lo que dé apenas para los gastos es vender huevos para comprar huevos, pero cada moneda va sumando al saco. Muerto de hambre ninguno, lo tuyo es mío, lo mío de la familia y con mi familia no se mete nadie. Resignación es sinónimo de sabiduría. Lo que opinen no importa, lo que digan resbala, pero las apariencias son ventanas y los favores puertas. La pinta no hace al santo, pero la facha sí lo degrada en el trato.

Malas vidas tienen casi todas las personas, pero en Medellín uno tiene muchas vidas, según los muertos que lleva en su memoria o en las manos del apellido o en el prontuario de la zona; según los tragos, o los saludos, o las ofrendas hechas. Si hay que cambiar se cambia, pero siempre para echar raíz. La doble moral en unos se bifurca, y hay de cuatro o cinco personalidades, eso sí moderadas, disfrazadas o contadas para unos pocos selectos. Perversiones por doquier, juicios, incriminaciones y advertencias. Los dogmatismos radicales de un allá brumoso, ineludible pero lejano, son incompatibles con el deber ser tradicional de lo que se entienda por nosotros: la rectitud, el filo, la pujanza y la violencia que nuestros mayores nos dejaron por herencia. Pero ante todo la familia, la tierra, la autoridad y la moral. Se educan si lo ven necesario y los míos nunca serán últimos y bregarán a estar primero. Se educa con principios, se aprende corrigiendo y se corrige porque se corrige. Las cosas se ganan o se pierden. Pujar la bonanza: pujanza. Muchos, buenos y malos son los paisas de este saco. Unos tienen más arepas que otros en el collar, que se pone de un cuello a otro como legado laborioso; otros de lo puro paisas que son, se las comen con mantequilla y sal, y otros, los que más, los putas, le echan hogao, leche cortada o no comen arepa.

Gibran Mouarbes Giraldo

Psicólogo y director del Laboratorio de Teatro Universitario de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en salud pública y psicología anormal. Miembro de la Unidad Nacional de Artistas UNA, del Colegio Colombiano de Psicólogos COLPSIC y director del Teatro en Cuarentena Latinoamérica TECU.