El mito difundido asegura que los animales son mejores a las personas en un aspecto moral, en el sentido de que los seres humanos somos malvados…
El mito recurrente de “los animales son mejores que las personas” corresponde más al pensamiento generalizado de los ‘mascotistas’ y no precisamente del pensamiento animalista, no obstante, la retórica de los mitos difundidos por la corriente animalista (inclúyase a veganos, vegetarianos y demás activistas) sugiere una visión angelical hacia los animales, por lo que he querido añadir este mito a la corriente animalista.
El mito difundido asegura que los animales son mejores a las personas en un aspecto moral, en el sentido de que los seres humanos somos malvados: destruimos el medio ambiente, asesinamos a nuestros iguales, violamos, torturamos y tenemos guerras. Para esta visión el humano es intrínsecamente maligno, y en cambio los animales presentan, supuestamente, un sentimiento de bondad y agradecimiento, el ejemplo más cercano es el perro, al que se le atribuye valores tales como el amor, la bondad y la fidelidad.
¿Realmente los animales son mejores a las personas? analicemos la situación:
Yo tengo un perro que se llama ‘Duff’, él siempre está cerca de mí, cuando salgo de mi habitación hacia la sala de la casa él se va detrás de mí, si de la sala voy a la cocina Duff se levanta y me sigue de nuevo. Si lo regaño, y si tal vez lo reprendo por revolver en el suelo los papeles del baño, en un par de minutos seguirá moviéndome la cola y siguiéndome por toda la casa sin protestar. Ahora vamos a suponer que a Duff le comienzo a hablar de los problemas de la vida cotidiana y yo dé por hecho que me comprende y no me juzga por mis defectos, y ahora le llamo “perrijo” en lugar de ‘mascota’ puesto que ahora vendría a ser como un ser querido que me escucha, no me juzga, ni me protesta. Tal vez el lector asuma que Duff es un perro noble y fiel. Pero quienes asumen este rol y le atribuyen dichas cualidades a un animal tienen un par de defectos que señalo a continuación: intolerancia y poca autoestima.
Esta persona prefiere a los animales porque sabe que ellos no le protestarán si un día vota por X o Y candidato político, si le coloca la camisa de su equipo de fútbol preferido o si comete ciertas equivocaciones en su vida amorosa o laboral, su intolerancia hacia otras personas es tal que llega a preferir la compañía de un animal que en realidad es indiferente si su equipo fue eliminado del campeonato o si su candidato de preferencia ganó la elecciones, tal vez por baja autoestima y desde luego por intolerancia no soporta que alguien diga que X candidato no representa verdaderamente la solución para el país o que su equipo de fútbol preferido fue eliminado del campeonato porque no sabe ganar ni defenderse, no tolera las necesidades y opiniones de otras personas y no tiene las cualidades o el interés suficiente para comprender al prójimo, por lo que prefiere la sumisión de un animal y que desde un punto muy antropocentrista decide atribuir injustamente cualidades que solo poseen los seres humanos.
Los animales no son moralmente mejores a las personas, es verdad que en nuestra especie han existido diferentes barbaridades, pero también suceden en el reino animal: antes de nacer, el tiburón toro devora a sus hermanos, se canibaliza. Los leones alfa matan las crías de otros machos, el picozapato mata a su propio hermano ante la indiferencia de sus padres y en el año 2014 fue registrado por la ciencia el primer ‘asesinato’ entre orangutanes.
Pero no sería una idea descabellada sino una injusticia asumir que estos animales son malignos o que Duff es noble, ¿por qué? los animales no son agentes morales, y el intento de ‘demostrar’ la moralidad en los animales quedó corta y simple, recuerdo esta frase que vi un día leyendo en internet; “existen humanos humanistas pero no animales animalistas”, puesto que es verdad que no tienen valores ni antivalores, y no distinguen entre el bien o el mal.
Algunos para excusar los actos malvados de algunas personas, en una forma de relativismo aseguran que la moral solo es una construcción de la sociedad, pero la realidad es que la sociedad lo que determina son las costumbres, el comportamiento de un individuo frente a una cultura pero no la moral.
Así dijo el filósofo bogotano, Nicolás Gómez Dávila “el relativismo es la solución del que es incapaz de poner las cosas en orden”. Conversando en una ocasión con una amiga sobre el tema presente me dijo que los animales sí pueden distinguir entre el bien y el mal, puesto que por ejemplo Duff no hace sus necesidades fisiológicas en la mitad de la sala de la casa, ya que sabe que aquello es malo. Pero un perro ha aprendido lo que le gusta o no a su amo, de la misma manera que en la vida salvaje el macho omega no come hasta que el macho alfa no haya terminado de comer, no porque defecar en la sala o comer primero sea subjetivamente malo para estos animales, sino que su instinto de supervivencia se lo dicta.
Dice Jaume Perich “el perro es el mejor amigo del hombre… que le da de comer”. Hace varios siglos el hombre y el perro comenzaron a convivir, y para sobrevivir el perro abandonó las selvas para adaptarse a las habitaciones estrechas de nuestros apartamentos, es un despropósito asumir que los perros y en general los animales son mejores a las personas, cuando en realidad se trata de una adaptación genética para sobrevivir. El tiburón toro, el picozapato, el perro, no son malos ni buenos, son solamente animales, animales no humanos incapaces de ejercer una moralidad.