Este Fin de semana durante el Super Bowl, el mayor espectáculo deportivo de los Estados Unidos, se transmitieron varios comerciales, entre ellos el de Coca-Cola y Budwiser, los cuales atacaban la política migratoria de los Estados Unidos, y que la mañana del Lunes, a través de una carta, encontraron respaldo dentro de la comunidad de CEO’s de Silicon Valey los cuales son en su mayoría inmigrantes o descendientes de inmigrantes.
Sin embargo, como lo ha mostrado en las apenas dos semanas que lleva en el poder, esta no ha sido su única guerra y por el contrario ha atacado en varios frentes : México, China, Irán y Alemania, por citar los más amplios frentes del nuevo inquilino de la casa blanca. En este sentido frente a China diarios como The Economist, han alertado sobre las implicaciones en la estabilidad global las promesas de confrontación comercial que el señor Trump ha lanzado hacia el gigante asiático. Lo anterior, no solo tendría repercusiones geopolíticas, sino también tendría un profundo impacto en las cadenas de suministros de compañías alrededor del mundo, que utilizan estos mercados con el fin de llevar a cabo sus actividades comerciales.
En segundo lugar frente a México, la “guerra”comercial prácticamente declarada a través del discurso proteccionista del señor Trump, ha profundizado la devaluación del peso mexicano frente al dolar y ha hecho que el presidente Nieto, antes en una posición consiliadora, se haya movido hacia una línea más dura con el mandatario estadounidense lo cual, sin duda, le ha dado más motivos al nuevo inquilino de la casa blanca para arremeter frente a su vecino del sur. A esta creciente tensión entre los dos gobiernos, los mexicanos han respondido haciendo un “boicot” a las marcas norteamericanas que de tener éxito, haría que la presión de los propietarios de negocios estadounidenses se trasladara hacia algunos políticos en Washington para que las medidas que se tomen frente a México fuesen un poco más suaves.
Dentro de este grupo de empresarios, el sector más expuesto a un enfriamiento de las relaciones entre México y Estados Unidos es el de gas natural el cual, ha aumentado sus exportaciones hacia México en un 250% desde finales del 2009, pasando de alrededor de 1 billón de pies cúbicos por día a 3,5 billones de pies cúbicos por día a lo que va del 2017. Sin embargo, pesar de que en el corto plazo la capacidad de la economía mexicana de sustituir el gas natural estadounidense por la de otro socio comercial sería baja e impactaría negativamente su aparato productivo, en el mediano plazo el país Azteca encontraría fácilmente nuevos socios comerciales, tanto en términos de sus importaciones de gas, como para las exportaciones que perdería ante un eventual arancel del 20%. Esta capacidad de sustitución a mediano plazo se debería principalmente, al mercado potencial que se abre con el acuerdo Transpacífico de Cooperación (TPP).
Finalmente frente a la Unión Europea y en especial frente a Alemania, el recién llegado a la casa blanca ha comenzado a abrir otro frente de batalla al dar el visto bueno a la salida de Gran Bretaña de la unión de aduanas europea, lo que junto con el acercamiento de Washington y Moscú, ha despertado inconformismo y preocupación en Bruselas y en Berlín. Fue hacia este último gobierno hacia dónde el señor Trump enfiló baterías al señalar que el gobierno Alemán, devaluó artificialmente su moneda al pertenecer a la unión monetaria y de esta manera, hacer más competitiva su industria frente a la de los países de la periferia.
Estos frentes de batalla que ha abierto el señor Trump antes de hacer a Estados Unidos grande de nuevo, harán exactamente lo contrario: hacer a Estados Unidos un país, que si bien seguirá siendo relevante en la economía y política mundial, menos poderoso en la escena mundial causando de esta manera, y contradictoriamente, que China se consolide como una potencia militar, económica y política, signos que quedaron plasmados en el discurso del presidente del gigante asiático en donde se declaró “amigo” de la globalización y al tomar el liderazgo del TPP. En este escenario, las economías latinoamericanas han comenzado también a virar hacia la cuenca del Pacífico, que ahora miran como un mercado internacional con menos restricciones rebalanceando así, la tradicional influencia norteamericana en esa parte del mundo.
Es de rescatar que si bien el señor Trump se está comportando hacia el exterior de manera proteccionista, hacia el interior lo está haciendo de manera sumamente liberal, promoviendo rebajas de impuestos, la abolición del obamacare y la desregulación financiera cuyos primeros pasos se están dando lentamente en los pasillos de Washington. Sin embargo, a pesar de que estas medidas han tenido un impacto positivo en la confianza de los inversionistas y consumidores norteamericanos, está por verse los impactos de la nueva política exterior estadounidense sobre los salarios en el mercado laboral local, los insumos de producción y sobre el consumo de los hogares ya que en primer lugar, al prescindir de la mano de obra no-cualificada, semi-cualificada y cualificada que proveen los inmigrantes, harían que los salarios aumentasen lo que junto con el encarecimiento de materias primas producto de altos aranceles a importaciones, menguaría, y posiblemente superaría, las ganancias que traería la liberalización interna repercutiendo finalmente, en los precios de los bienes y servicios norteamericanos.
El comercio internacional es sin duda un juego en donde las partes involucradas ganan al permitir que la base de la riqueza, un flujo de mayor cantidad de bienes y servicios, se expanda a través de la productividad y la especialización. Sin duda las intenciones del señor Trump para sus conciudadanos son buenas sin embargo ha tomado el camino equivocado para darle un mejor futuro a los estadounidenses. Como diría Smith: “Nunca he visto muchas cosas buenas hechas de los que pretenden actuar en bien del pueblo”