El discurso de Trump, además de ser agresivo y polémico, es también apocalíptico. Parte de la idea de que todo está mal, y que sin él, todo será aún peor. Por eso utiliza frases como “Make America Great Again”. Porque logró convencer a través de su discurso que America está muy mal, y que de dicho apocalipsis él es el único mesías: sólo con él las cosas volverán a estar bien.
Hace tiempo escribí una columna cuando Donald Trump todavía no era la opción concreta para el partido republicano en las elecciones presidenciales de mañana. Ya lo es, y podría estar a un día de ganar el cargo más poderoso del mundo. Recuerdo que en esa columna hacía una analogía en broma con Biff Tanen de la trilogía de películas de los ochentas “Regreso al futuro”, porque en una parte de dicha trilogía gracias al enorme poder económico de Biff, éste se vuelve el líder incondicional de la ciudad.
En esa ocasión expliqué que el ascenso de Trump hasta estar a punto de ser la opción republicana no debía sorprender puesto que se debía a algo muy simple: era la muestra de que con un discurso agresivo y llamativo que mayoritariamente se centra en causar polémica, en hacer caer a los otros candidatos y en aprovechar las cortinas de humo; es muy fácil ascender rápidamente y permite que las demás personas confíen ciegamente en él. En su momento dije que era un método que, peligrosamente, funcionaba muy bien. Y no me equivoqué: Trump ahora está a un día de poder alcanzar la Casa Blanca.
¿Y por qué no debe sorprender el ascenso de Trump? Sencillo: porque si el Estado Islámico está mostrándole a punta de atentados a los países que no tienen un real control sobre su territorio, personajes como Trump aprovecharán para decir que en su gobierno no habrá Estado Islámico refiriéndose a medidas represivas como generar más vigilancia sobre las personas, especialmente las que se vean provenientes del Oriente. Preocupa, porque por diversas ONG’s como Amnistía Internacional ya está más que probado que esto sólo conducirá a graves violaciones de derechos humanos, susceptibles de ser dirigidas a graves delitos como las ejecuciones (recordemos los casos raciales en que algunos policías matan a afros).
También sucede que si los estadounidenses creen que su economía está cayendo, personajes como Trump aprovecharán para decir que por tener gran experiencia en el mercado, la economía crecerá mucho (y que incluso haya personas que incrédulamente hagan una analogía de Estados Unidos como una “gran empresa” que debe funcionar en un mundo de mercado y vean a Trump como el “empresario”).
Otra cuestión sería por ejemplo que el hecho de que con la salida de Barack Obama todavía estén presentes problemas como el desempleo o la crisis del sistema de salud, personajes como Trump aprovecharán para decir que la institucionalidad dirigida por los demócratas (o también incluso por los que eran sus contrincantes republicanos) sólo traería más desigualdad y que en su gobierno se podrá recuperar la estabilidad de todos estos indicadores.
Evidentemente todo esto son cortinas de humo. El discurso de Trump, además de ser agresivo y polémico, es también apocalíptico. Parte de la idea de que todo está mal, y que sin él, todo será aún peor. Por eso utiliza frases como “Make America Great Again”. Porque logró convencer a través de su discurso que America está muy mal, y que de dicho apocalipsis él es el único mesías: sólo con él las cosas volverán a estar bien. En realidad, históricamente esta estrategia es propia de los que con el paso del tiempo se convierten en caudillos, totalitarios o dictadores; y aunque por las condiciones del siglo XXI es muy poco posible que Trump se convierta en un autoritario de Estados Unidos, sí es posible que él sea uno de esos presidentes que considere que su opinión es la única que vale.
Mi gran duda de esta idea siempre será determinar qué hará que “America” sea “great again”. ¿Construir otro muro más?, ¿Hacer funcionar a Estados Unidos como una “gran empresa” en donde hay personas que ganan menos de un dólar diario y no tienen dinero para pagar sus bienes y servicios públicos esenciales, como la salud? ¿Confiar en la institucionalidad únicamente si está a su favor, como dijo con el resultado de las elecciones?
Considero que el hecho de que este método apocalíptico funcione tan bien es muy peligroso. Esto, porque la presidencia de Estados Unidos es un cargo muy importante: por ejemplo, representará la máxima autoridad del ejército mejor equipado y mejor preparado del mundo, incluyendo acceso a los códigos de lanzamientos de armas de destrucción masiva que muy pocos países tienen.
Es un cargo que tendrá la capacidad de nombrar un puesto de miembro permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el único órgano en todo el mundo capaz de imponer por su propia voluntad una obligación a cualquier Estado del mundo de hacer algo.
Es un cargo que estará al mando del manejo del dólar, una de las divisas de reserva internacional sobre la cual muchos mercados y países del mundo dependen: sus decisiones no sólo afectan personas al interior de su país, sino a su exterior.
Es un cargo que se tendrá que preocupar por el sentido de ayuda a países con un PIB per cápita diminuto; países que (como dijo Obama) esperarán que haga algo al respecto para no dejarlos caer más en su pobreza. Y podría nombrarles muchas cosas más, pero el espacio de una columna no sería el adecuado para eso.
Hay que tener en cuenta que elegir un presidente es tal vez una de las actividades más importantes que un ciudadano puede llegar a hacer y las cortinas de humo nunca darán buena espina. Siempre hay que saber que esa sola persona tendrá que ser pluralista (pues la política es eso, pluralismo), tener conocimientos en el manejo de las políticas públicas, de la economía, de relaciones internacionales, de saber ser diplomático cuando se debe serlo, de conocer la totalidad del territorio en donde se va a ejercer, de saber sobre estrategias militares, de saber que las decisiones nunca pueden ser extremas pues siempre habrá gente débil que se puede ver aún más afectada, de saber ofrecer un modelo de educación y salud adecuado, de saber establecer los lineamientos necesarios para ofrecer un servicio de subsidios, de saber modificar las normas jurídicas para que sean más adecuadas al contexto social, entre muchas otras cosas.
No sé ustedes, pero creo que esto ha llegado muy lejos. Que una persona así esté tan cerca de semejante cargo político deja mucho suspenso e intranquilidad. Sin embargo, a nosotros los hispanos sólo nos queda esperar que no elijan a alguien que por las actuaciones de una que otra banda criminal hispana, le dé por decir que la solución es generalizar el problema hacia todos en general y que direccione políticas públicas para la represión, como otro muro.