Sobra la publicidad que convoca a la marcha del 2 de abril, asunto que merece muchísimos comentarios en especial por el significado que tiene el sector político que convoca a la movilización recurra, como nunca, a la exageración, el drama y el patetismo para promover la solidaridad del país con su causa. La convocatoria del 2 de abril es un excelente termómetro sobre el avance del proceso de paz, difícilmente los esfuerzos políticos del sector que convoca serían tan ingentes si el proceso de paz no avizorara un pronto y exitoso fin.
La movilización convocada es una genuina marcha de resistencia, de una expresión política a desaparecer. Sin el enemigo político al centro del discurso la capacidad movilizadora del Centro Democrático y de su creador e inspirado Álvaro Uribe se verá menguada paulatinamente hasta reducirse a una pequeña secta de nostálgicos.
La popularidad de Uribe tiene que ver mucho más que con su carisma montañero y su mano dura, con su suerte, tuvo condiciones macroeconómicas que hicieron que por los azares de la economía algunos colombianos mejoraran sus condiciones de vida y se ampliara la clase media, de la que se compone el Uribismo.
Pero la verdad es que mientras países como Ecuador y Bolivia aprovecharon el Cenit económico para generar capacidad instalada y justicia social, Uribe se gastó las vacas gordas en guerra, una guerra por demás ineficaz porque pese a los inmensos costes de todo tipo que tuvo no logró acabar efectivamente con el enemigo.
Tiene Uribe tanta suerte, que cuando se mueve a la oposición a su contradictor en el gobierno – su ex ministro- se le estallan en la cara décadas de políticas económicas fallidas. Y éste último insiste en reproducir dogmas económicos de probada ineficacia sumando a la popularidad del ex presidente y de sus opositores en general.
El gobierno de Santos no ha sido precisamente una maravilla, la calidad de vida ha disminuido ostensiblemente no porque haya manejado la economía radicalmente distinto a su antecesor, en eso no tienen mayores diferencias, sino porque por el contrario de Uribe, Santos no ha tenido tanta suerte.
Sin embargo esa nube de popularidad se ha ido desgastando, sin poder no tiene más que nostalgia y sus áulicos se van a ir dispersando en otras fuerzas políticas a las que han pertenecido históricamente.
Yo deseo que la marcha de los uribistas sea especialmente exitosa, que termine y todos se puedan ir tranquilos para la casa, sin policías infiltrados, sin capturas injustas y sin agresiones de la Fuerza Pública. Que el Estado colombiano les dé una taza del caldo que nunca sirvieron cuando tuvieron la oportunidad de gobernar.
Celebro además que su movilización sea pública y política y deseo que se mantenga de esa forma; porque no deja de resultar especialmente doloroso que en lo que va del año pasen de 100 las víctimas que los paramilitares han cobrado a los movimientos sociales, que la movilización sea solo política es el deseo de todos los que queremos la paz y no que se convierta en una legitimadora populista de la barbarie.
Otro de los talentos que no pueden negársele a Álvaro Uribe es que ha sido el político colombiano que mejor ha combinado todas las formas de lucha. No puede perderse de vista que el expresidente es un actor de la guerra y que la reactivación pública del paramilitarismo es un riesgo muy fuerte para la paz y para los colombianos que no extrañaremos nostaligicamente la guerra.
La marcha del 2 de abril se convoca en contra de la posibilidad de que resolvamos nuestros conflictos con reglas democráticas y en condiciones pacíficas, es una marcha a favor del todo vale y su asistencia será un buen termómetro de que tan lejos estamos del tipo de civilización que muchos soñamos, en la que matar a otro sea indiscutiblemente una atrocidad.
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