Celebro que haya un día dedicado a reconocer las luchas de las mujeres. Decir que todos son días de la mujer es todo y nada. Una celebración puede ser cooptada por el mercado y permitir que feminicidas lleven sus sucias manos abarrotadas de flores y chocolate. Las cifras ponen en evidencia una violencia estructural en contra de las mujeres. El ser humano es una constante contradicción. Con la misma fuerza con la que hace posible un avance en la ciencia, desintegra su estructura moral [el sentido de lo bueno y la capacidad de compasión]. Hay hombres que también son violentados, acosados, asaltados, acusados, violados, perseguidos y estigmatizados. Las mujeres no son el único sujeto agredido; pero sí lo son en una cantidad muchísimo mayor. La sensación de sentirse vulnerable o padecer un acoso, entre hombres y mujeres, no es la misma. Su condición de mujer es el criterio definitivo para que la balanza se incline en su contra. Y como tal situación pareciera ser natural es lo que justifica la necesidad de exigir una revolución contra el status quo que las ha perseguido, las ha cosificado y las ha invisibilizado. Ese status quo es el esquema patriarcal de un orden social que ha definido de manera absoluta unos roles para el hombre y otros roles para la mujer. Distribución reduccionista que ha cerrado escenarios de representación en el campo de la filosofía, de la economía, de la ciencia, del arte, de la justicia, de la milicia, de la política.
Celebro que la pregunta por los derechos de las mujeres sea un punto cada vez más decisivo en la agenda pública. Es cierto que el feminismo tiene un espectro ideológico muy amplio; a veces complejo y con expresiones de discusión interna casi irreconciliables. Pero la esencia es una sola: asegurar un orden social de igualdad. Iguales oportunidades y total respeto en su integridad. En esa dirección, la lucha no debe excluir a los hombres; porque el horizonte de igualdad no es solo un fin sino el medio mismo desde el cual se edifica un relato y una estructura donde la balanza no se ponga en su contra por la sola condición de mujer.
La reivindicación de los derechos de las mujeres me ha permitido entender que sus luchas contienen un mensaje y un sentido mucho más amplio en el que la solidaridad resulta decisiva. Han propuesto una sociedad más humana y capaz para el amor. El discurso con perspectiva de género se ha banalizado como estrategia para relativizar un cambio que no tiene vuelta atrás. El camino recorrido no ha sido en vano. Hay un viento favorable en dirección a que sea una presidenta de la república la que tome posesión en el periodo siguiente. Queda claro que hay talante y capacidad de gestión para asumir un reto histórico en una sociedad que ya no puede sostener las puertas cerradas. Una lideresa está cerca, y en nombre de todas las mujeres su voz y sus denuncias tienen cada vez más eco en lo que la sociedad dice y hace.
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