“Las novelas La rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949) son sus novelas distópicas, fruto de sus experiencias en la guerra y de sus trabajos contra todo tipo de totalitarismo. La primera, muestra claramente el desencanto que sintió por las políticas del gobierno ruso de Stalin”
El 17 de agosto de 2020 se conmemoran los 75 años de publicación de la célebre novela La rebelión en la granja, de Eric Arthur Blair, más conocido por su seudónimo Georg Orwell, nacido en la India, cuando esta formaba parte del Raj Británico.
Al no poder acceder a una beca para estudiar, ingresa a la policía británica en Birmania, cultivando desde entonces un desdén por el imperialismo, lo cual se ve en sus primeras novelas, especialmente en Los días de Birmania. Ya en Inglaterra, vive necesidades económicas como maestro y como empleado, estas experiencias lo llevan a escribir la problemática de los obreros en Inglaterra. Combatió conta el fascismo en la Guerra Civil española, en donde es herido, es ahí donde reconoce el peligro que representaba el estalinismo para Europa. Durante la Segunda Guerra Mundial forma parte del ejército civil que apoyaba a los militares ingleses contra el nacismo. Escribió para algunas revistas tildadas de izquierda, por lo que fue vigilado por la inteligencia inglesa. Muere en 1950, a la edad de 46 años, víctima de la tuberculosis, adquirida posiblemente durante algunos de sus viajes a Francia.
Las novelas La rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949) son sus novelas distópicas, fruto de sus experiencias en la guerra y de sus trabajos contra todo tipo de totalitarismo. La primera, muestra claramente el desencanto que sintió por las políticas del gobierno ruso de Stalin.
En La rebelión en la granja los personajes son animales, representando así a diferentes estamentos del totalitarismo vislumbrado por el autor: los cerdos, que representan a los líderes revolucionarios; el caballo, símbolo de la explotación obrera; las ovejas, en clara manifestación a la masa analfabeta; los perros, las fuerzas armadas y la policía secreta; la yegua, la burguesía en decadencia; y el cuervo, a los líderes de la iglesia ortodoxa rusa.
Orwell creía que la revolución proletaria era canalizada por los líderes, utilizándola para su propio provecho, de tal manera que la pregonada igualdad nunca se logra, además el mismo autor afirmaba que: “La masa de personas nunca tiene la oportunidad de usar su decencia innata para controlar los asuntos, lo cual da espacio para la cínica idea de que los hombres sólo son decentes si carecen de poder”.
La revolución tiene diferentes matices, iniciando con un llamado inicial para revelarse contra los humanos; después de fallecer el líder, Napoleón, los sucesores van cambiando las normas, hasta terminar por crear una sociedad totalmente injusta y comportándose ellos mismos como humanos, hasta el punto de terminar caminando en dos patas y borrando la memoria, incluso la de la propia revolución.
Los cerdos terminan por parecerse a los humanos, con quienes terminan haciendo pactos, todos en clara traición a la revolución y en contra de los proletarios; su máxima aparece casi al final del texto, y que resume la crítica que hace el autor: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.”
Los tiranos siguen apareciendo en este mundo, los líderes aparecen como verdaderos mesías cuando se quiere cambiar el orden establecido; los centros que se replican como baluartes de la democracia, no hacen sino repetir la terrible historia de estos animales de la granja, donde unos desaparecen misteriosamente bajo el amparo de las autoridades, creando distractores, manipulando los medios de comunicación, aprovechando la inteligencia militar para “chuzar” a sus opositores. Nada lejana nuestra realidad a la imaginada granja del escritor británico, de ahí la vigencia permanente de este libro que es una crítica abierta a todo tipo de totalitarismos, provengan de donde provengan.