“Sentir hambre, perder el empleo, quebrarse después de haber construido un patrimonio a base de esfuerzos, experimentar la soledad o la compañía violenta. Con cuántas cosas no habremos tenido que enfrentarnos en silencio porque teníamos que ser fuertes, o a voces porque teníamos que pedir ayuda”.
En la historia universal y en los recuerdos de esta generación, el 2020 quedará grabado. Ya todos veníamos en marcha según los planes que habíamos trazado y las condiciones que nos rodeaban en el estudio, el trabajo, la familia y la vida cotidiana. Pero de un momento a otro tuvimos que frenar el acelerador. Las rutinas, las prioridades, los proyectos… muchas cosas tuvieron que cambiar, pero sobre todo nuestra percepción de una vida lineal, inamovible y forjada únicamente por nuestras propias decisiones.
Nos vimos cara a cara con el miedo y la incertidumbre de una crisis que a todos nos ha tocado, aunque sea de maneras diferentes. Para algunos las consecuencias han sido físicas, para otros mentales y emocionales, pero para muchos han sido las tres a la vez. Sentir hambre, perder el empleo, quebrarse después de haber construido un patrimonio a base de esfuerzos, experimentar la soledad o la compañía violenta. Con cuántas cosas no habremos tenido que enfrentarnos en silencio porque teníamos que ser fuertes, o a voces porque teníamos que pedir ayuda. Aunque todos los días vemos la crisis en forma de cifras e indicadores, nunca podremos realmente dimensionar su costo humano.
Pero el 2020 nos ha llevado más allá de los límites. Nos hemos dado cuenta que somos más fuertes de lo que creíamos, que la gratitud por el presente debe convertirse en la mejor plegaria, y que en medio de todo siempre habrán personas en la familia, en los amigos y en la sociedad dispuestas a ayudar y a ser solidarias sin esperar nada a cambio, simplemente la satisfacción de haber sido útiles y ocupar un lugar en este tiempo de la historia desde el servicio y el amor: los dos valores que nos permitirán resistir a cualquier embate de la vida por ser herramientas del corazón. Y no hay nada más poderoso que unir los corazones para salir adelante… más fuertes, más sabios, mejores humanos.
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