El 1 de mayo es uno de los poquísimos festivos, en Colombia, que no tiene origen eclesial o patrio sino cívico-social. Es el día de la reivindicación de un derecho esencial para la vida en sociedad. El trabajo es la utilización de la imaginación, de la fuerza física, de la operatividad o la creación en función de un quehacer a cambio de contraprestación. Dado que el sistema capitalista redujo la condición laboral exclusivamente a fuerza de trabajo por monedas, alteró, con el paso del tiempo, el orden de las cosas. El trabajo ya no incluye servicio sino rentabilidad. La elección de oficio se define según el poder adquisitivo a que pueda dar lugar. Las humanidades y las artes perdieron capacidad de oferta ante la demanda que exige la técnica, la tecnología o las ciencias exactas. La capacidad de asombro y el tiempo de ocio son vistos, por las leyes del mercado, como el refugio de los haraganes. El afán por maximizar ganancias y abaratar costos en la producción ha llevado a unas cuantas estaciones de desarrollo de inteligencia artificial a demostrar cómo una máquina sustituye con mayor precisión y fidelidad la producción a través de cual se puede prescindir de mano de obra masiva, sindicalizada, contestataria y desagradecida con quien le da de comer.
El 1 de mayo recoge el triunfo de movilizaciones pasadas que exigieron equilibrar la balanza entre empleados y esclavistas. Pero ahora hay nuevas banderas por izar. El reemplazo del hombre por una máquina podrá reproducir procesos en menor tiempo pero jamás podrá hacer que una máquina inspire. La máquina repite un libreto, entre millones de variables, pero no tiene autodeterminación, porque eso es un atributo exclusivamente humano. El mismo que se nutre del arte para reinventarse y hacer apuestas sin pensar en el salario. La celebración en el día del trabajo comienza a gestarse, como acto político, desde el momento en que se atiende el alma para escoger un saber. Una elección hecha sin pensar en salario. Una elección sin cálculos economicistas sino motivada únicamente por permitirse hacer aquello que llena plenamente. Mi saludo, este 1 de mayo, es para aquellos que han decidido ser fiel a sus sueños, ocupados de aprender por convicción para prestar un mejor servicio y que sienten que la recompensa a su servicio no se mide solo con dinero. Esos son los trabajadores que hacen la diferencia porque muestran que desde un oficio, vivido con mística, se teje una vida como una obra de arte.
John Fernando Restrepo Tamayo