Yo no voto en blanco

Ante la incertidumbre y la preocupación en segunda vuelta, el voto en blanco se presenta como una alternativa para aquellos que no ven reflejados sus intereses en los proyectos políticos de Gustavo Petro y de Rodolfo Hernández. Sin embargo, esta alternativa tan solo tiene un efecto simbólico que, de ganar, no generaría resultados.

Y es que la polarización, las estrategias políticas de hacer quedar mal al otro, los mensajes de algunos políticos que perdieron en la primera vuelta, las propuestas populistas, la poca coherencia entre la trayectoria política de los candidatos y su discurso y la imagen negativa que de ellos se construye en las redes sociales; motivan a algunos a considerar el voto en blanco como un mensaje de disgusto con las opciones electorales.

Pero esta opción no es más que un placebo. De hecho, de acuerdo con la Carta Política, el voto en blanco solo tiene un efecto vinculante en la primera vuelta; donde, siendo “blanco” el ganador de las elecciones, se debería repetir el proceso y los candidatos que pierden no se podrían presentar de nuevo. Caso contrario a la situación en la que “blanco” sea el voto ganador de la segunda vuelta, donde el efecto, más allá de simbólico, no generaría ningún resultado, otorgando el primer puesto electoral al segundo candidato con mayores votaciones.

Y sí, resulta reprochable que aún y con plena conciencia de la ineficacia legal del voto en blanco la Registraduría mantenga como una opción electoral esta alternativa. Pero la situación nos lleva a un campo más complejo que está relacionado con el deber que tenemos como ciudadanos de ejercer el derecho al voto en cumplimiento de los mandatos del sistema democrático. Porque, a sabiendas de que el voto en blanco no es una opción real, sería electoralmente irresponsable votar por una alternativa inviable, dejando el destino del país en manos de aquellos que sí tomaron posición.

Frente a estas afirmaciones, la única alternativa coherente es la de sumar y restar: analizando las propuestas, los perfiles de los candidatos, las experiencias pasadas en la gestión de lo público, la afinidad política y las necesidades que tiene la nación. Tomando una decisión que, si bien no corresponda del todo a los intereses que tiene cada uno, al menos represente la elección de un mal menor.

Es por eso por lo que no votaré en blanco, porque soy un convencido de que el país no se construye con el silencio ni con tibiezas y que nuestras decisiones tienen efecto real en la forma en la que vivimos como sociedad.

Manuel Andrés López

Abogado de la Universidad de La Sabana, Máster en Acción Política de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid.

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