Producto del debate entre el SÍ y el NO que se suscita en el país fruto del inminente plebiscito, muchos se han limitado a hacer arengas de un lado y otro, mientras políticos y medios de comunicación hacen sus apuestas.
En medio de la polarización algunos dicen que los acuerdos son una mentira, pues dicen que no puede haber paz mientras haya desempleo y las familias no tengan condiciones mínimas vitales, en los hospitales las personas se mueran por no tener seguro médico y haya niños en la calle. Parece que los requisitos de la paz se asemejan a esa utopía de la que hablaba Eduardo Galeano en “El derecho de soñar”, sin embargo vale la pena cuestionarse si estos reclamos son consecuentes con el actual proceso de negociación.
Es indudable que las necesidades sociales del país deben ser satisfechas y que se debe buscar los mecanismos para generar las garantías mínimas de supervivencia en un Estado que se define a sí mismo como “social de derecho”. Sin embargo cabe preguntar: ¿Lo que se negocia en la Habana es la terminación del conflicto armado con la guerrilla de las FARC? o ¿es la terminación de los conflictos sociales que aquejan a la nación? y ¿Es necesaria la solución definitiva de todos estos conflictos para poder hablar de paz?
Debemos entonces ir hacia atrás y mirar en concreto ¿Qué es la paz?, puesto que la perorata de los políticos y los canales de televisión solo logran confundir más a una masa que es pasional y fácilmente manipulable.
El diccionario define la paz como una “situación o estado en que no hay guerra ni luchas entre dos o más partes enfrentadas”, un abogado diría por su parte que es un principio y un derecho humano fundamental, y para otros la paz es sencillamente un acto que nace de la voluntad, una decisión. Para el campesino tal vez la paz sea poder volver a pescar de noche en aquel rio o simplemente regresar a casa, para el soldado será una noche de navidad entre las risas de la familia y las luces del árbol, y para el niño que vende dulces, un recreo pateando una pelota con sus amigos en el patio del colegio.
¿Está alguno de ellos equivocado? O ¿Es nuestro ego incontenible el que no nos permite reconocer las realidades del otro? Son nuestras circunstancias, nuestra individualidad y las carencias que tenemos, las que nos identifican con un concepto de lo que es paz, y si la paz es armonía, esa armonía depende de lo que cada uno de nosotros necesita para estar bien. Todo esto nos hace sentir que es necesario más que una firma para llegar a la tan anhelada paz, pero es esa firma la primera piedra que edificará un mejor porvenir para los colombianos.
Es cierto que terminar el conflicto armado con las FARC no acaba con los problemas que tenemos; también es cierto que este conflicto nos ha desangrado por décadas y no nos ha permitido sentarnos a trabajar en lo demás. Así las cosas, es necesario acabar con la opresión violenta que nos ata, para iniciar una nueva patria donde haya condiciones dignas de salud, donde no haya niños de la calle y los esfuerzos de todos se encaminen a tener un país con justicia social. No es fácil, es cierto, y hay un costo que pagar, pero hemos pagado un alto precio por la guerra y es preciso estar dispuestos a pagar el precio de la paz.
Nuestros miedos son el vivo reflejo del dolor que aún permanece, y la muestra de que estamos tan acostumbrados a la guerra que le tenemos miedo a la paz. Ahora tenemos una cita con la historia, porque en un país donde la guerra fue ley, hoy la paz es revolución.
[…] ¿Y qué es la paz? […]