…y está blandito

Jesus Ramirez

“Un capricho contrariado, mata”

Elena Garro**


La pasada semana llamada santa fue de dolor, no por la celebración de la anualizada fábula religiosa, sino por la infausta noticia de Lucho Herrera, acusado de mandar a matar sus vecinos por un pedazo de tierra. Horrorizado reenvíe la noticia a varios de mis contactos, muchos ni lo leyeron y unos pocos reaccionaron al píe del envío donde escribí: “estamos perdidos”. Me refería a la nación entera, a nosotros los colombianos, a los ciudadanos que inermes esperamos un nuevo signo de los tiempos, algo de los ineptos que nos han gobernado y gobiernan.

Una querida amiga me respondió: “qué horror, creíamos haber tocado fondo…”, con un emoji lacrimoso al medio de su respuesta. Le devolví su mensaje con el texto que titula este paño de lágrimas, sacado de una caricatura que hace años vi en un periódico y que nunca pensé se convertiría en el INRI de este país. En la viñeta sobresalían unas manitos y unas olas alrededor daban cuenta de alguien que estaba tapado por el agua o el cieno. Sobre la ilustración pendía un globito dentro del cual rezaba algo así: “Toqué fondo y está blandito”.

En 1984 vivía en Bogotá e invité a mis padres y hermanita mayor a conocer la Capital. Me acuerdo que era de mañana e íbamos por la carrera 7 y nos detuvimos en la vitrina de un almacén al lado de la iglesia de las Nieves, donde varios televisores trasmitían la etapa en la que Lucho Herrera, herido y sangrante, coronaba de primero la mítica montaña del Alp d´huez, en el Tour de Francia. Qué era esa alegría tan tenaz, qué orgullo ser colombianos, ese Lucho si nos representaba: berracos y luchadores como somos. Brincábamos de la dicha cuando un reportero de algún noticiero se acercó y preguntó a mi mamá por el triunfo de Lucho a lo que mi mama, en medio de su alboroto y espontaneidad le respondió: “estoy más feliz que si fuera un hijo mío”

Bueno, el teléfono de la familia en Medellín estuvo colapsado por las llamadas de familiares y amigos que habían visto a mi mamá Raquel en el noticiero. Y lo mejor fue que el domingo siguiente, Doña Carola, la señora que los domingos vendía morcilla en el barrio, le regalo a mi mamá un buen trozo, solo porque había salido en la televisión.

Si mi mamá viviera, Lucho sería otro huérfano en este país.

¿Quién nos salvará de nosotros mismos?

 

Medellín, abril 26 de 2015

*Abogado de la Universidad de Antioquia. Consultor independiente.

**Elena Garro, “Los Recuerdos del porvenir”. Ed. Alfaguara, Ciudad de México, agosto 2014

Jesus Ramirez

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