Es vergonzoso, indignante y triste que Medellín camine por la delgada línea de ser una de las ciudades más cool del mundo y que poco a poco se convierta en la “calle del cartucho” del planeta.
En la columna que titulé “A Antioquia, ¡nos la van a robar!”, publicada en febrero y en la que llamé la atención sobre esa idea que se teje en medio de los diálogos con Eln de dividir el departamento, hablé del potencial turístico que tenemos y las oportunidades de desarrollo que nuestras subregiones tienes si le apuntan a explotarlo de manera inteligente y sostenible.
Por supuesto, Medellín lidera las cifras de turistas que ingresan al departamento (Más 600 mil extranjeros no residentes en 2022). La capital antioqueña es la puerta de entrada por sus dos terminales terrestres y sus dos aeropuertos. Infortunadamente, Medellín también lidera un escenario dantesco y que por nuestro regionalismo tan marcado a veces dejamos pasar de largo: se ha convertido en el destino favorito de los consumidores de drogas y del turismo sexual.
¡Turismo sí, pero no así! Esa debe ser la consigna que la actual administración de Medellín tendría que aplicar ejecutando un plan de choque permanente que reduzca a su mínima expresión las escenas que cada día se observan por toda la ciudad.
Y es muy preocupante conocer casos de turistas extranjeros que hoy son habitantes de calle al sucumbir a las drogas, que por cierto se consiguen más fácil en ciertos lugares que un vaso de agua. Esto va de la mano de cifras que son escalofriantes: la mortalidad por cocaína en Medellín es tres veces mayor que la tasa mundial, según la investigación del Hospital San Vicente Fundación que se dio a conocer en enero de este año.
Mientras en Medellín mueren el 3,8% de los intoxicados, en el mundo es el 1%. Este estudio también confirmó que las afectaciones a los consumidores no se producen “solo a nivel de la mente y el cerebro sino también sobre el cuerpo, con compromisos para órganos como los riñones, el hígado, el corazón y el sistema nervioso central”.
Lo anterior hace parte de un sistema. La ciudad se ha posicionado como la cuna del turismo asociado al consumo de drogas debido al bajo costo y a su alta potencia, porque aquí mezclan todo con todo y en el caso de la cocaína esta puede tener cafeína, medicamentos que sirven para anestesia y hasta de uso veterinario.
No podemos permitir que Medellín siga convirtiéndose en una cloaca. La “Tacita de plata”, la “Eterna primavera”, la tercera ciudad más cool del mundo tiene que volver a ser ese lugar que nos llena de orgullo, en el que las calles están limpias y que le apuesta a la inversión social. El turismo que cada año deja una derrama millonaria requiere estrategias institucionales que lo potencien, para que la vergüenza, la indignación y la tristeza que hoy sentimos sean cosas del pasado y el orgullo de ser paisa, de ser antioqueño, nos haga sonreír y palpitar el corazón con mucha fuerza al responder cuando nos pregunten de dónde somos: soy de Medellín papá, a mucho honor.
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