“Un vasto número de los problemas de hoy y los del mañana merecen ser abordados por personas que guíen sus decisiones basados en un fuerte componente científico y de ingeniería”
Este siete de agosto se cumplieron 30 años desde que el liberal Virgilio Barco Vargas pisara por última vez la Casa de Nariño, tras servirle al país como Presidente de la República durante unos de los años más difíciles de nuestra historia (1986-1990). Dicho cuatrienio, fue sin lugar a dudas un período complejo tanto por el ascenso del terrorismo proveniente de los carteles del narcotráfico así como por el surgimiento de grupos paramilitares y el recrudecimiento de la lucha subversiva tras los fallidos procesos de paz durante el gobierno de Betancur. Hechos de violencia que opacaron sustantivos avances en diferentes frentes de gobierno, con una particularidad que quiero resaltar: sería la última vez que los destinos de Colombia eran regidos por un Ingeniero.
Egresado de la Universidad Nacional de Colombia y del MIT en ingeniería civil, Barco escaló rápidamente por diversos cargos de elección en su departamento, Norte de Santander. Luego fueron numerosos sus cargos en el orden nacional: senador, Ministro de Obras Públicas y de Agricultura durante los gobiernos de Lleras Camargo y Valencia, respectivamente; más tarde, Alcalde de Bogotá con un legado de importantes obras de saneamiento básico, electrificación, vías, colegios, vivienda popular, parques, entre otros. Así mismo asumiría cargos diplomáticos y de representación internacional, como embajador ante Reino Unido, miembro de la junta directiva del Banco Mundial y embajador de Colombia en los Estados Unidos. Finalmente, en los comicios presidenciales de 1986 lograría derrotar al conservador Álvaro Gómez, convirtiéndose así en el presidente No.35 de los colombianos.
En el caso de Barco como en muchos otros, las narrativas de los sucesos en la historia suelen ser a veces injustas, y deben pasar muchos años para que sean leídos de un modo diferente, desde otra arista. Es parte de la tarea de los historiadores, replantear falsos veredictos y recontar el pasado. Es así que los logros del gobierno Barco no solo se limitan a la contención de una escalada de violencia y la defensa del estado frente a un sin número de circunstancias que lo desafiaban. Revisando la historia, hay hechos que vistos ahora le merecen un reconocimiento; para mí, uno de ellos que entre 1988 y 1990 se hayan titulado más de 20 millones de hectáreas a comunidades indígenas ancestrales de la Amazonía y Orinoquía. Una decisión que como la registra Melo en “Historia Mínima de Colombia” le permitió al país contener los procesos de colonización que amenazaba con destruir las selvas tropicales del Amazonas y restablecerles derechos a dichas comunidades. Un hecho que este mismo historiador no duda en resaltar como “…una de las decisiones de mayor impacto tomada por un gobierno colombiano en el siglo XX”. Decisiones que dejan improntas invaluables vistas en el contexto de hoy, y que dan pie para que historiadores de la talla del británico Malcolm Deas (biógrafo de Barco) le confieran el calificativo de “admirable” a la persona del presidente Barco.
Como en el caso de Barco, no han sido períodos serenos en los que los ingenieros han comandado la nación. Cuatro décadas antes de Barco, una seguidilla de tres presidentes ingenieros -Ospina Pérez, Laureano Gómez y Rojas Pinilla- encararon períodos convulsos de nuestra historia. Hechos como el Bogotazo, la guerra bipartidista, el golpe militar de 1953, entre otros, nos distraen en los anales de la historia -no sin razón- sobre los logros y avances del país en materia de obras de infraestructura, desarrollo social y gestión institucional de esos gobiernos.
Dicho lo anterior, la experiencia del presidente Virgilio Barco y sus colegas predecesores, abre una discusión que aún sin la suficiente profundidad hemos adelantado con algunos colegas y que de alguna forma tiene que ver con la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Serían los ingenieros capaces de desarrollar mejores gobiernos dada su formación técnica y científica? Es irrebatible en los hechos que no existe una formación profesional sine qua non para ejercer sobresalientemente tanto la primera magistratura del estado como otros cargos de gobierno a nivel municipal y departamental. Además, la pregunta puede resultar odiosa si se tiene en cuenta que otras profesiones también podrían reclamarse para sí poseer las aptitudes y formación más idónea para orientar un mejor gobierno. Tal sería el caso de los Administradores públicos, que poseen habilidades para liderar organizaciones y brindar soluciones a problemas eminentemente públicos; o el de los abogados, todos ellos imbuidos de normativas, leyes, reglamentaciones, etc., que en teoría les daría una mejor preparación para navegar en los vericuetos del “contrato social”. En fin, no debemos dar por sentado que una u otra profesión goza de mejores capacidades para liderar un gobierno.
La discusión entonces debería plantearse de otra forma. ¿Qué cualidades formativas podrían darle a un ingeniero la capacidad de llevar a mejor término un gobierno? No obstante los diferentes puntos de vista que puedan haber al respecto, yo creo que existen tres aptitudes y habilidades que podrían darle cierta ventaja a un ingeniero, sin descartar la posibilidad de que otros profesionales las puedan tener. En primer lugar, la capacidad de predecir problemas, y así mismo plantear soluciones, pues está en el ADN de la ingeniería considerar eventos futuros gracias al entendimiento de fenómenos que se explican desde la ciencia. En segundo lugar, la capacidad de innovar y poner sobre la mesa novedosas soluciones pues la ingeniería todo el tiempo está aterrizando a efectos prácticos los diversos avances científicos. Y finalmente, la capacidad de modelar soluciones, es decir, de plantear alternativas de solución y discernir con números en mano sobre cuál es la más factible a cumplir una gama de criterios. Obviamente, no podemos dejar al margen la formación en valores y el ejercicio ético, baluartes indispensables en cualquier persona, pero sobretodo en quien osa dirigir los destinos de una comunidad.
En fin, puede ser un tema sin importancia para muchos, pues en el lenguaje popular el criterio sería más del tipo “desde que no robe nada, que gobierne quien sea”. Sin embargo, yo sí creo que un vasto número de los problemas de hoy y los del mañana merecen ser abordados por personas que guíen sus decisiones basados en un fuerte componente científico y de ingeniería. La crisis climática global, el detrimento y la escasez de recursos de todo tipo, las desigualdades económicas crecientes, entre otros, son problemas que requieren soluciones desde la ciencia y no son pocos los ingenieros que tendrán cartas que jugar en dichos asuntos.
Así, el llamado final sería el que hiciese el ingeniero Álvaro Villegas en un congreso de Ingeniería en Medellín por allá en 2013: “…necesitamos más ingenieros políticos”. Es decir, ingenieros que osen trascender sus profesiones hacia cargos decisorios donde la ciencia, la técnica y la experiencia se pongan al mando de las soluciones a los ingentes problemas de nuestras comunidades.
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