«En las oficinas, el poder no grita, susurra entre métricas y discursos bienintencionados.»
En los silenciosos pasillos de las corporaciones contemporáneas, donde la eficiencia se mide con cronómetros y los rostros se esconden tras cámaras apagadas, resuena la voz de Carlos Jesús Fernández Rodríguez, compilador de «Vigilar y Organizar». Esta obra, publicada en 2007 por la editorial Siglo XXI, ofrece una introducción fascinante a los Critical Management Studies (CMS), una escuela crítica nacida en las entrañas de los templos del capitalismo: las escuelas de negocios.
Como un eco de Michel Foucault, Fernández analiza cómo el poder se despliega en las organizaciones modernas, disfrazado de cultura empresarial y políticas de bienestar. Su trabajo es un espejo que nos devuelve el reflejo incómodo de nuestras dinámicas laborales. Y aunque la obra surge en el contexto europeo, su pertinencia atraviesa el Atlántico, llegando hasta los rincones más jerárquicos de América Latina, incluido Colombia.
El panóptico moderno: Vigilancia sin barrotes
En su ensayo fundamental, Michel Foucault describió el panóptico como un modelo de control: una torre central desde la que se puede observar todo, sin ser visto. Fernández, siguiendo esta línea, identifica cómo este mecanismo ha evolucionado. Hoy, la vigilancia ya no necesita celdas; vive en correos electrónicos, calendarios compartidos y cámaras encendidas en reuniones virtuales.
En las oficinas colombianas, este panóptico adopta formas locales. Aquí, el control se mezcla con el café y las frases motivacionales: «En esta empresa somos una familia». Pero esta familia no acoge; mide, evalúa, compara. ¿Cómo no recordar los discursos sobre compromiso laboral mientras las métricas de desempeño marcan cada movimiento?
El panóptico contemporáneo no castiga con cadenas, sino con indicadores clave de desempeño (KPIs) y objetivos SMART (específicos, medibles, alcanzables, relevantes y temporales). La presión no viene de un látigo, sino de la expectativa de ser siempre productivo.
Cultura organizacional: La máscara del control
Uno de los temas centrales de «Vigilar y Organizar» es la crítica a la cultura organizacional como herramienta de control ideológico. Hugh Willmott, uno de los autores incluidos en la obra, denuncia cómo las organizaciones moldean las subjetividades de los empleados para alinearlas con los intereses de la gerencia.
En nuestro país, este fenómeno se manifiesta en prácticas aparentemente inofensivas, como los talleres de «alineación de valores» o los eslóganes corporativos que adornan las paredes. Pero estas estrategias no solo buscan cohesión; imponen un modelo de comportamiento aceptable. «Aquí todos somos líderes», se dice, mientras las decisiones importantes siguen concentradas en las cúpulas directivas.
La cultura organizacional enmascara jerarquías rígidas y expectativas desmedidas. Bajo la apariencia de fomentar la colaboración, perpetúa una dinámica donde el trabajador no tiene voz, solo tareas. Fernández nos advierte que este control sutil es, en esencia, un acto de dominación.
III. Subjetividad y resistencia en el lugar de trabajo
Los CMS no solo examinan cómo se ejerce el poder, sino también cómo los individuos lo internalizan y, en algunos casos, lo resisten. Inspirados en Foucault, estos estudios subrayan que las organizaciones no son solo espacios de explotación, sino también de construcción de identidades.
Fernández incluye en su compilación textos que abordan estas tensiones. Por ejemplo, David Knights y Hugh Willmott argumentan que las identidades laborales son moldeadas por prácticas de poder, pero también ofrecen oportunidades para la resistencia.
En Colombia, estas resistencias adoptan formas únicas: el trabajador que se toma cinco minutos más en el café, el que responde a un correo con la mínima información necesaria o el que, en silencio, sueña con otro futuro laboral. Estas micro-resistencias, aunque sutiles, desafían el sistema y revelan la humanidad que persiste incluso en los entornos más opresivos.
Crítica ética y posibilidades de cambio
Un aspecto crucial de los CMS, y de «Vigilar y Organizar» en particular, es su enfoque ético. Fernández y los autores que selecciona cuestionan no solo las dinámicas de poder, sino también la moralidad subyacente en las prácticas organizacionales.
Martin Parker, otro de los autores destacados, llama a una reconciliación ética en el estudio de las organizaciones. Este llamado es especialmente relevante en contextos como el colombiano, donde la precarización laboral y la desigualdad son problemas estructurales.
¿Qué significa priorizar la ética en un entorno corporativo? Para Fernández, implica reconocer al trabajador no como un recurso, sino como un sujeto pleno, con derechos y aspiraciones. Esta visión choca con las lógicas actuales de rentabilidad, pero abre un camino hacia modelos más justos y sostenibles.
Relevancia para América Latina
Aunque los CMS surgieron en el Reino Unido, su enfoque crítico tiene mucho que aportar a América Latina. Fernández reconoce que las dinámicas laborales en esta región tienen particularidades que merecen atención.
En nuestras organizaciones, la combinación de prácticas tradicionales y modernas crea un panorama complejo. Por un lado, las jerarquías rígidas heredadas de la tradición; por otro, la adopción de herramientas de gestión globalizadas que intensifican la vigilancia. Esta dualidad hace que el análisis de los CMS sea especialmente relevante.
Fernández sugiere que, aunque las organizaciones en América Latina enfrentan desafíos específicos, también tienen la oportunidad de innovar. ¿Podemos imaginar modelos organizacionales que no solo reproduzcan el control, sino que promuevan la equidad?
Reflexiones finales
«Vigilar y Organizar» no es solo un libro; es un llamado a la reflexión. Fernández nos invita a cuestionar lo que damos por sentado en el mundo laboral: las métricas, las jerarquías, las culturas corporativas. Su obra nos recuerda que estas estructuras, aunque poderosas, no son inevitables.
En Colombia, donde el trabajo suele estar marcado por la informalidad y la desigualdad, este mensaje resuena con fuerza. Fernández no ofrece soluciones fáciles, pero nos deja con una esperanza: el poder, por más omnipresente que parezca, siempre puede ser desafiado.
Al final, su obra es una invitación a imaginar un futuro diferente, donde las organizaciones no solo vigilen y controlen, sino que también nutran y transformen. Un futuro donde el trabajador no sea un engranaje, sino el corazón de un sistema más humano.
En la penumbra de las oficinas, el ojo vigilante nunca duerme. Pero entre métricas y discursos, persiste un murmullo: la esperanza de que, algún día, el trabajo sea algo más que una prisión disfrazada de oportunidad. Carlos Fernández Rodríguez nos da las herramientas para soñar con ese día, y quizá, también para construirlo.
Comentar