Vidas secas: imágenes del progreso

“Fabiano, la señora Victoria, el hijo mayor, el hijo menor y la perra Baleia, que deambulan en el sertón de comienzos del siglo XX, caminan por una razón, etimológica, como lo menciona Thoreau (2022), cuando establece que la palabra “caminar” procede “de sans terre, sin tierra u hogar, lo que, en una interpretación positiva querría decir que no tiene un hogar concreto, pero se siente en casa en todas partes por igual»


En la literatura Latinoamericana de los años 20 y 30 se pueden ver los personajes ingenuos, rurales, mestizos y un tanto cándidos. Figuras desprovistas de los saberes de la modernidad y el progreso. Se perciben a sí mismos como sujetos ignorados e ignorantes. Son personajes que usualmente van en búsqueda de lo elusivo. Muchos de ellos se sienten atados de sus propios destinos. Entre este tipo novelas, ejemplo de este tipo de personajes, se encuentra la escrita por el brasileño Graciliano Ramos, quien narra un pequeño fragmento –no por ello insignificante– de la vida de una familia que migra en el desierto. Esta familia campesina está compuesta por Fabiano, la señora Victoria, el hijo mayor, el hijo menor y la perra Baleia; ellos cruzan el árido paisaje del sertón en el Brasil. ¿Por qué caminan?, ¿qué buscan?, ¿de qué huyen? Siguiendo los pasos que deja el río seco, bajo la imposibilidad de la palabra, el relato transita en la voz de un narrador omnisciente. Los diálogos de la novela son cortos y escasos, no obstante, este narrador logra hacer visibles los profundos pensamientos de los protagonistas.

Puestos sobre la mesa algunos de los principales temas de la novela; el campesino, la tierra, la naturaleza, etc., cabe precisar que en lo que me enfocaré será en reflexionar sobre el campesino errante-caminante, que busca una fijeza más allá de la tierra y el tiempo, que se encuentra frente a esa ventana esquiva que significa el progreso del que vive en las zonas no urbanas. Buscando esa fijeza a través de la vida urbana (vista desde los objetos) del hogar, la cama y la ropa; finalmente, me permitiré defender la idea de que Fabiano y su familia quedan anclados en el presente, visualizando un futuro movedizo y un pasado que, aunque añorado, nunca vuelve.

Fabiano, la señora Victoria, el hijo mayor, el hijo menor y la perra Baleia, que deambulan en el sertón de comienzos del siglo XX, caminan por una razón, etimológica, como lo menciona Thoreau (2022), cuando establece que la palabra “caminar” procede “de sans terre, sin tierra u hogar, lo que, en una interpretación positiva querría decir que no tiene un hogar concreto, pero se siente en casa en todas partes por igual”. Así mismo, se encuentran atravesados, como el personaje de “Siervo sin tierra”, por una visión de la modernidad asociada con la identidad en las ciudades “—¡Es el progreso, el progreso, mi querido amigo! El automóvil, el ferrocarril, el avión…”[1]. Del mismo modo, sobre la proyección de la urbanidad –de aquello que se quería mostrar al mundo–, se encuentran aspectos interesantes en el trabajo fotográfico de José María Laso. Este fotógrafo, que pertenecía a la clase alta de Quito, reivindicaba los valores del hispanismo, una corriente que surge no solo en Ecuador sino en varios países de la región, y cuyo propósito era mostrar a Quito como una ciudad moderna (urbana) borrando de sus fotos cualquier rastro de vida rural o indígena.

Los protagonistas de Vidas secas son una familia que, a pesar de vagar por el sertón, sí se encuentran sujetos a un espacio fijo. Posiblemente sea una fijeza distinta, como lo mencioné anteriormente con Thoureau, “… Él, la señora Victoria, los dos hijos y la perra Baleia estaban aferrados a la tierra…”[2]. Es la fijeza de la tierra, de sentirse de todas partes, un lugar tan amplio y, por momentos, poco significativo por su inmensidad en el desértico horizonte. Sin embargo, debido a las inclemencias del ambiente (la seca que los acecha) inician, desde esa fijeza que significa para ellos el sertón, una mudanza en búsqueda de la tierra de la leche y la miel –como los personajes de Las uvas de la ira de Steinbeck–. Más adelante se corroboran los tipos de fijeza que producen el progreso, en materialidades distintas a la tierra “… ¡sentirse plantado, en tierra ajena! Error. Su destino era correr mundo, andar de un lado a otro, sin rumbo, como el judío errante. Un vagabundo empujado por la seca. Estaba allí de paso. Era un huésped. Sí, señor, un huésped que tardaba demasiado en irse, se apegaba a la casa, al corral, al chiquero de las cabras, al juazeiro que los había abrigado una noche…”[3].

Asimismo, la señora Victoria, uno de los personajes principales, reflexiona sobre la cama de don Tomás como un instrumento que le permite ser ese otro más cercano a la modernidad: “¿Por qué no podían llegar a ser gente capaz de tener una cama igual a la de don Tomás el del molino? Fabiano frunció la frente: comenzaban los despropósitos de su mujer. Pero doña Vitória insistió y terminó por dominarlo. ¿Por qué habrían de ser siempre tan desgraciados, huyendo por el mato como animales? Con seguridad existían en el mundo cosas extraordinarias. ¿Debían aceptar vivir siempre escondidos como bichos?”[4].

Muchas de las principales ciudades en Latinoamérica querían dejar atrás ese pasado colonial que los relacionaba con lo sucio (el campesino) y los alejaba de lo moderno. Los países del cono sur aspiraban al progreso –a través, también, de la higienización– que la industrialización había prometido y, por lo tanto, era necesario que los cuerpos de la población rural, que migraba en grandes multitudes a las ciudades, interiorizaran el concepto del cuerpo urbanizado y civilizado, el cual es sinónimo de progreso y desarrollo (Zandra Pedraza, 1999). El cuerpo no solo asociado a los movimientos o a la fuerza laboral, sino también el cuerpo como lugar de la imitación, a través del disfraz y la ropa: “…Fabiano, doña Vitória y los chicos iban a la ciudad a pasar la fiesta de Navidad. Eran las tres de la tarde y hacía un gran calor… Fabiano, aprisionado en la ropa de brin blanco que le confeccionara doña Terta, con sombrero de fieltro, cuello y corbata, botines de vaqueta y elástico, trataba de erguir el espinazo, lo que ordinariamente no hacía…”[5]. Así mismo, en este punto se encuentran similitudes con relación a la novela de Jorge Icaza –El Chulla Romero y Flores–, debido a que este un personaje que quiere ascender en una visión del progreso. No solo él, sino todos, por ejemplo, en la fiesta a la que él asiste se ven cómo todos se disfrazan para aparentar, actuar y mimetizar.

Ese ser moderno a través de los objetos, el cuerpo, la ropa y la vida urbana, se van desvaneciendo o esquivando a medida que la novela va desarrollándose. Esta modernidad le resulta esquiva a la familia. Doña Victoria nunca adquiere esa cama tan anhelada. Así mismo, una vez en la fiesta “…Doña Vitória, enfundada en el vestido colorado con estampado florido, apenas lograba mantener el equilibrio sobre los zapatos de tacos enormes. Porfiaba en calzarse como las muchachas puebleras, y andaba dando tropezones por el camino. Los chicos estrenaban pantalones y sacos. En casa siempre usaban unas camisetitas a rayas o andaban desnudos. Pero Fabiano había comprado diez varas de paño blanco en la tienda, encargándole a doña Terta confeccionar la ropa para él y los chicos”[6].

Al final de la novela se materializa ese escurridizo espejismo de la modernidad reflejado en la ciudad y la educación de los niños –la educación es un tema del cual se podría desplegar otro análisis asociado con lo urbano–. Esta familia fijada en la tierra y a un presente insoportable, debido al sertón, acaban, para que el lector imagine su futuro, esta conmovedora odisea soñando con ser presos de la ciudad: “…Y andaban hacia el sur, metidos en aquel sueño. Una ciudad grande, llena de personas fuertes. Los niños en la escuela, aprendiendo cosas difíciles y necesarias. Ellos dos, viejitos, acabándose como unos perros, inútiles, terminando como Baleia. ¿Qué iban a hacer? Se retardaron, temerosos. Llegarían a una tierra desconocida y civilizada, y quedarían presos en ella…”[7].

De esta manera la novela explora una experiencia familiar para mostrar una realidad social enmarcada en el binario progreso-barbarie, lo urbano y lo rural. Los protagonistas quedan visualizando un pasado añorado, que tal vez nunca vuelva porque no es posible que todo vuelva a ser como antes. Adicionalmente, el pasado se convierte en futuro en este caso, pero es un futuro nostálgico que no se sabe si se vivirá. Entonces, no queda más que arriesgarse a considerar que las cargas del pasado los transformarán impidiéndoles volver a ser eso que añoran. Son personajes cambiantes, que nada saben de su destino pero que se ven envueltos en sospechosas fuerzas que los determinan, ¿qué será de ellos? Es una pregunta que deberíamos hacernos al final de la obra. Una pregunta incomoda, debido a que, de cierta manera, nos concierne como lectores –y como seres humanos–. Esta, principalmente, es una pregunta por el pasado, por la historia.

¿Qué hace que estos personajes sean lo que son? La respuesta a esta pregunta podría encontrarse en las materialidades e interacciones con los objetos y los animales –la casa, la cama, la ropa, la perra Baleia y, por supuesto la atmosfera que ofrece desierto, como en la obra de Rulfo–. Por lo tanto, estos personajes encarnan un contexto propio del siglo XX, desde los espejos que intensifican las experiencias rurales en el desierto. Siendo la experiencia de los personajes de Graciliano un mundo asociado con la prisión –del desierto y de la ciudad–, como en el final, desorientado, de anhelos y esperanzas.


Bibliografía

  • Caballero, E. (2016). Caminar y una vida sin principios. Biblioteca Nacional de Colombia.
  • Icaza, I. (2016). El Chulla Romero y Florez. Edición Crítica.
  • Mena, P. (3 de noviembre de 2015).  Ecuador: las centenarias fotografías de Quito de las que borraron a los indígenas. BBC NEWS MUNDO. https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/11/151103_fotografias_quito_siglo_xx_indigenas_borrados
  • Ramos, G. (2001). Vidas secas. Norma.
  • Thoreau, H. (2022). Caminar y una vida sin principios. Libro al viento.
  • Pedraza, S. (1999). En cuerpo y alma: Visiones del progreso y de la felicidad. Recuperado de: file:///C:/Users/Daniel%20Ria%C3%B1o/Downloads/9586950131_P1.PDF

 

[1] Pág. 20

[2] Pág. 19

[3] Pág. 19

[4] Pág. 113

[5] Pág. 67

[6] Pág. 67

[7] Pág. 118

Daniel Ricardo Riaño García

Estudios Culturales | Psicología Jurídica | Derecho |

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