Vidas en pausa: el peaje emocional de doctorarse en Colombia

Hacer un posgrado en Colombia no es una tarea fácil, el medio profesional y académico lo presentan como una necesidad, pero la carga en general es un esfuerzo meramente personal en lo subjetivo y en lo económico, que va teniendo menos retorno económico mientras aumenta el costo de oportunidad con cada rango académico. Con este panorama no deberíamos preguntarnos porque solo hay 16 doctores por millón de habitantes Colombia, sino que pasó por la cabeza de esos 16.

Los estudios doctorales son una de las formas en las que se mide el desarrollo académico y el interés por la ciencia en los países.  Cada vez que sale un ranking al respecto Colombia brilla por su ausencia; sin embargo, no se deja de hablar de la necesidad de los estudios doctorales en el escenario público. Se ha logrado demostrar como los países que apuestan a la cualificación académica de alto nivel, logran encontrar mejores y más eficientes respuestas a sus necesidades como sociedad. En nuestro país es un llamado permanente, sin embargo, brindan muy pocas garantías: en los últimos diez años el número de personas matriculadas en doctorados nacionales ha pasado de 3000 a 8000, lo que es una cifra significativa pero que no corresponde con las personas que logran graduarse y da cuenta más de la obstinación de los académicos colombianos que del apoyo nacional al desarrollo de estos procesos.

Una dificultad central para que los estudiantes de doctorado terminen sus tesis, aporten a su campo y se puedan graduar es la carga que tiene el doctorado mismo en la salud mental.  Las personas se ven avocadas al aislamiento social, al reproceso constante, a la presión constante de mostrar suficiencia lo que redunda en la disminución de su calidad de vida. Aún en países que brindan garantías económicas a los estudiantes se ha demostrado que la carga subjetiva de un doctorado deteriora la salud mental de las personas; son consistentes las investigaciones que muestran que los estudiantes de doctorado presentan síntomas de depresión y ansiedad en un 40%, que las ideas de muerte son más presentes en esta población que en la población general, con relación a los síntomas de degaste presentan cargas de estrés clínicamente significativas en un 80% de los estudiantes además de presentar dificultades de sueño y otras funciones vegetativas.

Pareciera que la carga genérica de este proceso académico no se puede evitar, pero con la amplia investigación que hay al respecto sería suficiente para reforzar los medios de acompañamiento institucionales para apoyar y contener a estos estudiantes por la utilidad social que representan, en ese aspecto es común encontrar apuestas de bienestar universitario con servicios de salud mental, estos son ofertas que implican la búsqueda por parte del estudiante, aplicadas a pregrado y posgrado basadas generalmente en prevención universal lo que se encuentra muy lejos de cubrir la problemática en salud identificada con los estudiantes doctorales.

Si contamos con una población que la investigación ha sido clara en que tiene muchísimo más riesgo de adquirir un problema en salud mental, las universidades que ofertan programas doctorales tendrían que tener implementados modelos de prevención selectiva e indicada que abarquen los niveles de riesgo a los que los doctorandos se enfrentan. Los modelos de bienestar universitarios basados en tener oferta disponible pueden funcionar, pero son insuficientes para los posgrados por sus características pasivas, se necesitan modelos de prevención selectiva que incluyan búsqueda activa de indicadores de salud, realicen tamizajes permanentes, formen docentes y asesores en indicadores de riesgo.

Estas ofertas de bienestar tendrían que incluir, por ejemplo, la implementación de acciones psicoterapéuticas de alcance intermedio y la posibilidad de derivación en tratamientos combinados de ser el caso, es evidente que la atención actual no es suficiente.

La modificación de prevención universal a prevención selectiva en el caso de la salud mental de los estudiantes doctorales podría hacer un cambio en la deserción actual, ayudar de mejor manera a acompañar la decisión de una persona de dedicar entre 4 y 8 años a la construcción de conocimiento útil para la sociedad y permitir que la salud mental no sea un costo necesario para las personas que cursan doctorado. Debido a lo complejo de la situación no puede partir de la opción voluntaria de las universidades que ofrecen programas de doctorado, sino, que tendría que ser un requisito habilitante para la oferta.

Este es uno de esos fenómenos donde el Ministerio de Educación Nacional podría generar cambios representativos con acciones pequeñas. Abrir becas es importante, pero también lo es entender el bienestar de los estudiantes como una condición para las universidades y reconocer que su oferta debe estar ajustada a las necesidades particulares de cada nivel académico. El cambio de enfoque y la debida vigilancia podrían ayudar a que más académicos del país puedan culminar sus estudios y que este proceso, útil para todos en el país, no los lleve a sacrificar su salud mental por perseguir sus sueños como investigadores siendo presa de su obstinación.

Juan Esteban Patiño

Psicólogo, Mg en psicología con énfasis clínico, docente Universitario en abordaje de temas como psicología clínica, uso de sustancias psicoactivas y salud pública.

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