Víctimas de la tendencia

Cada vez más lo fácil, lo rápido y lo rimbombante termina siendo lo que terminamos prefiriendo en un país donde los medios de comunicación imponen muchas veces las narrativas sobre los temas políticos y económicos, si bien el hablar desde la generalidad de la humanidad siempre me ha parecido una forma típica en occidente de clasificar y definir a lo abstracto, por lo que he visto durante tanto tiempo es menester proclamar un mensaje por lo menos de preocupación ante la evidente relajación de los/las colombianos/as frente a la situación actual, del supuesto Derecho a la información que creemos se materializa.

La cotidianidad y nuestro marcado desprecio como país hacia lo público y lo político ha tenido la consecuencia más fatídica dentro de una democracia, que algunos sin criterios muy justos llaman “la más estable de Latinoamérica”[1]. A nadie le importa nada y lo que le importa solo es un momento, si esa noticia es muy viral o comercial, allí entonces si se usan las redes para emitir una opinión, que en últimas se acumulará en un muro de Facebook, en el archivo de historia, en Instagram o en uno de los tantos tweet diarios.

A raíz de nuestro notorio interés por manifestar opiniones o muchas veces compartir preceptos que diariamente el algoritmo nos lanza, en la psique del internauta se tiene la percepción bastante egocéntrica de pensar que sirve de algo, adquirir 10 seguidores en una semana o peor aún, preocuparse por perder 5 en dos días; el gran flagelo de creernos microinfluencers u opinadores de internet es que cuando tenemos contacto con lo palpable de la sociedad, casi que debemos buscar en la nube de información más grande jamás creada, el que debemos pensar y el que debemos o no debemos hacer, siempre en últimas buscando en la delgada línea de aprobación social, puesto que preferimos en últimas no vaya en contradicción radical con lo “socialmente aceptado”. Lo cual solo es el resultado de un modelo de transmisión de la información que aspira más a sobrecargarnos de contenido y donde nuestras esporádicas opiniones terminan haciendo el modelo perfecto de dominación, que ha enfatizado Noam Chomsky sobre la manipulación de los grandes medios.

“En un estado totalitario no importa lo que la gente piensa, puesto que el gobierno puede controlarla por la fuerza empleando porras. Pero cuando no se puede controlar a la gente por la fuerza, uno tiene que controlar lo que la gente piensa, y el medio típico para hacerlo es mediante la propaganda (manufactura del consenso, creación de ilusiones necesarias), marginalizando al público en general o reduciéndolo a alguna forma de apatía”

(Chomsky, N.,1993)

Ahora bien, ¿por qué esto es importante?, si bien es cierto que el papel de las redes sociales ha sido cada vez de mayor influencia en la vida cotidiana e inclusive de mayor importancia en la vida política, como lo presenciamos en las estrategias de mediáticas en las campañas de Rodolfo Hernández y Gustavo Petro por la presidencia, es verdaderamente preocupante que la materialización del pensamiento político o por lo menos la construcción de ideologías, teorías propias o reconstrucción de ajenas hoy es un tema de excepcionales, que al final del día tienden a ser escuchadas o leídas por los mismos excepcionales, salvo, si es tendencia.

Un hecho significante es el caso del gobierno salvadoreño y su presidente Nayib Bukele, del cual hoy, todas las personas han emitido un concepto más bien favorable en la mayoría de los casos, sin embargo, hasta hace tres meses o incluso menos ¿Si sabían quién era el sujeto en cuestión? O por lo menos se sabe ¿cuál es la problemática histórica con las pandillas?, Ese factor parece no ser de interés tampoco saberlo. Solo nos interesó un momento mientras fue viral, ¿Y por qué fue viral? Porque tuvo una discusión bastante tensa con el presidente de Colombia, Petro, y allí, todas las redes, en cuestión de 30 minutos, estaban hablando de lo mismo.

Sin embargo, la información completa llega mucho después de la viralidad, los titulares son definitivamente los textos más leídos después de los chismes, pero termina cayendo casi toda una ciudadanía en el sensacionalismo, lo que además termina alimentando esa forma de adquirir público y clics, que hoy es la principal fuente de ingreso de los periódicos nacionales y las páginas de chismes.

Otra muestra más local de la constante generación de entretenimiento con las situaciones escabrosas y/o preocupantes, es el periódico “el Q´HUBO” del grupo “El COLOMBIANO”, que hasta hace unos meses la sociedad civil despotricaba de él, porque desde su fundación ha informado, siendo generosos con el término, sobre muertes, corrupción y desastres desde el amarillismo, que algunos llaman “El lenguaje más cercano a la gente”[2], como si la unifica forma de informar al público más abatido por la pobreza es desde el sensacionalismo y la burla hacia la vida.

En otras palabras, si es preocupante que haya hoy bastantes personas, especialmente trabajadores de transporte público y un número significativo de comerciantes principalmente de los grandes centros industriales de la ciudad, lo consumiendo tal contenido —por ser generosos con el lenguaje—, lo catastrófico para la construcción de la sociedad educada/formada que se supone todo estado ideal dice querer edificar, es que se empieza a leer hoy en ámbitos de construcción de nuevas generaciones como por ejemplo las universidades, y se comienza a hablar de forma despreocupada de lo irónico que fue el titular, por ejemplo en grupos de WhatsApp de estudiantes y/o trabajadores de una empresa. No me cabe dudas, que el incremento de número de lectores y por ende de la rentabilidad del periódico en cuestión es proporcional a la dependencia informática con la viralidad, el trash content y el amarillismo, que hoy parece que antes que rechazarlo, denunciarlo o mínimamente desaprobarlo parece generar más y más público, nicho de mercado facilista que no ha desaprovechado la REVISTA SEMANA en toda su reestructuración editorial.

A lo que voy es, ¿Realmente entendemos lo que leemos? ¿Tenemos alguna idea de que se dice y por qué se dice o por ejemplo las implicaciones de lo que se dice? O solo replicamos titulares que, de diez personas, dos leyeron y una no entendió. Lo cual me causa curiosidad, al recordar el antiguo dilema de “en que narrativa iba a parar el mundo”, en una de sometimiento y opresión física y mental por parte de un gobierno totalitario, como mentaba Orwell[3]; o en una donde en teoría se abocará por una libertad e independencia del individuo, pero que en últimas terminaría siendo víctima sin saberlo del no querer ni interesarle lo verdaderamente importante, parece cada vez más que esa puja en occidente, se la llevó Huxley [4].

Esta discusión sobre los medios debería ser una debate real como país, ante la notoria influencia en las narrativas sociales, puesto que deja mal parados lo que hacemos con nuestra libertad y si verdaderamente la desarrollamos y decidimos nosotros o somos víctimas de la tendencia, lo cual será tema para otro día, dado que dudo mucho que esta nota sea lo suficientemente relevante para captar la viralidad suficiente para que el lector lea más de 1.000 palabras sin aburrirse.

En la puja de captación de interés y el tiempo en pantalla, los videos de perritos en Instagram o los influencers con sus polémicas planificadas se llevan la mayoría de público por encima de la subida de tasa de interés por parte del Banco República. Grave, porque lo primero es entretenido y lo segundo es relevante y te afecta. Por lo que solo me queda la pregunta, ¿Para dónde vamos? Y si estamos cayendo en el abismo del rating y el circo de la tendencia, ¿no es mejor empezar a ver de dónde nos sostenemos o si agarramos la cuerda, en vez de postear cómo se siente la velocidad de nuestra caída?


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/santiagoosorio01/

[1] Marta Lucia Ramírez, exvicepresidenta de Colombia (2021)

[2] Casa editorial El Tiempo, 2009

[3] Libro “1984” obra más significativa de Orwell, donde crítica los estados y manifestaciones totalitarias en el contexto de postguerra mundial.

[4] Libro “Un mundo Feliz” de Aldous Huxley.

 

 

Santiago Osorio Maya

Soy Santiago Osorio, asesor jurídico con enfasis en derecho penal y fundador de Botero&Osorio.
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