La anarquía es la rebelión hacia las formas de autoridad, es un desconocimiento ante las estructuras, es dar la espalda a las instituciones. Se suele decir que en Colombia hay democracia, las masas tienen representación y decisión en la elección de las personas que conforman los gobiernos; siendo así, que la vergüenza de los macabros gobiernos que hemos tenido, recaiga en las terribles decisiones de los colombianos en las urnas.
¿Cómo no enamorarse de la anarquía en el País que ocupa la posición 96[1] -de 180 naciones estudiadas- en el índice de Corrupción Global (Transparencia Internacional, 2018)? Colombia tiene como presidente de su Congreso, a una persona muy poco preparada para liderar las transformaciones legislativas que requiere el País (El Colombiano, 2018); tiene a un Fiscal Anticorrupción capturado por corrupción (El Tiempo, 2017), tiene al alcalde de la capital de la República mintiendo sobre sus estudios (El Espectador, 2017), el actual fiscal general de la nación está enredado con irregularidades de las obras de Odebrecht en el País (Noticias Uno, 2018).
Colombianos, millones de ellos han elegido a presidentes como Ernesto Samper, quien estuvo salpicado por el escándalo de la entrada de dineros irregulares –narcotráfico- a su campaña presidencial (Semana, 2017); Andrés Pastrana con un gobierno corrupto, en exceso burócrata y sin resultados (Saul Hernández, 2000); Álvaro Uribe con la vergonzosa sombra del asesinato por parte del Ejército, a más de 10.000 campesinos; o con dos de sus jefes de seguridad presos por vínculos con paramilitares o el narcotráfico (Semana, 2013); Juan Manuel Santos, cuyo jefe de campaña presidencial recibió sobornos por parte de Odebrecht (La República, 2018)… Este panorama quita moral a la mayoría de ciudadanos colombianos de armarse como anarquistas, ya que ellos son la esencia de los gobiernos corruptos, son quienes montan a presidentes y mantienen en el poder a los mismos de siempre.
Alejándose de las instituciones gubernamentales estatales, ¿están bien otras estructuras? Se observan ejemplos como el de la Iglesia Católica, que enfrenta críticas globales y eternas por casos de pederastia (El País, s.f.); Un jefe de la FIFA y un jefe de la UEFA sancionados por casos de corrupción (BBC, 2015); Una Premio Nobel de Paz que permite el sistemático asesinato de musulmanes en su País (ABC Internacional, 2018). Todos estos casos, animan a encender movimientos anarquistas.
El escritor y filósosofo estadounidense, Henry Thoreau, en su momento se negó a pagar impuestos al gobierno de Estados Unidos, porque se oponía a la guerra con México y a la esclavitud en su País; consideraba que ningún gobierno debe tener más poder que aquel que su pueblo esté dispuesto a concederle.
¿Por qué pagar impuestos en un País donde seguramente acabarán en corrupción? ¿Por qué alimentar a un gobierno que desea ver hambriento a su pueblo? La anarquía la puede abanderar quien no aviva gobiernos miserables. Colombia tiene vetado caer en anarquía, ya que es el pueblo quien forja sus estructuras de poder. El gobierno corrupto, es reflejo de un pueblo corrupto.
Cada pueblo merece el gobierno que tiene. – Joseph de Maistre.
[1] 1 es menos corrupto, 180 más corrupto.