Con mucha preocupación y tristeza vimos como Nicolás Maduro asumió un nuevo periodo como presidente de Venezuela, luego de un fraude escandaloso, mientras buena parte de las izquierdas globales miran para otro lado y no dicen nada al respecto, a excepción de algunos casos, como lo ocurrido con Gabriel Boric, Gustavo Petro y Lula da Silva, quienes han realizado críticas a lo ocurrido en aquel país.
La verdad es que cuesta entender como distintos partidos, organizaciones, intelectuales y militantes identificados con la construcción de un mundo más justo, no sean capaces de levantar la voz contra un régimen dictatorial que se ha dedicado a censurar, perseguir, encarcelar, torturar y matar a quienes se manifiesten dentro de Venezuela.
Además de callar ante un régimen que ha generado condiciones deplorables para su población, haciendo que millones hayan tenido que irse del país buscando alguna esperanza para vivir mejor en algún otro lugar, recorriendo miles de kilómetros y aceptando todo tipo de vulneraciones y desprotección en los distintos países de destino.
De ahí que si bien no hay muchos que salgan a defender y a celebrar desde las izquierdas globales este nuevo periodo de Nicolás Maduro, tampoco hay muchos que salgan a criticar lo que está pasando ahí, como si el sólo hecho de hacerlo, los convertiría en golpistas, imperialistas, derechistas o meros lacayos de los intereses geopolíticos de Estados Unidos.
Es como si muchos y muchas se dieran cuenta de lo que está ocurriendo en Venezuela, pero pesara más el temor de hacerle el juego a la derecha, por lo que han preferido quedarse en silencio y dejar que pase el tiempo, siendo cómplices pasivos de una brutal concentración del poder y autoritarismo en nombre del socialismo y la revolución.
Pasó recientemente con la invasión de Vladimir Putin a Ucrania y con la tiranía de Bashar al Assad en Siria, y ha pasado históricamente con las brutalidades cometidas por los llamados socialismo reales, en donde se ha optado por guardar silencio, mientras millones de seres humanos han sido castigados por pensar distinto y por oponerse al dictador de turno.
Pero claro, es más cómodo ideológicamente criticar solamente el colonialismo israelí contra el pueblo palestino, las dictaduras de derecha latinoamericanas y el intervencionismo de Estados Unidos a lo largo de la historia, ya que así estamos todos de acuerdo y no nos vemos a nosotros mismos, dejando a un lado el pensamiento crítico.
Dicho de otra forma, presentarse solamente como antisionista, antiimperialista o antifascista se vuelve mucho más sencillo para muchas izquierdas, ya que el enemigo es claro, nítido y no tenemos que reflexionar sobre nuestras propias certezas, dentro de un contexto algorítmico de redes sociales, en donde se vuelve fácil el no cuestionarnos mucho sobre lo que creemos a nivel político y como se relaciona con la praxis.
Dicho esto, me parece que el proceso político venezolano hay que desfetichizarlo y dejar a un lado toda la mitología de izquierda que se ha construido sobre él, ya que solo así se podrá hacer un balance crítico al respecto y de cómo se llegó a lo que está pasando actualmente con Nicolás Maduro..
Es decir, se puede valorar el primer momento de la Revolución Bolivariana, de finales de los 90 y comienzos de los 2000, en tanto proceso democratizador y de esperanza para Venezuela y la región, alternativo al neoliberalismo, sin dejarnos ciegos a lo que fue ocurriendo después con el paso de los años.
En consecuencia, valorar el primer proceso constituyente venezolano y cómo Chávez impulsó una fuerte política de integración regional, no quita criticar el feroz caudillismo y cada vez mayor concentración de poder del mismo Chávez y luego de Maduro, así como la incapacidad de ambos en diversificar una matriz productiva extractivista y dependiente completamente del petróleo.
El resultado de aquello está a la vista, una economía en bancarrota, un Estado corrupto, militarizado y una dictadura que pareciera querer seguir por muchos años más, usando una retórica del complot sobre Estados Unidos, para seguir justificando lo injustificable, más allá de que exista efectivamente un bloqueo y que el país del norte no le interese en lo más mínimo la vida de los venezolanos y venezolanas
Por otro lado, con respecto a la integración regional, lamentablemente derivó en que organismos como la UNASUR y la CELAC, fueran simplemente decorativos y hechos a la medida de gobiernos como el de Venezuela, por lo que no fueron capaces de desarrollar políticas serias para nuestros países, a nivel económico, socioambiental, sanitario, migratorio y contra la corrupción y el crimen organizado.
Ante esto, quienes aspiramos a democratizar nuestros países y a tener una integración regional en serio, no podemos avalar y callar el desastre humanitario que viene pasando desde hace años en Venezuela, por temor a que se nos acuse de supuestos imperialistas y pro Estados Unidos, como ha ocurrido con más de alguno.
Es el caso del sociólogo venezolano Edgardo Lander, denostado por lo mismo, quien en una entrevista reciente señalara que lo que está sucediendo en Venezuela es un nuevo examen para las izquierdas como lo fue el Gulag soviético y el gobierno de Ortega-Murillo en Nicaragua. Agregando que buena parte de las izquierdas globales están reprobando ese examen (1).
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