En la mayor crisis que ha experimentado el ser humano contemporáneo, poco después de que se decretaran dos semanas más de aislamiento en Colombia, procuro mantener la calma, intento ser prudente, fraguar mis pensamientos desde la razón y los hechos, sin caer presa de la indigesta información que circula a diario en las redes sociales, aunque resulte tentadora. Pensar es un vicio solitario, entre estas cuatro paredes pienso en nuestros precarios hospitales y la tecnología necesaria para hacer frente al COVID 19, pienso en el asesinato sistemático de líderes sociales, que parece no acabar, en la pobreza que padecen muchos y que hasta ahora es visible para todos, solo ahora que compartimos como especie la vulnerabilidad y la incertidumbre.
Aunque nadie quiera reconocerlo, es evidente que la democracia como la entendemos hoy está entrando en su periodo fenecida. Quisiera compartir ciertas sospechas, ya que la cuarentena nos ha puesto frente al espejo, preguntémonos: ¿Por qué los estados totalitarios han logrado contener de forma efectiva el virus mientras los estados democráticos se ven cada vez más afectados por la pandemia? ¿Debemos renunciar a nuestros derechos civiles en momentos de crisis? ¿Los derechos civiles deben estar a la mano solo cuando nos los podamos permitir? Visto así ¿no son en realidad un simulacro social nuestros derechos individuales? ¿Priorizando las libertades individuales no olvidamos ese otro intangible que es el “bien común”, la seguridad de todos? ¿Cambiará un virus de laboratorio nuestra individualizada forma de pensar?
Pasemos a un espectro de discusión más amplio. ¿Esta epidemia se hubiera propagado con tanta facilidad por el mundo sin la globalización anárquica de nuestro tiempo? ¿Es cierto que estaríamos en la desinformada prehistoria sin las redes sociales? ¿No es cierto que el exceso de información y la proliferación de fake news se salió de control? ¿No resulta revelador que nuestros antepasados fueran a la guerra y nosotros hayamos hecho de nuestra habitación una trinchera? ¿Se está imponiendo el nuevo contrato social global? ¿Qué forma de gobierno predominará en el siglo XXI? ¿Podríamos hablar de un constitucionalismo global o un comunitarismo planetario? ¿Es China o Rusia la potencia emergente? ¿Nos conectan en definitiva a la Matrix? ¿El vuelco a la virtualidad durante el confinamiento cambiará nuestra forma de estar en el mundo? Necesariamente esta experiencia colectiva, estática y traumática, ¿nos hará mejores seres humanos?
Ante la pandemia es necesario actuar como ciudadanos del mundo, quizás ese sea el llamado: renovar el vínculo esencial que tenemos los seres humanos como familia, más allá de nuestro individualismo y las ideas de raza y de nación.