En el auditorio José Asunción Silva abarrotado de seguidores y detractores de Fernando Vallejo, la Filbo cumplió con un poco de desorganización con la presencia del escritor paisa en un dialogo con William Ospina para la presentación de su último libro: Las bolas de Cavendish. Un libro que antes de ser presentado ya estaba cargado de críticas por parte del mundo académico como por parte de lectores y críticos rigurosos. Eso de poner en duda la teoría de Galileo y de Newton y llamarlos farsantes no cayó nada bien al mundo académico y a los que sin ser académicos, creen en la importancia de la física.
El auditorio estalló en aplausos ante la presencia de Fernando Vallejo que ya sobre sus 70 años, se ve un hombre cansado y con un discurso que todos conocemos, que a todos nos sorprendió hace unos diez o quince años y que hoy, solo es un eco de la irreverencia del escritor antioqueño. William Ospina como su amigo, presentó a Vallejo y su nuevo libro con todo el cariño y respeto que siempre ha tenido por el autor de la Puta de babilonia. “Cada lector tiene el derecho de leer críticamente”, con estas palabras Ospina daba una posición que todos entendieron muy bien: este libro es una ficción, mucho cuidado a la hora de analizarlo. “Otro libro de Vallejo sobre el lenguaje”. Sentenciaba Ospina para aquellos que estaban en posición para disparar sin miedo a cualquier comentario o error que hiciera Fernando sobre Galileo, Newton o Aristóteles.
En su presentación, Ospina lanzó el último comentario para detener un auditorio que siempre está a la tarea de generar polémica, y más si se trata de Vallejo, ese escritor odiado, amado y hasta olvidado por los colombianos. Dice William: “Fernando a nosotros nos juzgan más por lo que decimos que por lo que hacemos”. Y agregó “Usar el lenguaje con libertad es un peligro”. Una vez más el auditorio estalló en aplausos y esta vez, por el autor del País de la canela, quien con sutileza dio unos pequeños golpecitos a una audiencia que buscaba excusas para criticar y reprochar. Fueron golpes de amabilidad y de invitación a pensar antes de hablar, fueron golpes de “todo estará bien”. Fernando Vallejo agradeció de forma amable, de forma cariñosa a su buen amigo y se dirigió al público con una voz cansada, con un acento paisa tan suyo, tan lejana a nuestro tiempo, a nuestra costumbre de un paisa modernizado y atizado por diversidad elementos modernos que construyen nuestras ciudades.
Un celular suena una y dos veces, Fernando no interrumpe, William le dice “es tu celular”, pero no atiende el cometario de su amigo. Sigue hablando sobre su libro y sobre la editorial, nada profundo, tal vez un poco de agradecimiento y vuelve a sonar el celular, esta vez interrumpe, lanza un comentario y la gente se molesta con el individuo que no ha sido capaz de callar su dispositivo. Intenta retomar la idea, la olvida y sigue con otro tema, pienso en que puede ser algo importante y ese alguien no lo atiende, Fernando mira al auditorio y empieza a hablar de Darwin a quien cataloga como un farsante, sin lógica en su tema de la evolución de las especies y por un momento, pienso que ha cambiado de parecer y que ahora cree en la paloma blanca que embarazó a la virgen. Pero no, no cree en eso, aun no. Luego entra en los senderos de Newton y lo critica porque sus ecuaciones no son claras ni precisas, no recuerdo si se atrevió a decir si estaban mal, no importa, lo importante es que cuando se iba a despachar con Newton, un celular volvió a sonar, una mujer grito que se saliera el que no fuera capaz de respetar, que no saboteara la conferencia. Era un pensamiento colectivo, todos sabemos que muchos llegan a estas conferencias para sabotear, como la Filbo de hace dos o tres años en donde se rompió un libro de Vargas Llosa en la cara del escritor peruano cuando conversaba con Juan Gabriel Vásquez sobre los procesos políticos de América Latina.
El celular sigue sonando, no hay forma de callarlo hasta que Fernando mete su mano al bolsillo de su chaqueta color café abrigadora para los fríos de una Bogotá de clima descontrolado. Era el suyo, como lo había afirmado Ospina, atendió el celular para saber quién era el que lo llamaba con tanta insistencia. Una mujer quien según Vallejo, era la encargada junto a su hermano Aníbal en cuidar los perros de la calle, una fundación que es una de las más grandes de América Latina y que solo tiene un fin, defender a los animales indefensos en las calles de Medellín. Después de eso, llegó el famoso discurso gastado sobre la iglesia y el poder y el valor de los animales sobre estos dos aspectos.
Después de unos buenos minutos, la conversación por celular acabó. Volvieron al tema y esta vez, Vallejo se acercó a la relación del lenguaje y la ciencia: “El hombre empezó a mentir con palabras y luego con ecuaciones”. Para el escritor paisa, el hombre tuvo la necesidad de enredar, de mentir, de desafiar a la humanidad no con pruebas sino con mentiras, porque le era fácil mentir y útil, para que otros siguieran ese camino sin chistar. Para Fernando el hombre nació para mentir, para hacer que otros sigan caminos sin la oportunidad de poner sobre la mesa un serial de dudas que podrían desenmascarar verdades a medias que tiene la humanidad. Por esta razón, Vallejo es el inventor de la nueva ciencia, más que inventor, fue quien la patentó, porque el hombre siempre castiga con la mentira y el mundo cree sin desafiar, entonces, que sea una ciencia y que no haya más desgaste en la búsqueda de verdades, esta ciencia de la falsedad y la creación de puras falacias no es más que el mejor camino que ha trazado el hombre, es su gran ciencia, su gran escudo ante el mundo.
Por esta y otras razones, Vallejo se lanza a poner en duda en forma de ficción las teorías de Aristóteles, Newton, Galileo, Darwin obviamente a la iglesia católica, al poder y como si fuera poco, a la misma humanidad que de humana no tiene nada. Por eso afirmó: “Vamos a destruir el mundo sin conocerlo”. Y es que para el escritor de Barba Jacob el mensajero, los hombres deben desafiar las verdades ya establecidas, las que por muchos años nos han perseguido y hemos asumido sin cuestionamiento. Esto sonó como un aspecto muy Nietzscheano, en donde el hombre debe poner sobre la balanza la tabla de valores que se nos ha impuesto e intentar construir otra en donde el arte sea el punto central para crear el mundo. En este caso, Vallejo pone el amor a los animales y a la misma humanidad como eje para crear el mundo. Hay cosas que siempre vale la pena reevaluar por muy seguras que sean, por muy directas y aprobadas que estén. El mundo necesita cuestionarse y para ello los lectores que hacen su trabajo críticamente merecen un puesto en lo más alto para cambiar el mundo, porque ellos sabrán que hacer sobre las verdades impuestas en la historia de la humanidad.
Para finalizar, Ospina pregunta a Vallejo: “¿Te trata mal la gente?” a lo que responde Vallejo “No, la gente me trata bien, o sino mire –señalando el auditorio-”.