Hoy valquiria mía. Hoy veo tus ojos nostálgicos y tristes, veo que extrañan lugares que conocen, veo que sienten y añoran viejos rostros, viejas calles, viejas montañas, viejos desiertos; hoy ellos están aquí pero a su vez están allá, hoy deseo encontrarlos.
Sin embargo, si me lo permite valquiria guerrera, y aunque sé y admito que tus batallas han sido infinitas, y que en el camino perdiste compañeros, amigos, hermanos y pertenecías, me permito robarte un instante de tu vida para recordarte algunas cosas.
Los caminos que recorriste no son motivo de vergüenza, por el contrario, te han formado y pulido, hasta convertirte en el ser valioso y fuerte que sos hoy; sé que extrañas tus viejas praderas, tus viejos árboles y tus montañas, tus viejos caballos en los que partías a la batalla, mañana tras mañana; pero yo te pregunto: ¿acaso existe algún sustento lógico para pensar que el planeta y sus paisajes les corresponden a un solo ser o a un grupo en específico?
Yo me atrevería a decir que no, los paisajes son de quien tiene la fortuna de verlos, de disfrutarlos, de pensarse en ellos y regocijarse. Por lo anterior, valquiria guerrera, no te han quitado nada, por el contrario te han dado la oportunidad de vivir cosas nuevas y disfrutar de nuevos lugares; no cargues odios, ni rencores, nada te han quitado, te han dado.
Ahora, sí pensáramos que en verdad la tierra le pertenece a alguien, y que este soporte se desprende de los dioses manes, de los viejos que conquistaron y domaron la tierra en forma inicial; entonces yo te diré: te entrego mis montañas, mi cultura, mi acento y mis valores, son tuyos, te los entrego con amor pues son parte de lo que soy. No te los doy con miedo, te los entrego desprovisto de cualquier previsión, pues sé la clase de ser que sos, sé que cuidaras de mis creencias, mis mitos y mis ritos.
Te entrego mis abuelos, aquellos viejos castellanos y vascos que pisaron estas montañas hace 300 años, nuestros indígenas quienes al igual que lo harás ahora, respetaron, amaron y abrazaron esta tierra; te entrego mi ruana, esa vieja capa rota que cuando abriga, abriga el alma, te entrego mi piel, te entrego mí amor y mi compañía, aquí en estas montañas que ahora son tuyas.