Cuando se titula ¡Uribe!, todos saben que se alude al gran repúblico Álvaro Uribe Vélez, oriundo de estas breñas antioqueñas, entregado al servicio de la Patria por entrañable vocación de servicio, el muro que contiene la avalancha totalitarista que quieren instalarnos sujetos de ideología trasnochada.
Conocí a Uribe Vélez siendo él Presidente de la República y yo Director de Fiscalías de Antioquia, en la brava época en que se cernían sobre la Nación y nos zarandeaban los mayores peligros. Claro era que si conteníamos la subversión comunista y paramilitar en Antioquia, pondríamos a salvo el País. Ganamos quienes nos pusimos del lado de la Ley y el Órden. Pero no contamos que del lado de la institucionalidad teníamos un infiltrado, un esquirol, el que sabemos. No hay que criar cuervos porque nos sacarán los ojos. Desde entonces acompaño sin desmayo al doctor Uribe.
El que sabemos sembró en la Colombia mamerta odio mortal contra Uribe y ese odio tiene brazo judicial, ya que ni con atentados, ni en las urnas pudieron, ni podrán. Lo que ahora vive el doctor Uribe es el resultado de la felonía del comunista multimillonario, escudado en manchada medalla discutiblemente conseguida.
Álvaro Uribe Vélez es más que una medida de aseguramiento porque es el caudillo de las inmensas mayorías nacionales. Un líder invicto cuya única elección perdida fue la ‘relección’ del que sabemos, manchada de conocidas porquerías. No abogo para que haya personas inmunes a las leyes o que puedan escapar a las indagaciones de fiscales y jueces, de ninguna manera. De lo que se trata es de resentir la ausencia de trato igualitario para las personas frente a la Ley, porque la han vuelto una especie de ley del embudo: la parte estrecha para los ciudadanos de bien y la parte ancha para los fascinerosos de lesa humanidad.
Por encima del patrimonio económico, el hombre defiende su Libertad y por ella se han desatado tormentosas refriegas. Solo que esta vez el pueblo ha obrado con maravillosa entereza cívica, contrastando los desafueros de la gleba comunista que solo sabe protestar saqueando, incendiando, derramando hilos de sangre de los muertos que ellos mismos provocan.
Los juristas sostienen con razón que la pérdida de la Libertad es la Última Ratio, el extremo en casos de enorme peligrosidad. ¿Es acaso Uribe un sujeto peligroso, un incendiario, un cobarde que huye, un individuo de condiciones vulgares semejante a Santrich y otros? Pues claro que no lo es, pero la venganza política sigue su curso fauces abiertas para tratar de engullirse al doctor Uribe. Y ahí sí, ¡mamola!
La segunda instancia tiene la palabra o la Democracia y el Senado quedarán reducidos a una miserable lucha de peones y el régimen garantista hecho añicos. Me escribió una curtida penalista que la medida de aseguramiento contra Uribe es injusta porque entraña una decisión más política que jurídica. ¡Estoy con ella! No habrá ocaso para el líder, permanecerá en el cénit.
Por razones y verdades conocidas la Reforma a la Justicia es un imperativo categórico. Sin embargo, la iniciativa de la senadora Paloma Valencia y compañía, aún guardando íntima relación con dicho imperativo, ha resultado desafortunada en medio de esta coyuntura y le ha hecho daño a la demanda generalizada de cambio estructural al sistema de justicia, porque pareciera oportunista.
Tiro al aire: Por ahora la convocatoria de Asamblea Nacional Constituyente nace moribunda y, peor, el gobierno tiene una ministra de Justicia incapaz de sacar adelante la reforma de un andén.
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