Universidad de Antioquia ¿que en paz descanse?

El interés inusitado que los medios de comunicación de derecha, “El Colombiano” y “Semana”, han venido mostrado, en los últimos meses, por la suerte de la Universidad de Antioquia solo precave contra sus buenas y sanas intenciones de informar y opinar.  Aquí hay gato encerrado. Su interés solapado es uno: desprestigiar al gobierno de Petro, el gobierno del cambio que debe su presidencia, en buena parte, gracias a las manifestaciones multitudinarias y los votos de los estudiantes de universidades públicas y lo que estos significan para la democracia colombiana desde la resistencia. La Universidad pública no es solo la universidad del pueblo o un albergue de paso (la Universidad de Antioquia matricula estudiantes mayoritariamente de estratos 1, 2 y 3), es decir, es una Universidad académica, científica, humanística que ha educado por décadas a los sectores más vulnerables y los más representativos de nuestras sociedades en pobreza y extrema pobreza del país. Sin ella la nación colombiana no sería un activo ciudadano, la condición de su paz social y su desarrollo colectivo multitudinario.

Sencillamente, los medios de derecha y ultraderecha se han valido de la actual crisis para mostrar una preocupación que ni existencial (es decir, moralmente), ni políticamente siente como suya.  La hipocresía, es decir, el oportunismo político, ha inundado sus columnas periodísticas (como una dana pérfida) para exacerbar los ánimos de una comunidad que históricamente, desde los años setenta, le importa un bledo por razones manifiestas. Para “El Colombiano” la Universidad de Antioquia es un nido de comunistas y su estigmatización ha sido constante desde hace más de seis décadas, como cualquier puede corroborar en el Proyecto “Somos Memoria”, que ha dirigido la profesora Patricia Nieto, de la Facultad de Comunicaciones y Filología.

La responsabilidad de la crisis financiera, que es en primer término una crisis de liquidez, se debe sin duda a su actual rector John Jairo Arboleda y, al mismo tiempo, al actual Consejo Superior Universitario (que ni da la cara y permanece agazapado) y al cuerpo rectoral que la precipitó, a saber, la actual crisis de los 140,000 millones de pesos. La cifra es preocupante y peligra ser un hoyo negro que engulla la institución. Esta crisis de liquidez está lejos, empero, de la crisis estructural que se denunció el primer año del gobierno de Iván Duque por sobre los 15 o 20 billones de deudas acumuladas al sistema de universidades públicas, para diciembre del 2018, y que generó protestas y marchas multitudinarias inmensas, en las que vi incluso marchar al rector Alberto Uribe Correa y al director de filosofía Francisco Cortés.

La Universidad de Antioquia ha sido y es una “casa de altos estudios”, como se dice, una institución educativa (la segunda o tercer del país), con doscientos veinte años de fundada. Que ha sido epicentro de enconadas discusiones  sobre el destino de la nación, muy en particular en la época del federalismo del siglo XIX (como se retrata en Hace tiempos de Tomás Carrasquilla), en la modernización lopista en 1936 que se vivió como una asonada para las derechas, en los embates de Laureano Gómez que expulsó a los profesores liberales en 1950, en la protesta, con  quema de bandera de Estados Unidos en 1968, al inaugurarse su campus (con presencia de Carlos Lleras Restrepo)[1], en la violencia izquierdista de mediados de los ochentas que obligó a debatir su cierre  definitivo y en el terror paramilitar del siglo XXI.  Así que, ante su historia de valor y resistencia, que va de la mano de la historia del país, la Universidad de Antioquia precisa una reorientación de su destino actual postpandemia, en medio de una globalización que cuestiona a fondo la vieja estructura docente/investigativa/extensión, y, que sobre todo, reclama soluciones al paso y soluciones a largo plazo (que son siempre provisionales), y que no logramos identificar con una figura maestra, con un colectivo aglutinante, con un programa gubernamental e institucional (nuestro) convincente.

La crisis de la Universidad de Antioquia no es más ni es menos que la crisis de un modelo universitario nacional/internacional que naufraga por dolencia de ideas nuevas, de parámetros postulativos revulsivos. Nada más tristes u opacos que los debates de los aspirantes a rectoría pasada, con un estudiantado ausente. Hablaban al pasado y para el pasado, hablaban con los estatus vigentes en la mano, con respuestas anticipadas, porque tampoco hubo un interés ni de estudiantes, ni egresados ni profesores que les exigieron o demandaron mirar al futuro. La Universidad de Antioquia no es la ya ExUniversidad de Antioquia, como algunos alegremente sentencian (al igual primíparos que jubilados), ni precipitemos un requiescat in pace a nuestra Alma Mater. Irresponsablemente.


[1] El Campus central de nuestra ciudadela universitaria no debería llamarse “Ignacio Vélez Escobar”, rector que simplemente se limitó a recibir y obedecer mansamente las directrices del gringo Rudolf Atcon (Informe Atcon, 1963), que a la vez copiaban mansamente el Ministro de Educación Pedro Gómez Valderrama y otros. Sugeriría un plebiscito estudiantil, que bautice el campus: “Somos lxs estudiantes”.

Juan Guillermo Gómez García

Abogado de la Universidad Externado de Colombia. Doctor en filosofía de la Universidad de Bielefeld, Alemania. Profesor UN y UdeA.

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