Universidad

Un porcentaje muy pequeño de la totalidad de jóvenes de este país logra entrar a estudiar a una universidad pública, y otro porcentaje aún más pequeño logra entrar a las universidades privadas.”


La vida en la universidad es una cosa maravillosa, he de admitirlo. Pera para llegar hasta acá, hasta donde he logrado llegar, no ha sido fácil, todo lo contrario: ha sido un proceso largo y difícil, y a lo mejor ha sido así para muchos de mis compañeros.

Porque primero pasé por procesos largos de encontrarme a mí mismo, de descubrir qué era lo que realmente quería para mi vida, para mi futuro, para alcanzar mi felicidad. Y después de estar seguro de la carrera que quería escoger, llegó el cómo; el cómo lograrlo, el cómo alcanzarlo, el cómo entrar a una universidad y el cómo sostenerme.

Largos meses de ansiedad e incertidumbre tuve que pasar antes de llegar a la universidad, trabajando en una cosa y en otra, en empresas formales y en la informalidad. Logré entrar finalmente a una entidad de educación superior privada aunque no logré recolectar la totalidad del dinero de la matrícula, y mi mamá me tuvo que prestar dinero para completar el costo. Pero al fin ya adentro, siendo mi primer semestre virtual, pude comprobar el universo infinito del conocimiento que representa la institucionalidad universitaria. Logré vencer y dejar atrás tantos miedos e inseguridades que tenía antes de empezar a estudiar. He de admitir también, que entré a la universidad muerto de miedo, de pánico; se apoderaba de mí una inseguridad y un miedo de no poder, de no ser capaz, de tener que dejarlo votado porque no alcanzaría el nivel. Afortunadamente este miedo fue abandonándome en el camino muy rápidamente. Aunque aún a veces me invade el miedo de estarme equivocando de camino, de carrera, son mayores los momentos en que convencido estoy de que escogí el mejor camino, la mejor opción, la mejor elección.

Yo he podido seguir estudiando continuamente, así este endeudado, así haya tenido que cancelar algunas materias para bajar un poco el costo de matrícula, así haya tenido que buscar medios alternativos de trasporte para ahorrarme el dinero de los transportes públicos, así haya tenido que conseguir varios trabajos y adaptarme a la vida laboral y estudiantil al mismo tiempo, he logrado lo que muchos no, seguir estudiando.

Pero precisamente esto me hace consciente de que muchos se han quedado en el camino, de que muchos tuvieron que darle pausa y se tuvieron que retirar de estudiar porque no pudieron completar para la matrícula, porque no pudieron con el ritmo absurdamente abrumador de estudiar y trabajar a la vez, porque tuvieron que escoger entre seguir estudiando o pagar sus necesidades básicas, o porque simplemente no pudieron completar sus procesos de créditos estudiantiles.

Esta es la realidad de muchos. Un porcentaje muy pequeño de la totalidad de jóvenes de este país logra entrar a estudiar a una universidad pública, y otro porcentaje aún más pequeño logra entrar a las universidades privadas. Pero un porcentaje inmenso de jóvenes, por más que lo intente no logra acceder a la educación superior. Porque la educación superior en este país es para privilegiados, hay que decirlo así, sin rodeos, sin eufemismos. Si bien es cierto que esta es una de las generaciones más educadas de la historia de Colombia, hay que reconocer que a una inmensa cantidad de jóvenes se les va la vida y la juventud intentando entrar a una universidad sin éxito alguno.

La consigna de la universidad privada hace unos años era clara: educación superior para quien la pueda pagar, pero en cambio la consigna de la universidad pública es y ha sido siempre la misma: educación superior universal gratuita y de calidad para todos. Precisamente esa es la exigencia que se ha escuchado en las calles en boca de los estudiantes por años: que la educación superior deje de ser un privilegio y que se convierta en derecho como lo dice la constitución.

Pero también hay que reconocer la empatía con la que la universidad privada en los últimos años se ha sumado a la voz de protesta de la universidad pública. Porque esta generación no se ha quedado de manos cruzadas esperando a que el padre Estado le cumpla su derecho de brindarle educación superior gratuita y de calidad. No, esta generación se ha levantado en un acto valiente de rebeldía y ha decidido también estudiar aunque se le niegue el ingreso a la educación superior pública. Como alternativa ha encontrado en la educación superior privada una solución que ha alcanzado a conquistar por medios arriesgados de endeudamiento con otras instituciones prestamistas como Icetex, bancos, cooperativas, o hasta las mismas universidades privadas que ahora tienen sus propios medios de prestamistas para los estudiantes.

Esto es lo que se ha visto en los últimos años de protestas y estallidos sociales en Colombia; la mayor parte de las masas que conforman los paros y protestas sociales son estudiantes, y son la mayor parte porque logran el orden de la institucionalidad. Pero como lo decía anteriormente, hay una parte inmensa de esa masa protestante, que está conformada por los estudiantes de universidades privadas, que aunque son conscientes de que su educación no depende del presupuesto nacional y su inversión, existe un acto de empatía al apoyar estos movimientos estudiantiles de las universidades públicas. La protesta por parte de los estudiantes de universidades privadas tiene quizás más justificación que la de los mismos estudiantes de universidades públicas, pues hoy las universidades privadas están más pobladas por jóvenes pobres y de clase media, hijos de una clase media empobrecida y endeudada y también, aunque parezca increíble, de la clase pobre que a punta de grandes esfuerzos, sacrificios y deudas manda a sus hijos a las universidades privadas para que tengan mejores oportunidades y posibilidades de vida digna.

La universidad privada está presente en el panorama del Paro Nacional y el estallido social, porque en su mayoría hoy, estas universidades están ocupadas por jóvenes que intentaron de una y mil formas ingresar a una universidad pública y no lo lograron. Es por eso que hoy en las universidades privadas se lee y se entiende el drama de las universidades públicas, se entiende que hay una deuda histórica por parte de los gobiernos colombianos en educación superior, se es consciente de la necesidad de que la educación superior deje de ser un privilegio para pocos y pase a ser un derecho para todos, universal.

Bien por los que ya estamos adentro, bien sea en una universidad pública o en una privada, bien sea con dinero público o con dinero prestado o con dinero conseguidos por el esfuerzo de nuestros padres y familiares, al fin y al cabo, sea como sea, ya estamos adentro. Pero afuera se quedaron y aun se siguen quedando muchos, afuera hay quienes no lo han logrado, afuera hay quienes ni siquiera lo intentan porque la moral no les da para alcanzarse a imaginar estudiando en una universidad. Afuera hay un universo que aún está a la espera de alguien que llegue a poner en práctica la constitución política de 1991 y garantice el acceso a la educación superior pública gratuita y de calidad para todos los y las jóvenes de Colombia.

Ojala algún día todos los jóvenes tengan el privilegio y el derecho de ingresar a la cátedra universitaria, de acceder a la educación superior. Ojala la empatía siga hasta que nadie se quede sin estudio.

Leonardo Sierra

Soy bogotano, me gusta leer, amante del arte, la literatura, y la música. creo en el cambio, así que propongo cambios para esta sociedad colombiana en la que vivo, creo en la paz, la reconciliación y el perdón. respeto y defiendo toda clase de libertad y expresión.

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