Bajo miles de metros cúbicos de tierra se oculta la verdad sobre una de las mayores atrocidades en la historia del conflicto armado, reposan decenas o centenares de restos óseos de jóvenes asesinados en medios de la confrontación. Son hijos, hijas, hermanos y hermanos, que, en medio de la cruenta degradación de la guerra, fueron arrojados a La Escombrera para desaparecer cualquier vestigio de su existencia.
Pero gracias a la valentía y persistencia de las cuchas, madres admirables, se insistió en una búsqueda que para diciembre de 2024 avanzó en la remoción de 36.450 metros cúbicos de tierra en el marco de una intervención forense, permitiendo encontrar los primeros restos óseos y develando los alcances criminales de una operación que la élite indolente que hoy gobierna a Medellín intentó ocultar.
Fue Uribe quien dio la orden para avanzar en la Operación Orión con la finalidad de consolidar el control paramilitar en Medellín y el Valle de Aburrá. Fue una estrategia de control territorial, económico y social, en una alianza perversa y criminal entre institucionalidad, Fuerza pública y paramilitares (ACCU). Es un control que sigue hasta hoy con otras cabezas.
Viví en la Comuna 13, antes, durante y después de aquella operación y no tengo la más mínima duda que fue una alianza criminal entre el Gobierno Nacional, Ejército, Policía y paramilitares, para garantizar el control en una zona clave del Valle de Aburrá conllevando a una masiva vulneración de los derechos humanos.
Las desapariciones en La Escombrera se intensificaron de forma alarmante después de Orión, así lo ratifican testimonios como el de paramilitar Móvil 8. Inclusive en medio de la “Donbernabilidad” la orden era llevar los muertos allí o al Corregimiento de San Cristóbal. El entonces senador Gustavo Petro fue uno de los pocos líderes políticos que lo denunció cuando el país se encontraba sometido al embrujo autoritario del uribismo.
Hace 22 años sobreviví a la Operación Orión en la Comuna 13, tenía 17 años, era estudiante de grado 11 y personero del Colegio Samuel Barrientos Restrepo, el más grande de la zona. En aquellos días, meses y años posteriores aun siendo estudiante universitario vi toda la degradación y la deshumanización del conflicto. Un horror que no deseo a nadie. Por eso nunca me cansaré de decir: ¡Orión Nunca Más!
Los restos óseos recientemente hallados en La Escombrera son de víctimas de desaparición forzada entre los años 2002 y 2003. Por esta razón, sus crímenes hacen parte del universo provisional de hechos y conductas investigados en el Subcaso Antioquia del Caso 08 de la JEP sobre Crímenes cometidos por la fuerza pública, agentes del Estado en asociación con grupos paramilitares, o terceros civiles en el conflicto armado.
Ya Mario Montoya, el general estrella de la siniestra “seguridad democrática”, se encuentra a punto de iniciar un juicio adversarial por su participación en la comisión de ejecuciones extrajudiciales. Mientras tanto, la verdad se resiste a permanecer oculta bajo los escombros y las cuchas claman por saber qué pasó con sus hijos y con sus hijas.
¡Orión Nunca Más!
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