Una síntesis del malestar actual sobre la Universidad Pública se puede condensar en el término obsolescencia, la cual deviene en crisis, crisis de lo cultural, lo humano, lo identitario, lo tecnológico, lo curricular; crisis de la gobernanza y de los gobernados y que atraviesa no solo el desencantamiento de la industria, de la sociedad, de los estamentos, de los jóvenes con la Universidad o al menos con el modelo de Universidad actual que se nos presenta como realidad sino también con su función, al parecer hoy única, que es ser solo una Universidad meramente profesionalizante; sin embargo, no se trata de un fracaso de la Universidad, por el contrario, se trata de una oportunidad para repensar la Universidad y que deviene en el oxímoron: “Una Universidad para el cambio o un cambio para la Universidad” o como aquel que dice “Todo cambia, nada cambia”.
En este sentido, el llamado a “transformar” la Universidad, es un llamado por pasar de un modelo de Universidad fundado en el Siglo XVIII a un modelo de Universidad preparado para el Siglo XXI y venideros; una transformación que deviene en renovacion via problemas: gratuidad, diversificación, empleabilidad e innovación, categorías sobre las cuales hoy se reconstruyen los discursos “solucionadores” para la Universidad.
Pasar de una Universidad eminentemente profesionalizante a una Universidad que impacta y transforma, que cambia con el cambio de época, como un proyecto cultural en una era mediada por la revolución tecnológica, donde los medios de producción e incluso culturales son cada vez más digitalizados y virtuales, donde transitamos de una cultura física a una cultura digital, de una formación y una investigación presencial en el aula y en el laboratorio a un conocimiento disperso en el ciberespacio, de una Universidad deshabitada y sola en sus formas y presencias a una Universidad en redes, donde se tejen culturas más allá de la Web.
Se trata entonces de volver a reencontrar la Universidad como espacio donde transcurre la vida de nosotros, el campus, la realidad de las relaciones y no la virtualidad de las sensaciones, donde la Universidad no sea una isla y la sociedad no deje de ir a la Universidad sino que se inserte mejor en ella; donde la reindustrialización del tejido económico pasen por las líneas ya no ausentes de la Universidad.
Una Universidad como fuente de prosperidad, donde la investigación no sea para el ranking sino para el cambio cultural, tecnológico, social y económico, una Universidad joven que nos permita salir de la monotonía y nos acerque a la diversidad, donde el metaverso sea una opción y no un multiverso, donde recupere la Universidad su rol para ser, estar y proyectarse, una plataforma de cambio como proyecto de vida, una Universidad como proyecto de ciudad, region y pais, que siga cumpliendo con sus ejes misionales y pase de ser una Universidad con un discurso sin sujeto a una Universidad con discurso y con sujeto, donde el mundo sea el aula y estemos preparados para construir una Universidad para el cambio y no simplemente un cambio para la Universidad.
Todas las columnas del autor en este enlace: Javier Dario Fernandez Ledesma
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