Últimamente se han vuelto virales una serie de videos que, aunque sin sorpresa, generan zozobra en nuestro país. Por nombrar algunos: en el primero, a un ventero ambulante, mientras llora por lo que sucede, se acercan unos trabajadores de la “Bogotá Mejor para Todos” para echarle Clorox a sus empanadas, dizque para “desinfectarlas”, según dicen. En el segundo, a una joven que graba un procedimiento de policía, sólo por ese hecho (y a pesar de ser un derecho según el Artículo 21 del Código de Policía, para que lo anoten) se le hace una requisa innecesaria con una evidente intención de confrontarla; luego, le encuentran un bisturí cubierto de pintura, sobre lo cual la joven explica que es estudiante de artes y es su herramienta de trabajo y, mientras el policía le dice que “no debió haberse metido en lo que no le importaba”, le hace el comparendo por dizque portar “arma blanca”. En el tercero, una persona al lado de la Presidencia fue grabada mientras convencía a los funcionarios de seguridad y a la Policía de “tomar las armas” para “echarle plomo” a la izquierda colombiana y venezolana, generando aplausos por parte de los que escuchan. Y ni hablar de la noticia de un joven quien, por decirle “empanada” a un Policía, le hicieron un comparendo por irrespeto a la autoridad.
¿Qué está pasando?
Analizándolo bastante, he concluido que lo que está sucediendo es tristemente la muestra de una falta clara de rumbo para el país. Con rumbo, me refiero a que desde que el presidente Iván Duque estaba en campaña, no ha hecho sino mencionar un montón de temas sobre los cuales parece no estar profundizando en ninguno. Primero nos habló de economía naranja, luego de ser el país más educado, luego del desarrollo sostenible, luego del respeto al trabajo informal, luego de subir el salario y, si lo notan bien, no ha mostrado interés propio para abanderarse de cualquiera. A un presidente siempre lo recuerdan años después por una, dos o tres cosas que sean el orgullo de su mandato. No obstante, en los 7 meses que llevamos de Duque, sólo tenemos rastro de represión, violencia y desinterés en la gente.
Sumado a esa falta de rumbo hay otro problema todavía mayor, de fondo, que aunque el presidente nunca lo haya mencionado (ni lo va a mencionar), recae mucho sobre su forma de pensar y la de toda su coalición de Gobierno: el odio hacia la izquierda. En campaña, obviamente, nunca íbamos a escuchar un llamado a la violencia contra la izquierda y contra todos esos antivalores asociados a ella (los mamertos, los estudiantes, el magisterio, los campesinos, los líderes sociales, los defensores de DD.HH., las víctimas del conflicto, los que protestan, etc.). Sin embargo, es evidente que la contienda electoral de Duque se basó justamente en derrotar a ese sector político.
Para los incautos ese tema quedó ahí, pero para los que vemos con zozobra todas estas represiones que han ido incrementándose, es claro que la batalla contra todo ese sector apenas comienza y que, tristemente, es una batalla a mano armada. Yo conozco muchísimos policías, funcionarios y miembros de la autoridad que son excelentes personas y servidores. Eso ni dudarlo. Hay gente que se ‘parte el lomo’ tres veces más sólo para arreglar los daños de los que no entienden cómo funciona una democracia. Pero, a pesar de eso, no se puede negar que esa lucha contra todo ese sector político está siendo apropiada por las autoridades para hacer actos completamente represivos, hasta el punto de echarle cloro a unas empanadas para dañar el sustento de vida de una humilde persona.
Todo eso nos lleva a pensar entonces que, aunque paradójico, en Colombia están sucediendo esos casos de represión que la volverían una tiranía. Paradójico, porque nuestro presidente está muy enfocado en tumbar la tiranía de izquierda radical que hay en Venezuela, pero guarda silencio frente los actos vergonzosos de sus autoridades en su país. Al final, la tragicomedia consiste en que, aunque tiranía, sigue siendo una tiranía sin rumbo.