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“Colombia no es un país pobre: es un país subformalizado. Y mientras la informalidad sea la regla, ningún modelo de desarrollo va a funcionar.”
Colombia está atrapada en una conversación circular: unos prometen destruirlo todo en nombre del cambio; otros añoran un orden que hace rato dejó de servirle a la gente. En medio de ese ruido, la mayoría del país —la que madruga, produce, cuida, emprende y sostiene la economía real— siente que cumple, pero que el Estado y la política rara vez cumplen con ella.
Esa mayoría vive entre la informalidad, la inseguridad, la pobreza persistente y la desconfianza institucional. Y, sin embargo, sigue siendo la columna vertebral de Colombia. Lo paradójico es que casi nadie le habla. Los extremos la usan; pocos la representan.
Por eso vale la pena reivindicar algo que en la política colombiana se volvió un tabú: el Centro.
El Centro no es tibieza: es método
Durante años se caricaturizó al centro como un lugar vacío, indeciso o incapaz de gobernar. Pero el Centro que necesita Colombia no es un partido ni una coalición electoral; es una ética: la de la evidencia, la moderación, la técnica, el diálogo y la responsabilidad democrática.
El Centro cree que la justicia es fundamento de la libertad, que el imperio de la ley sí importa, que el mercado necesita reglas claras, que la igualdad de oportunidades no es un lujo, que la transición energética debe basarse en datos y no en dogmas, y que la Constitución del 91 sigue siendo el pacto civilizatorio que nos permite convivir.
Ese Centro no divide: organiza.
No promete milagros: propone reformas.
No busca asaltar el poder: busca darle sentido al poder.
El verdadero nudo del atraso: la informalidad
Colombia no es un país pobre; es un país subformalizado. Ese es el nudo que explica nuestra desigualdad, nuestra baja productividad y buena parte de nuestra violencia.
Más de la mitad de la producción rural es informal.
Siete de cada diez mineros trabajan fuera de la legalidad.
Millones de hectáreas no tienen seguridad jurídica.
Miles de empresas nacen y mueren sin integrarse al crédito ni a cadenas de valor.
Mientras la informalidad sea la regla y la formalidad la excepción, ningún modelo de desarrollo será sostenible. Esta es la discusión que no estamos teniendo y que el Centro sí está dispuesto a dar.
2050: la Colombia que podríamos ser
Necesitamos una visión de país que no se quede atrapada en la ansiedad del presente. Una Colombia Ganadora hacia 2050 implicaría:
- Crecer de manera sostenida.
- Convertir la biodiversidad en ventaja competitiva.
- Pasar de exportar materias primas baratas a generar valor agregado: joyería con oro trazable, esmeraldas con valor público, agroindustria sofisticada, nuevos materiales, bioproductos, servicios digitales.
- Ordenar el territorio con criterios productivos y ambientales coherentes.
No es ciencia ficción; es política pública bien diseñada.
La fórmula: formalizar para producir, producir para crecer, crecer para incluir
La formalización integral —productiva, territorial, ambiental e institucional— es el camino más realista para transformar al país.
Significa incluir a quienes ya producen; ordenar la tierra; convertir la sostenibilidad en oportunidad; dotar a los municipios de capacidades reales. Significa crear un Estado que llegue a tiempo.
Lo estamos viendo en territorios como Segovia y Remedios: mineros formalizándose, mujeres convirtiéndose en empresarias, ecosistemas en recuperación, gobiernos locales liderando. La evidencia existe; falta convertirla en política nacional.
Cuatro metas para ordenar al país
La Tercera Vía propone metas simples, claras y posibles:
- Crecimiento sostenido al 5%.
- Erradicar la pobreza extrema.
- Formalizar el 80% de la actividad económica.
- Reducir la violencia a niveles de país desarrollado.
Para lograrlas, necesitamos reformas: fiscal, laboral, judicial, electoral, de seguridad social y modernización del Estado. No por ideología, sino porque sin ellas el país no funciona.
El Centro como estrategia de futuro
El Centro no es un punto medio: es un punto de partida.
Es la decisión de dejar de administrar crisis para empezar a diseñar futuro.
Una Tercera Vía no es renunciar a las convicciones: es asumir que Colombia no está condenada a elegir entre extremos que se necesitan mutuamente para sobrevivir, pero que nunca resuelven lo esencial.
El Centro propone algo más simple y más revolucionario: un país que gane.
Un país donde la legalidad sea la norma, la productividad la vía para la movilidad social, la sostenibilidad una oportunidad económica y la descentralización un poder real en los territorios.
Tal vez no sea lo más estridente. Pero sí es lo que funciona.












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