Una opinión bajo los escombros nucleares. Entre primos y fanatismos.

“Tener esa energía es un riesgo. Ahí están Chernóbil y Fukushima: todo puede salirse de control.”.

 Es usual ver en redes sociales que, cuando hay coyunturas especiales en el mundo, aparecen opinadores con ínfulas de expertos en geopolítica, macroeconomía, historia y hasta geología o climatología. No quiero que se me confunda con ellos: no soy experto, solo un opinador que intenta ser ecuánime y sensato. Lo que no me consta, para mí, es chisme, y como uno normalmente opina de lo que no le consta, cualquier opinión está relativizada: no hay una verdad absoluta en lo que uno escucha o ve en los medios, y, por tanto, tampoco en lo que uno pueda opinar.

Mi posición frente a Israel es clara, y la voy a explicar de forma coloquial: es el primo que hace años no veíamos y que aparece por una necesidad extrema. Le damos posada. Al principio, todo va bien, pero, con el tiempo, se adueña de la casa y expulsa a quienes vivían allí. Los vecinos intentan intervenir y pierden. Al final, el aparecido les corre la cerca y se queda con más y más. La historia es más compleja, pero creo que se entiende. El punto es que mi posición frente a Irán es muy diferente. Es el fanático religioso que alguna vez gobernó toda esa tierra —al final, todos son primos lejanos, y no olviden que los persas fueron imperio— que quiere invertir la situación para imponer su ley y dominar a los demás.

El problema es el modo en que está pasando, incluyendo la intervención de EE. UU. No me consta que Irán tenga armas nucleares o las estén fabricando; la sola existencia de armas que puedan acabar con la vida en la Tierra ya es terrible. ¿Para persuadir? Tener esa energía es un riesgo. Ahí están Chernóbil y Fukushima: todo puede salirse de control. Pero bombardear un laboratorio nuclear es insensato. Aparte del riesgo de una guerra global, ¿a dónde va a parar toda esa contaminación que quedó sepultada bajo los escombros?

En un mundo donde todos se creen herederos del derecho a dominar, tal vez lo más revolucionario sea simplemente no querer destruir al otro.

P.D. No dude en escribirme sus comentarios a mi cuenta de X @sanderslois