Volvemos a sentirnos tan vulnerables y tan impotentes ante las adversidades como hace un año, y no hay lugar a dudas, que esta tercera ola del virus que azota a gran parte del mundo, nos mantendrá en confinamiento parcial por un largo tiempo. Y si bien esto afecta a grandes y chicos, el impacto del COVID-19 en los niños y las niñas, aún parece que lo desconocemos y tal vez, solo sabremos de sus efectos en el transcurso de los años.
Es por ello que, a propósito de abril, mes de los niños y las niñas, quiero llamar la atención frente a un silencioso problema que ellos y ellas están viviendo en sus propias casas, al lado de sus propias familias, de sus propios padres y madres, en medio de sus juguetes o de sus cuadernos, y pese a esto, padeciendo los rigores de la soledad y de lo que puede significar el silencio que la envuelve.
Es de conocimiento público que la pandemia ha develado un incremento de violencia intrafamiliar, que afecta de manera directa a niños y niñas, pero que además, está comprobado que, cuando se ejerce contra otro miembro de la familia, impacta de igual manera su salud mental y física.
De un lado, el cierre de las instituciones educativas obligó a compartir el espacio de la casa con padres, madres y demás familiares; y a hacer del hogar un aula de clase, una oficina de trabajo, un patio de recreo, un lugar de encuentro, de descanso, y todas las demás dinámicas propias que allí se desarrollan.
Los niños y las niñas sin distingo de estrato están soportando grandes cargas emocionales causadas por estas y muchas otras razones, entre ellas los problemas económicos que sufren los adultos, y que, por supuesto han afectado, con mayor rigor, a los hogares más pobres.
Felicitaciones Dr en este escrito esta plasmada la realidad de los niños, y los distintos padecimientos que enfrentan a proposito en esta pandemia